lunes, abril 29, 2013

Rajoy en la tormenta


Llueve con fuerza en una desapacible mañana invernal en Madrid. Las nubes cubren todo el cielo y, pese a encontrarnos a las puertas de Mayo, el tiempo ha regresado a Febrero, tanto por sus temperaturas como por su inclemencia. Hubo unos pocos días de primavera que animaron a la gente a salir a la calle con ropas cortas y sandalias, pero el espejismo, que de eso se trataba, duró poco, y este fin de semana y los días venideros nos esperan jornadas grises y oscuras, húmedas, frías y de inequívoco sabor invernal. Definitivamente el tiempo no acaba de ponerse bueno en 2013, pese a las bondades que suponen estas lluvias.

Algo parecido a esto del tiempo es lo que le pasa a Rajoy con la economía. Ve un dato aislado que mejora, una brizna de euros asomando por alguna esquina dispuestos a ser recogidos y empieza a lanzar un discurso de optimismo y victoria, anunciando que ya estamos en el final de la crisis, que ya vemos el verano. Y entonces aparece, como negra nube de tormenta, un nuevo dato macro que supone un mazazo para ese brote que asomaba en la estepa, esa ramita en la que Rajoy ya veía una flor, y que tras la acción de la nube oscura se ha convertido en un matojo arrancado de raíz que yace inerme en el suelo. La EPA de la semana pasada ha sido la nueva entrada de viento invernal procedente del polo de la crisis que ha vuelto a poner a todo el mundo ante la cruda realidad que nos toca llevar, a la que día sí y día también tratamos de negar desde el discurso oficialista, ahora encarnado por el PP, antes por el PSOE, y sus cortes de aduladores. Pero la realidad es tozuda, y no se cambia con varitas mágicas ni promesas ensoñadoras. Quizás creyó Rajoy que la bajada de la prima a unos sangrantes 300 puntos era un alivio que mostraba el final de la agonía, pero se equivoca. Puede que el buen dato de balanza comercial que registra el sector exterior le diera alas para pensar que ahí está la luz que nos llevará a la redención, pero, aunque es lo mejor de todo, yerra en su deseo. No, salir de esto va a ser una agonía de muchos muchos años, en los que los agentes, públicos y privados, tienen que deshacerse de toda la deuda contraída, desapalancarse, y será un camino lento y tortuoso hasta poder reconstruir los balances de las empresas, familias y gobierno. En esta legislatura no concluirá este proceso, y eso, que la legislatura está perdida en materia económica, es lo que vino a reconocer el gobierno en la rueda de prensa del Consejo de Ministros del pasado viernes, donde no arrojó la toalla del todo, pero sí se mostró como un boxeador sonado, arrinconado en lo profundo del ring, y sin saber muy bien ni qué hacer ni por donde salir. Sabe Rajoy que si esto es así, su futuro está condenado, no podrá ganar las elecciones ni repetir en el cargo, y lo que le queda de mandato será una constante tortura, camino a una derrota en la que no está claro quién será el ganador. Y eso, tristemente, parece ser lo que más le preocupa, su futuro político y el de los suyos, y no el del país. En eso Rajoy es como tantos otros políticos, personas que ven sus cargos como plataformas de crecimiento personal, lugares donde poder dar rienda suelta a su ego, poder y capacidad de control, pero no sitios en los que trabajar por el bien de la comunidad, en los que sacrificarse por la sociedad que lee ha escogido. Ha bastado año y medio para que Rajoy se muestre como otro político cualquiera, con sus características propias, algunas de ellas imposibles de comprender para el común de los mortales, como su ocultismo y aversión a la comparecencia pública, pero igual que los demás en su corteza de vista, cortoplacismo y tactismo, ajeno a la Política con mayúsculas, el sacrificio y la determinación para acabar con la crisis, a costa de su carrera y prestigio. Una pena por su figura, pero mucha más pena por el conjunto del país.

Hay quienes dicen que ante los chaparrones, reales o figurados, Rajoy siempre está como el que oye llover pero nunca se moja, y que espera a que escampe para decir que ya se ha acabado el chubasco. Esa táctica, unida a su capacidad para desaparecer ante los problemas y no dar la cara, pudiera ser válida ante asuntos de índole menor, interna y local, y de hecho le ha funcionado tan bien que le ha llevado hasta la presidencia del gobierno, pero es completamente inútil para enfrentarse a un problema de verdad, de los gordos, como es esta crisis económica que poco a poco muta en social y de régimen. Rajoy está a tiempo de cambiar, de pegar un volantazo y empezar a gobernar de verdad, pero el tiempo se le acaba, aunque no sea consciente de ello. Dado que su futuro es muy negro, espero que tenga valor al menos de caer haciendo lo que debe y no haciendo lo que hasta ahora. En sus manos está.

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