Definitivamente la peor de las
hipótesis se ha cumplido, y la guerra en Siria, que empezó como una revuelta al
estilo de anteriores episodios de la llamada primavera árabe, y que poco
después se transformó en una cruenta guerra civil al estilo libio, ya se ha
convertido en un conflicto internacional, sucio, muy sucio, en el que agentes
exteriores al país juegan sus bazas y matan en nombre de ellas, y en el que potencias
exteriores muestran su apoyo más o menos descarado a alguna de las facciones. La
confirmación por parte del régimen de Asad de que Moscú ya le ha entregado las
primeras remesas de misiles ha sido el paso definitivo para la total
internacionalización.
Veamos quienes se enfrentan allí.
Por un lado está el régimen de los Asad, la dictadura gobernante, que desde el
inicio de la guerra vio como Irán y Rusia le mostraban un decidido apoyo
diplomático y mediático, aunque que se sepa, hasta esta semana, sin
suministrarle ni armamento ni cualquier otro tipo de apoyo logístico. También
la guerrilla chií de Hezbola, armada y entrenada por Irán, y que desde los
ochenta, con el total apoyo de Siria, interviene en el norte del Líbano como un
títere al servicio de Damasco, mostró su entusiasmo y apoyo al régimen de los
Asad y, muy importante, desde hace unas semanas combate en la zona fronteriza
entre Siria y Líbano para tratar de acabar con las guerrillas opositoras, habiéndose
convertido de facto en una fuerza militar integrada en la órbita del ejército
sirio. Frente a ellos se encuentra una amalgama mucho más compleja y confusa de
grupúsculos que, en apariencia, sólo comparten la idea de un cambio de régimen
en Damasco, pero poco más. Capas de población siria, y muchos otros residentes
del país, que iniciaron las protestas y revueltas y que, poco a poco, se han
ido convirtiendo en una improvisada fuerza militar inconexa y mal entrenada. Junto
a ellos combaten gentes procedentes de diversas naciones musulmanas,
radicalizadas o directamente fanáticas, que han encontrado en la guerra de
Siria el campo de la yihad que en su día fue Afganistán o Irak. Se sospecha que
grupos afines a Al Queda están muy presentes en la zona y que, en el fragor de
la batalla, logran entrenamiento y acceso a armamento militar pesado que, si no
es usado allí, será desviado para otros fines. Más o menos todo el mundo
sospecha que Qatar, la potencia económica y diplomática emergente en la zona,
financia a estos rebeldes, e incluso les dota de armamento a través de redes
clandestina de contrabando, pero no hay pruebas de ello y asegurarlo de manera
escrita es algo arriesgado. El otro actor regional que se opone al régimen de
Asad y, que se sepa, sólo ha intervenido diplomáticamente, es Israel, que tiene
varios frentes abiertos en la zona. Por una parte no le viene bien que gane la
contienda un régimen que, desde hace décadas, es enemigo jurado del estado
judío y con el que ha tenido varios enfrentamientos y guerras no declaradas,
especialmente en el escenario libanés y los Altos del Golán. Por otro la
presencia de Hezbolá, que cuando puede actúa contra Israel, es un nuevo acicate
para que desde Jerusalén se planteen una intervención directa en la batalla,
dado que si mis enemigos atacan a alguien ese alguien puede ser mi amigo. Por
el lado contrario a la intervención Israel sopesa los costes de la misma, la
incertidumbre de la situación actual y el saber que hay islamistas que, en caso
de caída del régimen, podrían hacerse con un enorme poder en un país con el que
comparte frontera. Sin embargo, la entrega de los misiles rusos puede decantar
la posición del gobierno Netanyahu hacia la intervención, porque el riesgo de
que armamento de ese tipo acabe en manos de la guerrilla de Hezbolá es, quizás,
excesivo, y por ello se está planteando la intervención.
No hay comentarios:
Publicar un comentario