Y entonces, tras unas jornadas de
disfrute, todo serán quejas. Que si qué calor, qué agobio, si es que esto del
calentamiento global es insoportable, claro, después del corto invierno que ha
hecho ahora ya llegan los calores para quedarse mucho tiempo, y toda la típica
retahíla de peroratas que se suelen decir en estos casos. Lo más probable es
que a mediados de Julio el número de hartos por el calor supere ampliamente a
los que lo llevan (llevamos) bien y las quejas dominen a la ilusión derivada de
las temperaturas gozosas y la manga corta. Tiempo al tiempo, nunca mejor dicho.
Hasta entonces, sin embargo, la
primavera de 2013 sigue dejándonos un regusto amargo y esquivo, con algunos
días soleados y tranquilos, de temperaturas no muy altas, y otros, bastantes,
inestables, plomizos y lluviosos. Ayer mismo Madrid fue un ejemplo de todo esto
combinado. Durante la mayor parte del día las nubes fueron escasas, poco más
que unos borreguitos decorativos en el cielo, puestos como si de atrezo se
tratase para que la imagen fuera lo más bucólica posible, y un sol que dominaba
sin que esos pocos obstáculos le impidieran brillar, eso sí, sin dar mucho
calor, porque el viento, de intensidad moderada, hacía que la sensación térmica
fuera muy inferior a los no muchos grados que había en la calle. Por la tarde
la cosa empezó a cambiar, nubes cada vez más gruesas provenientes de la sierra
alcanzaron el llano y cubrieron la ciudad, y a eso de las 20, cuando llegué a
casa, el cielo estaba completamente encapotado y la sensación de que acabaría
lloviendo era inevitable. Y así sucedió poco después. Gotas dispersas
inicialmente, que a eso de las 22 horas se transformaron en una serie de
chubascos intensos, racheados, acompañados de viento fuerte y frío, que
golpeaban los cristales y persianas con mucha intensidad, y que dejaron una
noche ideal para pasarla en torno a la chimenea cantando villancicos y
envolviendo regalos. El 29 de Mayo se despedía como un día cualquiera de
Febrero. Y no se queje mucho si usted me lee desde la capital o alrededores,
porque los residentes en el norte de España están más que hartos de una
primavera que lo es porque lo dice la hoja del calendario, pero que día tras
día muestra una cara invernal que no cesa ni en la cantidad de lluvia que cae
ni en las temperaturas, que también caen día tras día. A grandes males grandes
remedios, como no podía ser de otra manera, y es el humor la única manera de
luchar contra esta monotonía de nubes, días grises y fríos y lluvia más o menos
persistente. Los
chistes en internet proliferan como setas en otoño o musgo en laderas de
umbría, y esta web de el correo que refleja algunos de ellos demuestra que,
a veces, el tiempo no es algo de lo que sólo se habla en los ascensores o
cuando no se tiene otra cosa que decir. Sumida media España por tanto en una
primavera de corte pseudoinvernal, o al menos dominados por esa sensación, no
es de extrañar que a lo largo de la semana hayan tenido un éxito fulgurante las
noticias que relataban cómo algunas
webs de predicción meteorológica, concretamente francesas, señalaban que 2013
puede llegar a ser un año sin verano en los países de la fachada atlántica
europea, y especialmente España, en el que las temperaturas se sitúen unos tres
grados de media por debajo de lo normal para la época y las precipitaciones
sean continuadas o, en todo caso, superiores a lo habitual en nuestra estación
seca. Deseosa la población de remangarse y pasar calor (para recuerden, abjurar
del mismo a las dos semanas) estos pronósticos han caído como un mazazo, como
si fueran nuevas recomendaciones del comisario de economía Olli Rehn, siempre
agradable y divertido en sus presentaciones, y el clamor en la calle es unánime
¿Habrá verano? ¿Nos lo recortarán también? ¿La crisis se lo ha llevado?
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