Hay días en los que la actualidad
parece que decide citarse consigo misma varias veces para lograr que el efecto
de las noticias se amplifique, y así hacer imposible la labor de los
periodistas, desbordados por los acontecimientos. Así sucedió la semana pasada
en EEUU y va a suceder hoy en España, donde está convocada huelga de metro en
Madrid por la tarde, un presunto asalto al Congreso de los Diputados para las 17:00,
y a primera hora de la mañana, los datos de la EPA del primer trimestre del año
y la presentación de los resultados en ese mismo periodo del Banco Santander,
el primero de los grandes que se examina.
De todos estos eventos el más
trascendente, por mucho, es el de la EPA. Dentro de poco más de una hora
(cuando escribo esto aún no son las 8) el INE certificará, casi con toda
seguridad, que en España hay oficialmente más de seis millones de parados,
dando así la cifra redonda y mágica que llena titulares, pido tipos de letra
amplios y colapsa las portadas. Ese registro, nunca jamás alcanzado en España,
será analizado por unos y otros de múltiples maneras. El gobierno quiere
venderlo como el techo de una montaña de desempleo que ya hemos coronado y que
empezaremos a bajar en breve, la oposición lo usará como arma arrojadiza contra
el gobierno y los sindicatos y patronal ofrecerán ruedas de prensa en las que
no dirán nada nuevo que no hayan dicho cuando alcanzamos, hace poco tiempo, los
cuatro y los cinco millones. Ninguno dirá la verdad, que es que esa cifra es
una vergüenza nacional, la principal de ellas, y que supone el fracaso del
país, fracaso compartido por las instituciones públicas, privadas, sociales y
de todo tipo. Y es que pese a todo lo que oigan, no se llamen a engaño. A
ningún gobernante le preocupa demasiado el paro. Desde luego no le importa nada
a aquellos que, sumidos en ensoñaciones nacionalistas crean mundos y naciones
milenarias donde sólo hay pequeñas diferencias sociológicas de menor calado, o
a gestores públicos interesados en mantener sus cuotas de poder, control
económico e ingresos, que sólo ven a tres meses vista y que su único objetivo a
largo plazo es tratar de ser reelegidos cueste lo que cueste. Tampoco pierden
el sueño por los parados sindicatos o empresarios, que no encuentran en el
desempleado quien pague sus cuotas, trabaje por ellos o financie su dispendio,
y así podría seguir durante mucho tiempo, analizando cada una de las
organizaciones que, en teoría, velan por la creación de empleo y, en general,
la mejora económica del país, y que día tras días demuestran su incompetencia,
cuando no vileza. El paro es un drama, es ÉL drama, y pese a lo que se nos
quiera vender de manera interesada, es la base de todo nuestro problema. Una
legislación arcaica, propia de un franquismo sociológico que sigue reinando en
nuestra mentalidad colectiva, una falta de financiación que ahoga todo tipo de
proyecto emprendedor, sea del sector que sea, una acumulación de gobiernos de
todo tipo, dimensión y pelaje, cuyo único objetivo es poner trabas para crear
negocios con tal de cobrar por superar cada uno de los peajes que se les
ocurre, una cultura acomodaticia por parte de amplios sectores sociales que
esperan que sean precisamente esos gobiernos incompetentes los que creen el
empleo… son profundas y complejas las causas que nos han llevado hasta este
punto de profunda depresión económica, que se refleja como en ninguna otra
parte en un mercado laboral descompuesto, deshecho y desestructurado, en el que
los que tenemos empleo nos levantamos cada mañana dando gracias al cielo por
tenerlo y los que no lo tienen viven día y noche en el infierno de la ausencia.
Yo estuve varios años en paro a finales de los noventa, y puedo volver estarlo
en cualquier momento, y se lo angustiosa que es esa situación, lo mal que se
siente uno, e intuyo lo que debe doler que vivas en un país en el que a nadie
parezca importarle lo más mínimo.
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