miércoles, junio 05, 2013

El difícil futuro del coche eléctrico


Cuando salgo de la parada de metro de mi trabajo todas las mañanas veo, junto al paso de cebra que conecta la boca con el edificio de las oficinas, un poste de recarga de vehículos eléctricos plantado en la mitad de la nada, solitario, indiferente al paso de las miles de personas que cada día transitarán junto a él. Pocos metros más abajo hay un poste de expedición de tickets del aparcamiento regulado, que sospecho, me temo, tiene una vida mucho más activa e intensa que su “achispado” vecino. Ese poste medio abandonado es una muestra del difícil camino que le espera al coche eléctrico para su implantación.

En estos días se ha hecho pública la noticia de la quiebra de Better Place, una empresa israelí fabricante de baterías que tenía un contrato con marcas como Renault Nissan para el suministro y mantenimiento de baterías de sus modelos eléctricos. Cuando se fundó, hace no muchos años, la empresa nació con el objeto de hacer del coche eléctrico el medio de movilidad por excelencia en Israel, llegando a afirmar que en un plazo de no muchos años todos los vehículos que circulasen por el estado hebreo serían alimentados por sus baterías, y la red que ella instalaría de cambio y sustitución de las mismas sería capaz de cubrir todo el país. Unos años y varios cientos de millones de dólares después Better Place quiebra ahogada en las deudas, habiendo sido incapaz de cumplir las promesas soñadas, no habiendo desarrollado red alguna de suministro de baterías y con las ventas de los modelos eléctricos de sus marcas de referencia en niveles casi anecdóticos. Es la historia, otra más, de un sueño convertido en pesadilla, que lo tenía casi todo para poder ser exitoso pero que ha fracasado por un problema tecnológico de fondo y uno de logística asociado. El tecnológico es la escasa duración de las actuales baterías, un problema que afecta a los vehículos pero que usted y yo sufrimos en el día a día de nuestros móviles, pequeños ordenadores llenos de prestaciones que apenas son capaces de resistir un día entero con la batería cargada si se les da un uso normal. En caso de que aprieten mucho el dedo sobre su pantalla deberán ir provistos de cargadores para, cada pocas horas, enchufarlos allá donde encuentren una clavija libre. Si en el caso de los móviles esto es engorroso, se convierte en un problema colosal para el concepto de transporte, porque aunque las actuales baterías aguantan distancias de entorno a los cien kilómetros, menos del uso diario para el trabajo de la mayor parte de los conductores occidentales, no es menos cierto que uno no se compra un coche para ir al trabajo y otro para hacer desplazamientos largos, sino que usa el mismo para todo, y esas limitaciones hacen que comprarse un coche eléctrico sea una apuesta muy elitista y peligros, porque como se agote al batería por la razón que sea te quedas colgado en a saber dónde. Ahí llega el problema logístico, que se retroalimenta de las escasas ventas derivadas del fallo anterior. ¿Qué sentido tiene establecer una costosa y enorme red de “electrolineras” o cambiadores de baterías si apenas hay vehículos que puedan utilizarlas? El despliegue de la red de gasolineras que ahora cubren nuestros países ha sido un proceso de décadas, a medida que el coche de gasolina se ha ido adueñando del territorio. No en EEUU, pero en España muchos recordarán los tiempos en los que la gasolinera del pueblo era la única que había en kilómetros a la redonda, y las leyes establecían limitaciones claras respecto a dónde podían ubicarse y donde no. Crear de la nada una red de abastecimiento eléctrico es posible, sí, pero muy muy caro, y requiere que haya una demanda enorme para espolear su desarrollo. Si no hay demanda no hay red, y el problema se retroalimenta nuevamente.

¿Cuáles son las opciones, por tanto, del coche eléctrico? Con la tecnología actual el futuro es el híbrido, que sigue dependiendo de la gasolina y usa un motor eléctrico auxiliar para reducir emisiones y costes, sobre todo en desplazamientos urbanos. Sólo una revolución en las baterías, quizás la que puede alumbrar el descubrimiento de esta chica de 20 años, o los desarrollos que lleva a cabo Tesla Motors en California, serían capaces de dotar de la autonomía necesaria a los vehículos como para plantearse el cambio de concepto en la movilidad. Ojalá, porque el motor eléctrico es mucho más eficiente, silencioso y limpio que el de gasolina, pero de momento la cosa está así de cruda, y el poste de recarga de mi plaza va a seguir bastante tiempo sirviendo como pequeño reloj de sol y no como punto de abastecimiento de energía.

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