jueves, abril 11, 2013

El gran experimento japonés


No quiero convertirme en profeta, no, y es que ya es casualidad que justo ayer que escribí sobre la evolución del Bitcoin y su posible burbuja va la cotización de la moneda y se derrumba, perdiendo cerca de un 50% de su valor, lo que ha hecho que, casi seguro, el Bitcoin se asegure un puesto en la historia económica como el proceso de burbuja y pinchazo más acelerado jamás visto. Y como hoy quiero hablarles de Japón tampoco deseo que tras mis palabras el experimento al que se ha lanzado el Banco Central de Japón, el BoJ, descarrile a las primeras de cambio, aunque soy de los que opina que, al final, descarrilará, hable yo de ello o no.

Japón es un país al que debiéramos prestar mucha atención porque supone un ejemplo real donde poder comparar los problemas que sufre la UE. En los ochenta Japón se iba a comer el mundo y, de hecho, empezó a zampárselo. Pero se indigestó. La explosión de la burbuja inmobiliaria que hizo que el terreno del palacio imperial de Tokyo costara más que el estado de California arrasó el sistema financiero nipón y arrastro a multitud de empresas que estaban muy imbricadas con los bancos locales. En lo que se llamó la década perdida de los noventa, que fueron dos en realidad, la economía japonesa mostraba síntomas de encefalograma plano. Atonía en el crecimiento, déficit público y fiscal creciente, precios congelados con suave y peligrosa tendencia deflacionaria, bolsa arrastrada, etc. Mucha gente observaba con extrañeza lo que pasaba en el archipiélago sin entender nada, pero sin alarmarse, porque una de las características de la crisis japonesa es que fue local. Cuando llegó el derrumbe Japón se “desconectó” del mundo y no arrastró a otras economías, cosa que no ha sucedido en las crisis posteriores, especialmente a partir de la Tequila Mejicana de los noventa. ¿No era suficiente el grado de globalización financiera o tecnológica? ¿Hubo suerte? No lo se, la cosa es que Japón se convirtió en un caso raro al que nadie prestaba atención. Sucesivos gobiernos nipones trataban de reactivar la economía y el consumo local, sin éxito alguno, y la economía japonesa se convirtió poco a poco en la presa de países emergentes de su entorno, especialmente Taiwan y, sobre todo, Corea del Sur, que con un modelo de inversión productiva, especialización tecnológica y formación de capital humano de alta potencia e intensidad, ha desbancado a muchas de las marcas y firmas japonesas. La Samsung coreana de hoy es al Sony japonesa de los ochenta y noventa. La crisis global de 2008 hizo que todo el mundo sufriera en sus carnes una dosis de amarga medicina japonés, en cada lugar a su manera, en todos de manera dolorosa, y que muchos ojos volvieran la vista hacia el sol naciente para saber cómo se habían recuperado allí de la burbuja inmobiliaria. Al ver que no lo habían logrado las miradas de sorpresa se tornaron en susto, y algunos empezaron a señalar a Japón como el futuro de las economías occidentales tras la burbuja, endeudadas, envejecidas y condenadas a una evolución renqueante hacia la intrascendencia global. Como cada país es un mundo este escenario descrito puede ser cierto o no, pero se plasmará de manera muy diferente según donde se estudie. Lo que no se puede negar es que Japón ya usó hace años las armas monetarias que la Reserva Federal o el BCE llevan utilizando desde que estalló nuestra crisis. Eso de las expansiones cuantitativas, los famosos QE, y demás medidas “no convencionales” se han convertido en las herramientas más comunes del BoJ, que año sí y año también trata de estimular a la economía de su país con un shock monetario, que normalmente acaba diluyéndose en la nada.

Sin embargo esta vez el BoJ ha considerado que un shock es algo muy liviano y ha optado, siguiendo la infausta tradición local, por la explosión nuclear. Su plan de estímulo monetario no tiene parangón en el mundo y, perdiendo su independencia de facto a manos del nuevo gobierno japonés, ha inundado el país de liquidez mediante la compra masiva de bonos, hundiendo la cotización del yen, y haciendo que numerosos capitales salgan del país en busca de rentabilidades más altas, lo que puede explicar las subidas de las bolsas, especialmente las americanas, de estas últimas semanas. El objetivo final del BoJ es generar inflación y así estimular el consumo interno (y de paso reducir el importe de la deuda al depreciar la moneda) pero está por ver si tendrá éxito, o sólo será una de esas medidas que generan impactos indeseados e imprevisto allí y en otras partes del mundo. Habrá que seguirlo con atención.

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