Ayer,
ante el máximo organismo entre congresos del PP, Mariano Rajoy compareció
nuevamente en emisión televisada, haciendo público el discurso que en
principio es de consumo interno para los dirigentes de su partido. Es la
segunda ocasión en la que se recurre a este extraño y artificioso
procedimiento, que se le da en llamar comparecencia, pero que no lo es. Ante un
público entregadísimo, sus subordinados, Rajoy habló sobre los asuntos de la
actualidad y mandó mensajes sobre un futuro económico que augura optimista, sin
ser consciente del jardín en el que se está enredando.
Sinceramente, no entiendo la
política de comunicación de Rajoy, el PP y de, en general, el gobierno. Es tan
desastrosa, mala y cutre que parece diseñada por su propio enemigo. La imagen
en la que decenas de periodistas asisten a la sala de prensa del partido frente
a un monitor de televisión es degradante para la profesión de informador pero,
sobre todo, es ridícula. Parece que Rajoy y su equipo han optado por la táctica
de que si no se habla de un asunto éste se adormece y se evapora, jugando al
escondite con él. Quizás en otros tiempos y con otras responsabilidades eso
pudiera ser efectivo, pero estando en el mundo de la información global, y
presidiendo un gobierno, eludir los problemas, evitar la prensa y esconderse
es, simplemente, no ejercer el cargo que se ostenta. El que las únicas
comparecencias en las que Rajoy haya admitido preguntas hayan sido las
intervenciones conjuntas en el extranjero con mandatarios en visitas oficiales
denota que hay un problema de fondo en el propio Rajoy, y en su equipo, un problema
que no se si viene de un miedo atroz a la prensa, a la exposición o al qué
dirán, pero que destroza la imagen de cualquier gobernante y equipo. Por otra
parte Rajoy, en la comparecencia de ayer, volvió a mostrar que parece no
haberse dado cuenta de que muy por encima de la responsabilidad de presidente
de un partido político, lo es del gobierno de España. En sus escasas
manifestaciones públicas hace Mariano especial hincapié en la defensa de “este
partido” y de la trayectoria de un PP que se ha demostrado nada limpia, al
menos en los aspectos financieros. Sin embargo Mariano no está ahí por el PP,
sino por los millones de personas que le votaron, y sus decisiones nos afectan
a todos los españoles, le hayan votado o no. Parece curioso que toda una vida
dedicada a la política con el objeto de ser presidente del gobierno se corone
con el logro de alcanzar ese cargo para, acto seguido, renunciar de facto al
mismo y encerrarse aún más en el partido al que se ha pertenecido toda la vida.
Es ingenuo pedir a los gobernantes que no sean conscientes de donde vienen, de
acuerdo, pero se debe recordar en todo momento que los cargos públicos
trascienden completamente la figura partidista, son algo mucho, muchísimo más importante
y profundo, y como tales deben ser ejercidos. Con ZP en el gobierno empezamos a
ver la deriva de un presidente que no aspiraba a serlo de todos los españoles,
y que ante los problemas crecientes optaba por la táctica del escondite y la
negación. Con Rajoy, de otra manera, porque todo el mundo tiene su estilo, la
cosa es cada vez más similar. Envuelto en la bandera del partido, abstrayéndose
de la realidad y vendiendo un futuro que no existe como esperanza hueca, Rajoy comete
los mismos errores de forma que su antecesor y muestra un fondo cada vez más
raquítico, vacío y yermo. Pero además, su congénito miedo a las preguntas logra
que ponga de acuerdo a todos los medios para criticarle, erosiona aún más su
imagen y debilita su ya maltrecho liderazgo.
Liderazgo… una palabra que está
en boca de todos y que nadie es capaz de ejercer, empezando por mi mismo. En
situaciones de crisis total como en las que nos encontramos el liderazgo es más
necesario que nunca, y su ejercicio de manera responsable y seria es una
demanda de toda la sociedad. Frente a ello el presidente del gobierno opta por
el escapismo, las medias tintas y el ocultamiento tras un televisor que, si en
la primera ocasión dio motivos para la broma, en su segundo uso sólo puede ser
causa de reprobación. ¿Tiene miedo Rajoy? Si es así puede renunciar al cargo, nadie
le obliga a seguir, pero si no renuncia debe ser presidente de una vez. Sino la
historia, además de juzgarle como un fracaso, que es hacia dónde va como no
enderece el rumbo, lo tratará de cobarde.
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