miércoles, mayo 08, 2013

Para las PYMES no hay brotes verdes


¿Estamos en el inicio de una primavera económica? Viendo los indicadores financieros podría uno sospechar que es así. La prima de riesgo lleva una semana por debajo de los 300 puntos, con el bono a 10 años oscilando en torno al 4% de interés, la bolsa sube a trancas y barrancas, pero lo hace, y al otro lado del charco Wall Street está en máximos absolutos nunca registrados, tanto en el Dow Jones como en el SP 500. Diríase que el panorama financiero se despeja, pero no se confíen, soy de los que creen que esto es tan artificioso como temporal, y que responde a estímulos monetarios de los Bancos Centrales, pero espero equivocarme.

Donde sigue el invierno en su más cruda expresión es en el mundo de la PYME y su financiación. Se repite tantas veces que ya se ha convertido en tópico, pero es verdad que España es un país de PYMEs. Tenemos algunas grandes empresas, sobre todo de servicios, pero el tejido nacional se basa fundamentalmente en empresas de pequeño tamaño, a veces muy pequeño. Para esas empresas el acceso a la financiación es como el respirar para las personas, un pequeño corte de la misma puede ocasionar la muerte sin remedio. Se puede prescindir de algunos clientes, pedidos y reducir facturación, adelgazar y pasar hambre durante un tiempo, pero sin respirar, sin líneas de crédito que mantengan fresca la tesorería, no hay nada que hacer. Y desde que empezó esta condenada crisis una de las cosas que se ha mantenido invariable ha sido el cerrojazo del crédito por parte de las entidades financieras, tras una época de exceso. Tradicionalmente la empresa española vivía casi en exclusiva de la financiación bancaria, contando con líneas de crédito preferenciales o productos similares, pero sin salirse de la sucursal de turno. Su escaso tamaño le ha impedido dotarse de una capacidad de generación de caja que le permitiera afrontar inversiones y, viviendo bastante al día, era el “tío del banco” el que permitía seguir en el negocio. Llegó la crisis, y al” tío de banco” o le echaron o le pusieron un bozal, y ya no se supo más de él. Sin acceso a ese crédito, el cierre de muchas PYMEs era inevitable, y empezaron a caer aquellas que tenían mayor debilidad financiera o que, en los años de exceso, afrontaron inversiones desmesuradas que la bajada de demanda ha convertido en inútiles derroches. Muchas de ellas estaban mal planificadas y crecieron en un ambiente de liquidez excesiva, por lo que su caída era, hasta cierto punto, natural, pero a medida que la crisis se ha transformado en depresión y la duración de la misma se extiende ya la friolera de cinco años cada vez son más las empresas que, simplemente, ya no pueden aguantar más y se caen, víctimas de la fuga de clientes, bajada de pedidos, impagos de administraciones y demás. En muchos casos la renovación de los créditos que tenían concedidos les hubiera podido dar un margen, más tiempo para poder replantearse la situación y tratar, aunque fuera a la desesperada, buscar una salida, una alternativa de negocio o nuevos clientes donde nunca antes lo hubieran intentado. Pero no. Se han encontrado con las puertas de los bancos cerrados, obsesionados como están por lograr cumplir los requisitos de capital y deshacerse del muerto inmobiliario que destroza sus cuentas Y por parte de las administraciones y gobiernos no han encontrado ni comprensión ni apoyo, sino más bien todo lo contrario. Las autoridades locales siguen sin pagarles lo debido y les sablan a impuestos, mientras que desde el gobierno del PP, como antes el del PSOE, se les sigue exigiendo pagar un IVA de facturas que no han cobrado y, si es posible, se les grava aún más. El plan de pago a proveedores de Hacienda ha sido la única medida de apoyo efectivo a las PYMEs que se ha llevado a cabo, pero por lo demás todo sigue igual o peros que siempre.

¿Consecuencias? La desertización. Leer artículos como este, en el que se relata cómo los tipos de interés de los créditos a las empresas se sitúan en diferenciales de hasta 9 puntos sobre el euríbor producen sonrojo y deprimen. El tejido empresarial, como un bosque en verano, arde sin control y no se ven visos de que las llamas bajen de intensidad ni de que los bomberos se movilicen. Cuando acabe el incendio nos encontraremos con un territorio arrasado, desprovisto de la mayor parte de las industrias y negocios que, como los campos y montes, costará décadas de esfuerzo y trabajo volver a repoblar de empresas y empleo. Ese drama, que no ocupa portadas, es quizás el problema de fondo de nuestra economía, y aun así nadie parece darle la importancia debida.

2 comentarios:

peich dijo...

Tranquilo que ya ha anunciado la alcaldesa de Madrid que han puesto en marcha un programa de creación de empresas online y esto se soluciona en un plis-plas.

David Azcárate dijo...

mmm, no le veo saltando a la arena de la economía productiva, no.... Gracias!!!