viernes, abril 05, 2013

La imputación de la infanta


Desde que el miércoles al mediodía se supo que el Juez castro había imputado a la Infanta Cristina por el caso Noós todos los demás asuntos de la actualidad han sido retirados al fondo del desván, al menos en España, lo que demuestra que el ombliguismo siempre está a flor de piel. Decenas de páginas de periódicos, tertulias monográficas en televisión, entrevistas por doquier… a este paso Luís Bárcenas se va a querellar contra la infanta por robo de protagonismo mediático y usurpación de portadas, con lo contento que estaba el contando las pocas que le faltan para batir récords.

Y lo cierto es que sobre este asunto tampoco es que tenga mucho que decir, porque alabar o criticar la decisión de un juez es tan útil como quejarse del tiempo que hace, porque es algo que viene dado. Lo que me asombra de los discursos que oigo es cómo los argumentos tienden a darse la vuelta a medida que los hechos se suceden. Antes de esta imputación había una casi unanimidad a la hora de alabar el trabajo que estaba haciendo el juez. Pasado el miércoles ya tenemos tertulianos que le critican por la forma en la que está instruyendo el sumario mientras que otros lo elevan a los altares de la imparcialidad, por lo que, comparando con lo que quienes así ahora se expresan decían en el pasado (hace cinco días no más) deduzco que sus opiniones ni eran ni son relevantes. Otro interesante asunto es que, en la coyuntura de crisis en la que nos encontramos, el deseo de carnaza no tiene límites, y cada paso que se da es jaleado por muchos pero observado con sospecha por mucho otros, que ven en él una medida de cómo no somos iguales ante la ley y que todo consiste en un engaño. Antes de la imputación el coro crítico decía que no había un par para imputarla, pero tras ese hecho judicial el coro redobla su apuesta y dice que no habrá un par para sentarla en el banquillo, y argumentan, para ganar siempre, que si se le desimputa todo esto habrá sido una cortina de humo y que si se le juzga no habrá un par para condenarla, y así peldaño tras peldaño hasta el cadalso, donde algunos considerarían una deferencia injusta que fuera decapitada con un hacha afilada, debiendo someterse a una roñada como la que tiene en su casa el más humilde de los aparceros. Utilizar a la infanta como muestra de que los españoles no somos iguales ante la ley es un camino muy fácil y bien visto por la plebe, y por tanto se hará, pero es falso y populista. Es cierto que no somos iguales, sí, pero en donde se fija ese doble rasero es a la hora de cómo actúa la justicia con los que poseen poder efectivo, de verdad, real con r minúscula, no con R de Rey. Vean cómo evoluciona el caso de la condena de Alfredo Sáez, consejero delegado del Banco Santander y mano derecha de Botín, para notar que la justicia no es, en efecto, igual para todos, o cómo los juzgados, tribunales y medios tratan con indulgencia a estrellas del deporte como los futbolistas, absolviéndoles de todos los delitos que cometen día tras día, o como en multitud de programas televisivos vemos a personajes basura, que exaltan la drogadicción, la infamia y la desvergüenza, sin que nadie les condene por ello, mientras son aplaudidos por millones de personas que les siguen fielmente, y asaltarían el juzgado que osara amenazarles con condena alguna… Sí, la justicia no es igual para todos, pero Cristina no es el ejemplo perfecto para esa denuncia, sólo es un blanco ideal para descargar la ira contenida de una sociedad que ve como la podredumbre que en ella anida ha colonizado todos los estratos, y necesita estatuas que derrumbar, mitos que deben ser sacrificados en el altar de regeneración, quemados en una hoguera de San juan purificadora, que sea aplaudida con gozo por todo el respetable.

Mi opinión fría y relajada es que el futuro de Cristina depende de lo que diga el juez y la fiscalía. Sospecho que su principal delito es haberse casado con el presunto delincuente que es Urdangarín y haber metido a semejante pillo hasta la cocina de la institución monárquica, cosa que no se perdonará a sí misma nunca jamás. No me importa si es juzgada o no, condenada o no, me interesa saber a quiénes compraron Urdangarín y Torres con dinero público, cuánto defraudaron y qué cara y argumentos van a poner para no devolverlo. El resto es ruido, mucho ruido, peligroso hasta cierto punto, pero ruido en definitiva.

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