martes, abril 16, 2013

Atentado en la maratón de Boston


Tengo varios amigos que corren. Salen por la tarde, en sus ratos libres, cuando pueden, se enfundan unas zapatillas y, solos o en compañía de otros, corren hacia el destino que se han marcado, dan la vuelta programada, y entrenan por placer, por divertirse o por lograr batir una marca o un reto personal. Algunos de ellos, especialmente compañeros de trabajo, acuden a lo largo del año a carreras de diez kilómetros o medias maratones, que suelen ser los puntos fuertes de su pasión. Conozco a más de uno que ha corrido alguna vez una maratón y en sus mentes suelen acudir habitualmente tres ciudades como objeto de deseo: Berlín, Nueva York y Boston.

Quizás sea a ellos a los que hoy deba preguntar, antes que a ningún otro, por cómo sienten en su interior lo que ha sucedido en Boston, cómo anoche vivieron la cascada de noticias que, inicialmente confusas, luego ya más detalladas, relataban el atentado con varias bombas que tuvo lugar en la meta de la maratón de esa ciudad norteamericana, y que al estallar sembraron el caos en toda la urbe, la histeria entre la población que aún llenaba las calles, pese a que hacía dos horas que habían entrado los ganadores de la carrera, y que sumió nuevamente a EEUU en la pesadilla de un atentado terrorista, que no se repetía desde el maldito 11S de hace once años y medio. A esta hora, amanecer en Europa, noche cerrada en la costa Este, sigue reinando la confusión sobre lo que ha sucedido exactamente, sobre los explosivo sutilizados, cuántas bombas han sido finalmente las que han explotado y cuántas las que han sido encontradas y desactivadas, y desde luego no se tiene pista alguna, que yo conozca, sobre los autores del atentado y sus motivaciones, pero desde luego si el malnacido que ha planificado esto buscaba causar conmoción, pavor y atención mediática a buena fe que lo ha conseguido. Ayer era un día festivo en la ciudad, el llamado Patriot Day, motivo por el que se corría la maratón y el número de personas y el ambiente callejero era el máximo imaginable en esa ciudad. Golpear en ese preciso momento es una muestra de saña, de estudiado ejercicio en la búsqueda del máximo impacto emocional y, a ser posible, humano. Las cifras de víctimas, tres fallecidos y más de un centenar de heridos, aún son provisionales porque varios de los ingresados en los hospitales están en estado crítico, muchos de ellos con miembros amputados, dejando según algunos testimonios imágenes de horror difíciles de soportar (algunas fotos corrían ayer por la web que no reenvié ni voy a enlazárselas). Pero además de la urgencia de las víctimas, EEUU vuelve a revivir la pesadilla del terror, la sensación de vulnerabilidad, la presencia del mal en su interior. Sean islamistas, radicales internos, racistas o cualquiera de los grupos que usted pueda imaginar, todos ellos descerebrados y viles, hoy EEUU se va a levantar herido, resacoso, tras una noche de pesadilla en la que han revivido fantasmas que creía olvidados, o al menos guardados a buen recaudo. Víctimas del 11S que desarrollan su día a día hoy se levantarán con una angustia que les será muy familiar, y que irá creciendo a medida que vean las imágenes del atentado de Boston, y les hará revivir el fuego de su tragedia personal. Policías, bomberos y cuerpos de seguridad locales de todo el país revivirán el infierno de hace once años con la crudeza de las imágenes de hoy, y se sentirán tan voluntariosos e impotentes como entonces. Cada vida salvada será un acicate y premio a su esfuerzo, pero cada vida perdida o mutilada será un duro golpe a su moral. Militares, investigadores, espías y fuerzas de seguridad se sentirán nuevamente frustrados y engañados, porque otra vez se ha producido un atentado sin que hayan podido evitarlo, y los logros de detenciones pasadas, de frustrados ataques que no tuvieron lugar gracias a su entrega y sacrificio pasarán al olvido ante la sensación de fracaso que ahora les embarga. La vieja pesadilla vuelve.

Y los corredores, exhaustos, que llegaron a la meta y se fueron a casa, los que se vieron afectados por la explosión y los que, a distancia del final, fueron bloqueados por la policía para que no siguieran, seguro que son los que menos entendían lo que pasaba. Doloridos por el esfuerzo pero satisfechos por llegar a la meta, nunca podrían imaginar que algo así pudiera llegar a suceder. Sospecho que hoy, en todo el mundo, cuando la gente salga a correr, se atará las zapatillas pensando en Boston, saldrá a las calles, aceras y parques sin poder olvidar las imágenes de esa llegada, y correrá, correrá para ganarse a sí mismo y dedicarle cada zancada a los muertos y heridos que vieron su futuro truncado en medio de las ovaciones de la meta, el santuario del atleta, convertida ayer en símbolo de muerte e infamia.

No hay comentarios: