No somos muy conscientes de ello,
pero apenas a 400 kilómetros sobre nuestras cabezas, una distancia casi
idéntica a la que hay entre Madrid y Elorrio, menos de la que dista desde el
edificio desde el que escribo hasta Sevilla, hay una base permanentemente habitada
por humanos desde hace años, es la Estación Espacial Internacional, uno de los
mayores frutos de la colaboración internacional en el avance de la ciencia, y
que día tras día orbita varias veces sobre nuestras cabezas. Allí, astronautas
de varias nacionalidades se turnan para mantener el complejo en buen estado,
realizar experimentos e investigar. Un proyecto apasionante.
Y ha sido Chris Hadfield,
canadiense, perteneciente al último relevo que ha terminado ya su misión, el
que ha conseguido darle la relevancia mediática que se merecía. Hadfield ha
pasado seis meses allá arriba, en compañía del resto de la tripulación, pero a
diferencia de los que le precedieron, sus dotes para la comunicación y su ansia
por contar qué es lo que pasa allí y cómo se ve el mundo desde allí han logrado
que se convierta en un fenómeno en las redes sociales y, finalmente, en los
medios de comunicación. Desde su privilegiada atalaya Chris empezó hace meses a
colgar en twitter las fotos que iba tomando de la Tierra, en las que figuraban
ciudades, accidentes geográficos y huellas de la intervención humana en la
superficie. A veces jugaba con los internautas retándoles a que descubrieran
qué era eso que había fotografiado, de qué ciudad se trataba o qué región era. Poco
a poco, y sin dejar la fotografía, se propuso contar en pequeños vídeos cómo es
el día a día en la estación, aunque esa expresión carezca de sentido allá
arriba, ya que a pesar de regirse por el horario terrestre, los habitantes del
complejo espacial ven salir y ponerse el sol varias veces a lo largo de las 24
horas de duración del día terrestre, pero esa di igual. Vimos al bueno de Chris
desayunar, lavarse, cortarse el pelo, afeitarse, dormir, y hacer un montón de
cosas que a nosotros nos parecen triviales, naturales, pero que arriba, sin
gravedad, se convierten en un asunto muy complicado. El hecho de que las cosas
no caigan hace que, por ejemplo, cortarse las uñas o el pelo exija tener
aspiradores al lado en todo momento para recoger los fragmentos desprendidos,
que corren el riesgo de dispersarse por el habitáculo y acabar en cualquier
parte no deseada. El uso del agua también es complejo, dado que flota y tiende
a agruparse formando bolas que se adhieren a las superficies, de donde deben
ser recogidas. Uno de los vídeos que más éxito tuvo fue en el que enseñó que
sucede si uno llora en el espacio. Para generar lágrimas no hizo falta que se
diera un castañazo o se pusiera a ver la programación televisiva, no. Presionando
un tubo, empezó a depositar pequeñas gotas de agua junto a sus párpados, como
si fueran lágrimas naturales, y poco a poco las gotas se iban agregando
formando una masa voluble y muy agitada, que seguía pegada al párpado y cara
del astronauta, y que no descendía. Unas gotas más y allí estaba, sobre la cara
de Hadfield, una especie de bolsa plástica, similar en su aspecto a las
prótesis mamarias, que no era sino agua, que parecía formar parte de su rostro,
y que se movía cuando él lo hacía. Por lo tanto, en ausencia de gravedad se
puede llorar, sí, pero no derramar lágrimas, por lo que el lenguaje poético no
funciona del todo bien en el espacio. Y así, vídeo a vídeo, foto a foto,
Hadfield se ha convertido en el mejor divulgador del espacio que ha existido en
los últimos años, con el añadido de que él lo ha hecho desde allí mismo. Su
simpatía, sencillez a la hora de explicar asuntos tan complejos, empatía con el
espectador y capacidad de asombro han permitido que muchas personas a las que
la carrera espacial les importa poco hayan disfrutado con ella. Sólo por eso se
merece todos los premios y elogios posibles.
Y para rematar, la apoteosis.
Antes de volver a la tierra, en pocos días, Hadfield ha grabado un último vídeo
en el que homenajea a la famosa canción Space Oddity de David Bowie. Acompañado
de una guitarra, que también toca en algunos momentos, el genio de Chris canta la
canción en un video musical con el espacio de fondo, y la ingravidez como
compañera, que no usa efecto especial alguno porque todo lo que vemos es
asombrosamente natural, y que logra emocionar a cualquiera que lo vea y
escuche. Es una maravilla. Como amante de la carrera espacial no puedo hacer
otra cosa desde aquí que darle las gracias, señor Hadfield, usted ha logrado
que muchísima gente se vuelva a enamorar del espacio, y ha demostrado que, con
audacia, valor y coraje, el hombre está llamado a hacer grandes, inmensas
cosas. Qué ejemplo, qué maravilla!!!!
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