viernes, mayo 24, 2013

Cuando predecir es imposible


Contemplar las imágenes de la destrucción causada por el tornado que ha atravesado la localidad de Moore, en Oklahoma, por ejemplo a través de esta web, impone. Manzanas enteras de casas arrasadas, de estructuras arrancadas del suelo y deshechas, de zonas en las que no ha quedado un árbol e incluso, como han comentado los corresponsales, fragmentos de césped han sido arrancados del suelo. Una destrucción que asociamos a la guerra, a la explosión de una bomba atómica, pero que ha sido causada por un fenómeno natural, una tormenta desatada que ha generado un vórtice capaz de tocar suelo, con la fuerza de un huracán concentrada en ese pequeño apéndice. Imposible hacer frente a su poder.

Pero, ¿es predecible su formación? Cuando observamos sucesos como estos siempre surge la gran pregunta ¿Por qué no se han predicho? ¿Por qué “los del tiempo” con todos sus medios, no han sido capaces de avisar a la población de que la tormenta se dirigía hacia sus casas? La respuesta es muy sencilla pero esconde una sensación de devastación profunda, al menos para quien les habla. Porque no es posible. La tecnología actual, y es fácil suponer que la futura, no permite predecir la formación y trayectoria de sucesos que, por su comportamiento, entran dentro de lo que se denominan dinámicas caóticas. La meteorología, la economía, la vulcanología, la teoría de estructuras, la dinámica de fluidos…. Muchas de las ramas del conocimiento científico que asociamos a predictibilidad y exactitud son un oscuro agujero del que no se puede sacar mucho más que la evidencia de que los sucesos que se han dado se volverán a dar en el futuro. Todos sabemos que en las zonas donde es frecuente que se produzcan terremotos los habrá en el futuro, y cuanto más tarden en darse más intensos serán, pero ¿cuándo será el momento exacto y cuánta la intensidad del fenómeno? Eso ya no se puede decir. En el caso de la meteorología, los avances en los modelos predictivos han sido espectaculares en las últimas décadas. La aplicación generalizada de los modelos informáticos y el uso cada vez más intensivo de ordenadores con capacidades de cálculo (y dimensiones y costes) difíciles de imaginar ha permitido que la previsión hoy día tenga un grado de fiabilidad en el plazo de 48 – 72 horas muy elevada, casi del 100%. Cuando vemos en televisión esos modelos de manchas de colores, bien de temperaturas o de precipitación, que evolucionan en el tiempo sobre el país de que se trate cuando el presentador le da a la animación, lo que contemplamos es el fruto de miles de millones de operaciones efectuadas por esos superordenadores que generan esas manchas de colores en movimiento. En ocasiones como el verano castellano, la previsión es relativamente más sencilla se puede alargar a varios días al saber que un anticiclón de bloqueo puede mantener los cielos despejados mucho tiempo, pero en ocasiones como las de la semana pasada, de inestabilidad, de grandes núcleos convectivos de nubes y de formación de tormentas, la predicción se complica de una manera extraordinaria, hasta el punto que determinar si en una tarde dada va a llover o no sobre una localidad y cuándo lo va a hacer es un ejercicio muy difícil, si no imposible, de contestar. Y desde luego estimar dónde se pueden producir fenómenos puntuales de la intensidad de un tornado se escapa a cualquier posibilidad de los modelos existentes. Pero es que por su propia naturaleza caótica, ni el modelo más perfecto podría determinar dónde y cuándo se desarrollará el tornado, porque ese es un concepto indeterminable. La investigación y la tecnología serán capaces, cada vez más, de afinar el grado de probabilidad de que ese fenómeno se de, y de acotar las zonas y momentos en los que puede llegar a presentarse, lo que aumentaría el margen de seguridad para alertar a la población y realizar evacuaciones, pero la certeza… no, en este campo la certeza no existirá nunca.

Vinculando un poco estos fenómenos a la reflexión de ayer, resulta que el mundo moderno, que nació entre otras cosas de la física newtoniana regida por ecuaciones universales y de la imagen el del reloj como esquema de funcionamiento de un mundo regular, ha derivado en un universo complejo, probabilístico, donde los electrones no orbitan como satélites sino que se rigen por los a veces muy absurdos principios de la mecánica cuántica, las nubes de tarde siguen creciendo en forma de cumulonimbos pero no sabemos dónde van a descargar y la economía y sus mercados muestran día a día que no siguen distribuciones estadísticas normales de colas estrechas. Cuando más sabemos más complejo parece todo y más difícil es ofrecer soluciones sencillas, reglas o pautas. Así es el apasionante mundo en el que vivimos y que, día a día, luchamos por conocer. Nunca dejaremos de aprender.

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