Nuestro querido continente parece
estar maldito. Uno tras otro los países que lo conforman van cayendo en una
espiral autodestructiva de deuda, impagos, rescates, recortes, nuevos impagos,
quitas, decisiones sorpresa y vuelta a empezar. El mito de Sísifo, ese
personaje mitológico condenado a elevar una roca hasta la cima de la montaña y
que veía con crueldad como justo antes de llegar al borde la roca caía sobre
sus pasos y le obligaba a remontar una y otra vez es la perfecta definición de
lo que nos sucede. No salimos de este bucle depresivo sino cada vez somos más
quienes lo conformamos.
Si hasta hace unos pocos días era
Chipre quien ocupaba las portadas de los medios, ahora es Portugal quién lo
hace, y no porque las cosas se hayan solucionado en la isla mediterránea, ni
mucho menos, sino porque se han agravado en Lisboa. Al decisión del Tribunal
Constitucional de declarar ilegales algunos de los recortes adoptados por el
gobierno, entre ellos la eliminación de la extra de los funcionarios, impide
que Portugal pueda alcanzar los objetivos de déficit comprometidos con la
troika en su MoU de rescate y, por tanto, se expone a no recibir los pagos asociados
a este mecanismo de ayuda financiera. Se está, por tanto, ante una situación
peligrosa para todos los agentes implicados. Para
el gobierno, porque ve frustradas varias de sus medidas y destrozado lo poco
que le queda de legitimidad, de tal manera que los rumores de dimisión que
circularon el fin de semana tenían visos de credibilidad. Para la población
portuguesa, que se siente aliviada al saber que la decisión le afloja el yugo
del recorte, pero que sabe que una norma no sirve de nada si no hay dinero por
detrás, y que sin la ayuda del rescate no hay ingresos con que pagar, por
ejemplo, al extra que se debe Para la imagen del país en su conjunto, ya
estigmatizada por el hecho de encontrarse rescatado, que ve como el marasmo de
Italia y Grecia le alcanza e invade también su gestión política, y para el
conjunto de la UE, que cada vez se parece más a un zombie no sólo por su manera
errática de caminar y por lo incomprensible de sus palabras, apenas murmullos
inaudibles, sino también por arrastra en su cuerpo miembros que cada vez se
parecen más a meros girones de carne, informes y desgarrados. Las extremidades
de eso que llamamos Europa caen poco a poco sumidas en el marasmo político y
financiero, y el centro, tanto en lo que hace al poder de decisión como al económico,
se enfrenta cada vez más al problema con una actitud de indolencia y tardanza
que sólo contribuye a aumentar la gravedad de la situación. La Comisión, ese
organismo ejecutivo, creado para regir los destinos de la Unión y que, en
acertada expresión de un comentarista político de este fin de semana, se ha
convertido en poco más que una secretaría técnica al servicio de los jefes de
estado y de gobierno, y su papel como árbitro, impulsor y ejecutor de la
política comunitaria se ve cada vez más difuminado por el coro de voces de los
miembros del Consejo, los “presis” que gobiernan la Unión tratando de marcar el
rumbo que más convenga a sus intereses, sin importarles hacia donde vaya la
nave en la que viajamos todos. Las peleas en el timón son constantes, nadie se
preocupa de saber por dónde sopla el viento y en la bodega las vías de agua no
dejan de crecer. Si creen que esto de la Unión Europea va por mal camino creo
están en lo cierto. Trato de convencerme cada día de que esta situación acabará
arreglándose, pero cada noche me acuesto con el temor de que no será así. Y a
la mañana siguiente, como Sísifo, vuelta a empezar.
¿Y a España? ¿Cómo nos afecta lo
de Portugal? Sumidos en nuestro propio marasmo, nos viene mal, o muy mal, que
nuestro vecino se meta en más problemas. Más allá del efecto de hoy y mañana en
la prima y los mercados, la decisión del Constitucional portugués se ha visto
aquí como un aviso de lo que podría suceder si se admiten los recursos
presentados por medidas similares ante el Constitucional español. Eliminar por
sentencia recortes de 2012 ¿abocaría a España al rescate total? ¿Sería un golpe
que no podría soportar el cada vez más débil gobierno de Rajoy? ¿Tensionaría
los mercados de deuda hasta bloquearlos como en el verano pasado? Quién sabe,
pero en todo caso, una nueva fuente de inestabilidad ha surgido.
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