La escena es curiosa y parece un
juego, aunque no lo es y esconde mucha miga en su interior. En ella vemos a un
joven en un descampado semidesértico sujetando lo que parece una pistola, que
así se nos hace ver por la forma en la que el personaje la coge y apunta con
ella, pero que tiene formas y colores extraños. En un momento dado se produce
un disparo procedente de esa extraña arma y, ya sin duda, sabemos que el hombre
sujeta una pistola, que puede disparar y lo ha hecho. Es
el primer caso de un arma producida individualmente mediante impresión 3D cuya
exhibición es hecha pública por su autor.
Leído así de golpe parece que la
frase no tiene sentido, ¿impresión 3D? ¿arma? Un no iniciado en el asunto
llegaría a entender que ese joven se ha fabricado el arma, sí, pero no
entendería como ni las implicaciones que eso tiene. Y es la impresión 3D lo más
revolucionario de este asunto, aunque el ejemplo muestre como esa tecnología
puede dejar obsoleta la ley que regula la posesión de armas en breve plazo, al
igual que otras muchas. La impresión 3D es una tecnología novedosa, aún en
pruebas, pero que empieza a asomar la cabeza. Se basa en máquinas que consiguen
imprimir objetos con volumen mediante la apilación de capas plásticas. Uno
introduce un bloque de plástico a modo de tinta en la impresora, carga en ella
el programa en el que se indica el objeto que se desea imprimir, por ejemplo,
un tornillo, y la máquina empieza a coger partes de ese plástico inicial, lo
funde y genera capas que, puestas una encima de otra con la forma adecuada, van
generando el volumen del objeto que se trata de reproducir. A medida que la
impresión avanza las capas plásticas se funden entre ellas y finalmente el
objeto posee la consistencia del material del que fue construido, pero
adoptando la forma desea. Esto es una impresora 3D explicado de manera burda
pero sencilla. Así, uno si tiene este dispositivo a mano puede “crear” objetos
en casa sin necesidad de adquirirlos. Supongamos que soy un fanático de los
LEGOS, como es mi caso, pero las piezas son tan caras que me retrae comprarlas.
Podría conseguir un software en el que vienen especificados los ladrillos que
me interesan y darle a la máquina para que construya decenas, cientos de ellos,
partiendo de ese bloque plástico sólido inicial. Las posibilidades son
inmensas, dado que hay diferentes modelos que pueden trabajar con distintas
sustancias iniciales, plásticas y no, que generan objetos sólidos de muy
distintos tipos. Y al igual que pasa con todo, uno se puede ir a internet a
buscar el software en el que vienen diseñados esos objetos, bajárselo y
añadirlo a la impresora para replicarlos. Esto, que puede parecer un juguete
muy sofisticado pero diseñado en exclusiva para frikys, es una tecnología
emergente que empieza a dar mucho que hablar y que, en función de cómo
evolucione, puede llegar a cambiar muchas de las pautas de consumo y estilo de
vida que ahora consideramos naturales. Y es que poseer estos aparatos puede
hacer que sea superflua la compra de muchas de las cosas que actualmente adquirimos
en nuestro día a día, ya que podríamos fabricarlas en casa a un coste menor y
una comodidad absoluta. Como en toda nueva tecnología, está por ver hasta qué
punto las expectativas se cumplen, las previsiones son certeras y si las cosas
se van a desarrollar como se prevé, pero es indudable que tendrá un impacto en
el desarrollo de procesos industriales y de fabricación que se puede suponer
muy elevado. Y abre la puerta a escenarios difíciles de tratar o, siquiera,
imaginar, y un ejemplo es el caso de la pistola, bautizada por su autor como “liberator”
que es la excusa en la que me he basado para hablarles de este asunto.
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