miércoles, junio 26, 2013

Wert no deja de meterse en charcos


El Ministro de Educación, Jose Ignacio Wert es un chollo para los periodistas. Su apellido se puede escribir de corrido, dado que sus caracteres forman parte de la secuencia de la fila superior que define a los teclados occidentales, ese famoso qWERTty, y cada vez que habla ofrece declaraciones jugosas que, sin duda, alimentarán feroces polémicas, batallas políticas y nuevas declaraciones de otros partidos y componentes del sistema educativo, que llenarán columnas de opinión (como esta, pero remuneradas) páginas de articulistas y horas y horas de tertulia. Sí, este hombre es una joya para los medios, como lo fue Mourinho para la prensa deportiva, que seguro es la única que le echa de menos.

El caso de la nota de corte para las becas, el famoso 6,5, ha sido el más reciente, pero sólo el último de una serie de polémicas que han acabado por enfangar el campo de la educación, que ya de por sí es bastante farragoso, convirtiéndolo en lo que nunca debiera ser, un lugar de enfrentamiento partidista en el que la demagogia, el simplismo y la palabrería dominen frente a la visión de estado, el largo plazo y la consecución de objetivos globales. En este sentido Wert ha fracasado por completo. La educación es un asunto muy complejo, y que en España funciona mal, se mire como se mire. Tanto en los tramos de la ESO como el Bachillerato o la Universidad, los resultados que ofrece el sistema educativo nacional son, como mínimo, vulgares, cuando no directamente sonrojantes. Se podrá criticar mucho la metodología con la que se elaboran rankings como el de PISA para educación primaria y secundaria o el de la Universidad de Shanghái para centros universitarios, pero el que año tras año, desde hace muchísimos, ambos sitúen a España en un lugar tercermundista es como para hacérselo mirar, y muy bien. Se podrá objetar que ambas clasificaciones miden cosas muy distintas y que los remedios que se deben aplicar en distintos tramos escolares deben ser diferentes porque también son los problemas, y estaré completamente de acuerdo, pero lo cierto es que no se aplica remedio alguno. Es más, cada vez que se mencionan las carencias de cualquiera de los tramos escolares surgen al instante voces que se rasgan las vestiduras, afirman que su centro o región es la más puntera y que esas listas internacionales sesgan y no son capaces de medir adecuadamente al infinita calidad de la educación que ofrecen. Cada vez que oigo cosas así me enervo, se lo confieso. Y así, día tras día, la discusión eterna en este país es si los niños deben o no estudiar religión en las aulas, debate solucionado hace décadas en nuestro entorno, o si deben pasar de cuso independientemente de que hayan aprobado o no, asunto que en otros países también han conseguido acordar hace mucho tiempo, mientras que los problema serios no se abordan. La calidad del profesorado y su proceso de formación, los medios con los que se cuenta, la valoración social de la educación, la introducción de competencia real entre las universidades, el premio al esfuerzo, el diseño de unos contenidos pedagógicos y que sean capaces de transmitir lo complejo que es el mundo actual, la necesaria presencia de la filosofía, lectura y otras asignaturas de letras, despreciadas por completo, la inclusión de la música o el ajedrez como asignaturas complementarias durante ciertos tramos del currículum, la estabilidad de las normas educativas en el tiempo, la necesidad de despolitizar los temarios y alejarlos del paleto nacionalismo localista que ahora los inunda tanto en el País Vasco como en Murcia o Madrid… nada de eso parece importar ni a los rectores de las universidades ni a los gestores de los centros ni, sobre todo, a los políticos de todo signo que, sospecho, ven a la educación como el gran problema, la única de las materias capaces de hacer ver a la población lo inepta y cutre que es su clase dirigente y que puede, a largo plazo, desestabilizar las estructuras de poder anquilosadas en este país. Por eso creo que el objetivo último de todo político en España, sea cual sea su presunta ideología, es cargarse la educación para mantenerse en el poder el mayor tiempo posible.

El caso concreto de Wert no parece ser ajeno a esta idea. Cuando fue nombrado su procedencia del mundo de la investigación social y el que no fuera un miembro del aparato de los partidos me hizo verle con buenos ojos. Sangre fresca, aires renovados, pensé, a ver qué tal sale… Me preocupaba su promiscuidad tertuliana, que como en casi todos los casos es dada a la frase fácil, el titular simplón y la bronca, y esa preocupación ha ido mutando con los meses en tristeza al comprobar como Wert se comporta como tertuliano cada vez que habla, haciendo ver que sique teniendo la sensación de estar en un estudio de televisión y de ingresar en nómina según la audiencia que generen sus declaraciones. Así no se pueden hacer las cosas, y en el campo de la educación, aún menos.

No hay comentarios: