En mi trabajo me paso casi todo
el día rodeado de números, creándolos y usándolos para fines de lo más variado.
Muchos de ellos se generan o definen informáticamente, mediante sumas,
algoritmos, secuencias y operaciones variadas, pero muchos otros,
evidentemente, hay que teclearlos a mano, cosa que les aviso es tediosa y muy
dada a cometer errores. Sí, errores, obviamente todos nos equivocamos, y
también, y a veces no poco. Pasan días sin falló alguno y, de repente, PUM,
unas cifras que no cuadran, un comprobante que salta y a la porra lo que llevo
hecho desde hace un rato, y a descubrir dónde está el fallo.
Mi experiencia me ha hecho ir
fabricando comprobantes a lo largo de los cálculos que realizo para verificar
que las cifras, en el camino, están siguiendo los pasos que deben. Son como
testigos de alerta que, al menos, te indican que esas operaciones están bien
hechas. El error, de existir, no estará allí, y eso acota las posibilidades de
fallar y, en caso de hacerlo, limita los sitios en los que rastrear el
entuerto, haciendo que sea más fácil y rápido encontrar la fuente de problemas.
Por ello, entiendo en parte que el revuelo que se ha formado en relación al
error de Hacienda respecto a la asignación de fincas a la Infanta Cristina
pueda tener, hasta cierto punto, una base de error informático o contable. Las
aplicaciones de gestión que utilizamos en el trabajo empiezan a tener unas
dimensione que desbordan a muchos programadores. La extensión de sus códigos y
los múltiples condicionantes y algoritmos que en ellos se encierran pueden
enmascarar fallos “bugs” que salten sólo en ocasiones muy concretas y ante
situaciones raras. ¿Ha sido el curioso DNI de la infanta, 14Z, el causante de
este problema? Pudiera ser, aunque lo dudo. El que los miembros de la familia
real tengan DNIs de dos dígitos, en vez de los ocho que tenemos todos, con
letra de control en todo caso, quizás sea un factor que no estaba contemplado
en el programa de Hacienda que recoge sus datos de las bases de los
registradores, quizás siempre preguntaba por campos DNI de ocho dígitos más letras
y, al hacer una consulta y encontrarse con un DNI de dos cifras se volvió tonto
y generó un volcado erróneo. Extraño, sí, pero pudiera ser, ya les digo que el
día a día del uso de números y aplicaciones puede generar resultados muy raros,
pero en todo caso esto, si ha sido un problema técnico, es muy fácil de
solucionar. Hoy por la mañana comparece la jefa de la AEAT, la Agencia que gestiona
el IRPF y resto de impuestos junto con responsables del colegio de
registradores y notarios, y un grupo de informáticos de todas estas entidades,
y explican cómo funciona el trasvase de datos, qué aparece en la fuente
original, cómo se vuelcan los datos a la AEAT, cómo los trata y almacena
Hacienda, y cómo genera consultas y listados como el que nos está ocupando,
para así determinar en qué punto se ha producido el error informático. Como el
fallo ha sido muy serio, en esa rueda de prensa se ofrecen algunas cabezas,
dimisiones y disculpas, en primer lugar a la Infanta, que es la primera
perjudicada por este asunto, y después al resto de ciudadanos y contribuyentes,
tanto por el malestar que está generando todo este asunto como por la sensación
de inseguridad que produce que el lugar en el que reside nuestra información
fiscal (la de los que declaramos, al menos) pueda ser origen de errores tan
graves que, en caso de producirse sobre una persona anónima, pueden acarrearle
grave problemas judiciales y de otro tipo. Si la cuestión es técnica, técnica
debe ser su explicación y respuesta, y técnicas sobre todo deben ser las
cabezas que se ofrezcan en bandeja para apaciguar los ánimos de una sociedad,
nuevamente, perpleja ante una caso que no entiende en lo más mínimo.
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