Y fíjense que hoy hay temas
económicos a patadas, como los datos de Eurostat sobre lo mal o muy mal que se
ha comportado Europa en el primer trimestre de 2013, o la rebelión autonómica
de los barones del PP por el déficit asimétrico, otro eufemismo más para
aprenderse, o la polémica del contrato único, que tarde o temprano defenderé
desde esta tribuna, pero no. Hoy quiero hablarles de ciencia, cosa que hago
menos de lo que debiera y me gustaría, y es que no siempre en los informativos
aparecen descubrimientos científicos en los titulares, y hoy es un día de esos,
para analizar y celebrar.
Vaya por delante que no soy un
experto en biología, por lo que seguro que incurro en muchos errores formales y
de uso de palabras erróneas, pero la noticia así, en bruto, es que se
ha logrado practicar con éxito un proceso de clonación celular en la especie
humana, como el que acabó desencadenando en el parto de la oveja Dolly hace
ya varios años. Científicos de la Universidad de Oregón, entre los que se
encuentra una española que fue despedida del centro Príncipe Felipe de Valencia
(se recorta en donde no se debe y pasa lo que pasa) han logrado implantar el genoma
de una célula de un ser humano vivo y adulto en un óvulo no fecundado. Dado que
la célula adulta posee el juego completo de genes de un individuo, el óvulo
modificado, originalmente poseedor sólo de la mitad de la carga genética de un
individuo, se comporta como si hubiera sido fecundado por el espermatozoide,
portador de la otra mitad de la carga en un proceso sexual común, y empieza de
proceso de división que da lugar a un embrión humano, y por tanto la creación
de células madre embrionarias, dotadas obviamente de la carga genética del
donante. Recordemos que las células madre son aquellas que aún no se han
diferenciado, es decir, convertido en células especializadas que forman órganos
concretos, como riñones, huesos, músculo o tejido nervioso. Una célula madre
puede ser cualquier tipo de célula del cuerpo, y por tanto permitir regenerar
cualquier tipo de órgano en caso de pérdida o deterioro del mismo. ¿Milagros?
Sí en nuestra especie, pero no en otras, como en el caso de las estrellas de
mar, que pueden regenerar brazos si los han perdido, por ejemplo. Una vez que
el embrión llega a una etapa de desarrollo suficiente en la que se conforma un
cuerpo complejo las células madre se han diferenciado por completo y
desaparecen, quedando un único “residuo” de las mismas en el cordón umbilical,
que hoy en día previo pago es posible conservar tras el parto, y que permite
regenerar tejidos de la médula espinal, pero sólo de ese órgano. Obviamente
cuando se descubrieron las propiedades de estas células madres, “stem cell” en
terminología anglosajona, hubo una carrera por tratar de conseguirlas, y se
abordaron dos caminos. El primero fue el logrado ayer, que tras la creación de
Dolly parecía el más sencillo y prometedor, así como el más complejo desde el
punto de vista ético al sacrificar al embrión creado, clon de una persona
existente. En 2004 se produjo el anunció de que se había logrado lo que ayer se
hizo público, anuncio efectuado por el doctor coreano Woo Suk Hwang. La réplica
y estudio de aquel experimento demostró que era un fraude, se organizó un gran
escándalo y la carrera de Woo y la vía clonación entraron en barrena. Tras años
de silencio se empezó a estudiar una segunda vía de ataque al problema, que es
la llamada reprogramación celular, basada en la modificación de las células de
un tejido dado para que vuelvan a convertirse en madres, revertiendo el proceso
de diferenciación que tuvo lugar en ellas al inicio de su vida, de donde surgen
las células IPS. Este camino, complejo técnicamente pero ausente de problemas
éticos, tuvo éxito hace un año, y el científico que lo
logró, Yamasaka, obtuvo el Nobel el año pasado. Pese a ello, estas células
IPS no son la panacea y recientes
estudios demuestran que siguen habiendo algunos problemas en su desarrollo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario