viernes, mayo 31, 2013

La guerra en Siria se desmadra


Definitivamente la peor de las hipótesis se ha cumplido, y la guerra en Siria, que empezó como una revuelta al estilo de anteriores episodios de la llamada primavera árabe, y que poco después se transformó en una cruenta guerra civil al estilo libio, ya se ha convertido en un conflicto internacional, sucio, muy sucio, en el que agentes exteriores al país juegan sus bazas y matan en nombre de ellas, y en el que potencias exteriores muestran su apoyo más o menos descarado a alguna de las facciones. La confirmación por parte del régimen de Asad de que Moscú ya le ha entregado las primeras remesas de misiles ha sido el paso definitivo para la total internacionalización.

Veamos quienes se enfrentan allí. Por un lado está el régimen de los Asad, la dictadura gobernante, que desde el inicio de la guerra vio como Irán y Rusia le mostraban un decidido apoyo diplomático y mediático, aunque que se sepa, hasta esta semana, sin suministrarle ni armamento ni cualquier otro tipo de apoyo logístico. También la guerrilla chií de Hezbola, armada y entrenada por Irán, y que desde los ochenta, con el total apoyo de Siria, interviene en el norte del Líbano como un títere al servicio de Damasco, mostró su entusiasmo y apoyo al régimen de los Asad y, muy importante, desde hace unas semanas combate en la zona fronteriza entre Siria y Líbano para tratar de acabar con las guerrillas opositoras, habiéndose convertido de facto en una fuerza militar integrada en la órbita del ejército sirio. Frente a ellos se encuentra una amalgama mucho más compleja y confusa de grupúsculos que, en apariencia, sólo comparten la idea de un cambio de régimen en Damasco, pero poco más. Capas de población siria, y muchos otros residentes del país, que iniciaron las protestas y revueltas y que, poco a poco, se han ido convirtiendo en una improvisada fuerza militar inconexa y mal entrenada. Junto a ellos combaten gentes procedentes de diversas naciones musulmanas, radicalizadas o directamente fanáticas, que han encontrado en la guerra de Siria el campo de la yihad que en su día fue Afganistán o Irak. Se sospecha que grupos afines a Al Queda están muy presentes en la zona y que, en el fragor de la batalla, logran entrenamiento y acceso a armamento militar pesado que, si no es usado allí, será desviado para otros fines. Más o menos todo el mundo sospecha que Qatar, la potencia económica y diplomática emergente en la zona, financia a estos rebeldes, e incluso les dota de armamento a través de redes clandestina de contrabando, pero no hay pruebas de ello y asegurarlo de manera escrita es algo arriesgado. El otro actor regional que se opone al régimen de Asad y, que se sepa, sólo ha intervenido diplomáticamente, es Israel, que tiene varios frentes abiertos en la zona. Por una parte no le viene bien que gane la contienda un régimen que, desde hace décadas, es enemigo jurado del estado judío y con el que ha tenido varios enfrentamientos y guerras no declaradas, especialmente en el escenario libanés y los Altos del Golán. Por otro la presencia de Hezbolá, que cuando puede actúa contra Israel, es un nuevo acicate para que desde Jerusalén se planteen una intervención directa en la batalla, dado que si mis enemigos atacan a alguien ese alguien puede ser mi amigo. Por el lado contrario a la intervención Israel sopesa los costes de la misma, la incertidumbre de la situación actual y el saber que hay islamistas que, en caso de caída del régimen, podrían hacerse con un enorme poder en un país con el que comparte frontera. Sin embargo, la entrega de los misiles rusos puede decantar la posición del gobierno Netanyahu hacia la intervención, porque el riesgo de que armamento de ese tipo acabe en manos de la guerrilla de Hezbolá es, quizás, excesivo, y por ello se está planteando la intervención.

¿Y el resto? Miramos asombrados y asustados pero, en la práctica, no hacemos nada. Turquía intervino cuando el ejército Siria llegó a golpear su territorio, y no esconde su animadversión hacia Asad y sus secuaces, pero no le interesa embarcarse en una guerra, al menos por el momento, y las potencias occidentales no se deciden ni a apoyar a unos rebeldes en los que no confían ni a atacar a un régimen que cuenta con apoyos muy serios en Moscú y, no lo olvidemos, Pekín. Y de mientras la guerra, sigue, el país se desangra, los ataques químicos se suceden, los corazones se arrancan y mastican, recordando alguna escena de Juego de Tronos que pensábamos, ingenuos, que era fruto de una imaginación exacerbada, y el caos se extiende sin freno por la región. Si pase lo que pase Siria ya es un desastre, la cosa tiene pinta de acabar a un peor. ¿Intervenimos de una vez o no? ¿Qué podemos hacer? ¿Qué debemos hacer?

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