viernes, noviembre 29, 2013

Rubalcaba sufrió ayer un atentado contra su libertad de expresión


Ayer tuvo lugar otro de esos actos, que cada vez son más habituales, en el que un grupo de energúmenos, imbuidos de gracia, razón y autoridad concedida por ellos mismos, impidieron la expresión de un líder político y reventaron el acto en el que iba a participar. El hecho tuvo lugar en Granada, en la Facultad de Ciencias de la Universidad, y el político agredido fue Rubalcaba. Los atacantes se autoidentificaban como miembros de la plataforma de stop desahucios y el 15M y no cesaron en su ruidosa e incívica protesta hasta que el acto tuvo que ser finalmente suspendido. Junto a Rubalcaba, el resto de presentes también resultaron agredidos al ver cercenados sus derechos.

No es la primera vez que sucede algo así. De hecho se empezó a poner de moda hace algunos años, y escenas similares las han vivido tanto políticos como otros personajes, de espectro ideológico amplio. Obviamente, el que actos así se repitan sólo es indicativo de que la anormalidad crece. En esta coyuntura en la que vivimos, en la que la ira social está mucho más a flor de piel debido a los desastres provocados por la crisis, existe la tentación de minimizar estos comportamientos, incluso buscarles justificación. No, nunca. Lo que ayer se vivió fue un acto profundamente antidemocrático, que atentaba contra la libertad de expresión de un ciudadano, Rubalcaba, y de paso contra la de todos los que se habían congregado en el lugar para escucharle. Ayer vimos nuevamente como la sinrazón, el griterío, la fuerza y la masa pueden imponerse a la palabra y el debate, y como la sociedad que hemos conformado, basada en unas reglas que nos parecen poderosas e inmutables, es frágil y puede ser derrotada por un grupo que tenga muy claro cuáles son sus fines y no repare en medios para conseguirlos. Impedir que un ciudadano se exprese es una forma profunda y vil de humillarle, y el inicio de un camino muy peligroso, que culmina con la eliminación del ciudadano. Sin expresión nuestra opinión no es que no cuente, es que simplemente no existe, no se oye, y lo que no existe no se tiene en cuenta. Tapar la boca, a los medios de comunicación, a las expresiones políticas, a la ciudadanía, a las personas individuales, ha sido una de las primeras acciones que han llevado a cabo los regímenes dictatoriales, en los que la única expresión es la que emana del poder, y el resto son ahogadas en prohibiciones, palos y amenazas. Ayer esos grupúsculos que enarbolan banderas y consignas en las que se puede leer “democracia real ya” demostraron poseer una vena totalitaria muy clásica, que trata de que sólo su voz se oiga, y no se frena en nada para impedir que el resto la eleven. Ayer sólo tenían pancartas y gargantas, y las usaron hasta el límite para acallar al resto. ¿Se los imaginan con armas y poder de verdad? Como estoy seguro de que no todos los miembros de estas plataformas están de acuerdo con lo que ayer sucedió espero que se manifiesten de alguna manera para condenarlo, reprobarlo y expresar su oposición a los que, amparados en esas ideas, las han pervertido hasta el extremo. Lo malo es que, como sucede en muchas ocasiones, y en el País Vasco tenemos amplia y triste experiencia al respecto, los violentos acallan las voces de los opuestos en sus propias filas, sembrando el temor y convirtiéndose en la vanguardia del movimiento, horrenda expresión que remite al siglo pasado y a ideologías violentas y destructivas, pero que visto lo visto se mantienen demasiado firmes en nuestros días. La lucha por la libertad de expresión debe ser constante y en todo momento. Si nos relajamos vendrán otros que nos la quitarán. Ayer vimos cómo puede suceder algo así.

Un pequeño apunte sobre un aspecto que me parece muy importante. Por la noche, en el debate del 24 horas, casi todos los comentaristas, de ideologías diversas, quitaron importancia a lo sucedido y, al igual que cuando pasó con políticos del PP y otras ideologías, los calificaron como chiquilladas y pataletas. No. Enorme error. La ceguera con la que esos comentaristas, que supongo más cultos y experimentados que yo, trataban algo tan grave casi me asustó tanto como el hecho en sí. Nuevamente, la defensa de la libertad de expresión es sagrada, y un acto como el de ayer fue una violación de la democracia, y si eso no se entiende y denuncia, estaremos perdiendo un terreno valiosísimo frente a los totalitarios. No podemos consentirlo.

Subo a Elorrio el fin de semana y me cojo el Lunes festivo. Abríguense y hasta el Martes 3

jueves, noviembre 28, 2013

Madrid y su esquiva relación con la nieve


Tímida, recelosa, como sabiendo que es ansiada pero no querida, oculta en la noche, cuando nadie puede verla, salvo los noctámbulos o los perdidos. Como queriendo no hacer ruido, diciendo un “hola” muy bajito, susurrante, de esos que pronuncian las madres a sus hijos pequeños cuando se han dormido para no despertarles, la nieve ha llegado a mi barrio madrileño. Ha cubierto con un fina capa los coches, jardines, copas de árboles aún cargadas de hojas, y ha otorgado una estampa idílica al paisaje tedioso y estático de todas las mañanas.

Pero compruebo, con sorpresa, que al salir de la estación de metro de mi trabajo, sito en la ciudad pero mucho más al norte, a unos 7 kilómetros de distancia de mi casa, la nieve no es sino un recuerdo de la memoria reciente. Los tejados que observo desde mi ventana muestran trazas blancas, pero son el único signo que me recuerda que lo que he visto al levantarme no es ningún espejismo. Jardines, aceras, los árboles y sus aún visibles hojas, los coches estacionados y los que circulan… en ninguno de esos puntos se aprecia copo alguno ni muestra de nieve. Es como si el metro se hubiera transformado en un tren de alta velocidad y el viaje subterráneo que he hecho para llegar hasta aquí hubiera sido, en realidad, un periplo de muchos kilómetros, cientos, que me han trasladado desde la estampa invernal que contemplaba desde la ventana de mi salón hasta un lugar frío, desde luego, pero alejado por completo del blanco espumillón verdadero que se llama nieve, y que a muchos hay que describir porque no tienen claro cómo diferenciarlo de eso que se echa en estas fechas para decorar. “Así que ha nevado en la parte sur y este de la ciudad pero no en la zona norte” me respondo a mi mismo a medida que subo en el ascensor tras dejar la fría calle. “Curioso”. Espero al menos que en los lugares de residencia de algunos de mis compañeros de trabajo también haya nevado, porque como sólo lo haya hecho en mi barrio la cara de incredulidad que pongan cuando les diga que he visto la nieve al levantarme será sustituida al poco rato por el simple cachondeo. Los manchones blancos que se aprecian en las terrazas que diviso desde la ventana pueden servirme como prueba pericial. “¿Reconoce el testigo en esa imagen la presencia de la nieve?” podría preguntarles, como queriendo hacer que un juicio de realidad refrendara mis palabras y otorgara credibilidad a mi testimonio. Quizás esa sea la única prueba a la que pueda agarrarme, más allá de mi credulidad. Pero como poco a poco empiece a circular un coro de voces diciendo que en su barrio no ha nevado, que sí, que han visto unos copos pero ni cuajar ni nada, que algo han oído pero que seguro que no es cierto, y demás expresiones por el estilo, acabaré predicando en el desierto, como esos agoreros que avisan de las inclemencias meteorológicas o económicas y, tras no cumplirse, son tomados por chalados. Yo os juro que he visto la nieve esta mañana sobre los jardines y coches, no en forma de Virgen María aparecida, sino como barniz, capa fina que todo lo cubría, que decoraba y aislaba, que aumentaba la sensación de frío que no se va desde hace muchos días, y que tenía el significado del invierno escrito en cada uno de sus poros, formas y marcas.

Poco a poco empieza a levantar el día, y creo que las manchas que se observan muy al fondo me podrán servir como testigos de que lo que digo es cierto, y de que esta noche, tras muchos días de sol radiante y ausencia de nubes, ha nevado en Madrid, una ciudad en la que la nieve es tan rara como una amante que quiera vivir contigo, en la que la pasión por el copo blanco dura lo que tarda en cuajar en la calle y convertirla en un atasco lleno de coches ruidosos y enfadados conductores. Quizás por eso la nieve no se atreve a tocarnos. Nos roza, insinúa, más como madre que como pasional querida, y dice ese “hola” en bajito para que sepamos que está ahí, pero que no nos importunará….

miércoles, noviembre 27, 2013

Disturbios en Ucrania por querer entrar en la UE


Muchas veces la mejor forma de analizar un problema o situación es abstraerse de él, salirse y observarlo en perspectiva, desde fuera. Es probable que así obtengamos una idea cierta de su dimensión y de lo grave o leve que es. Viviendo inmersos en nuestros problemas tendemos a sobrevalorarlos, a sobredimensionarlos, se nos hacen inmensos, y esto nos impide actuar contra ellos. Esta táctica es válida tanto para los complejos asuntos del día a día de cada uno de nosotros como para los asuntos de otras personas y entidades. También vale para las naciones y, desde luego, para esa entidad de la que formamos parte y llamamos UE.

Desde hace una semana violentos disturbios se suceden en las calles de Kiev y otras ciudades ucranianas, tras la ruptura de las negociaciones que se desarrollaban entre el gobierno ucraniano y los representantes de la UE, de cara a la firma de lo que se denomina un Acuerdo de Asociación, un tratado de colaboración entre ambas entidades destinado en este caso a reforzar los vínculos comerciales, culturales y emocionales entre la UE y Ucrania, un país que no pertenece al club de Bruselas pero que, inevitablemente, sí forma parte de lo que entendemos como Europa. Las causas de la ruptura son complejas, y aunque se ha esgrimido como argumento fundamental la violación de los derechos que sufre la ex primera ministra Yulia Timoshenko, encarcelada de una manera cruel desde hace años, el problema de fondo tiene que ver con Rusia, y con su política expansionista. Ucrania se encuentra en medio de dos mundos. Por un lado posee, como antes señalaba, vínculos ineludibles con Europa, y por otro lado es un país eslavo, que durante gran parte del siglo XX tuvo en Moscú su capital y en Rusia el corazón de su poder. Tras la caída del muro y del imperio soviético Ucrania se independiza como país, se convierte en una enorme potencia agrícola y el lugar por el que, casi de manera inevitable, deben transcurrir los gaseoductos rusos que abastecen de calor y energía a gran parte de Centroeuropa. Por ello las aspiraciones de Moscú de volver a tener una relación privilegiada con Kiev han sido constantes desde el principio de la existencia independiente de ambas naciones. Las encuestas revelan que en el mismo seno de la población ucraniana existe esa división casi en dos mitades entre los que desearían girar hacia Moscú y entre los que miran a Bruselas. Los que estos días salen a manifestarse y expresan su ira y temor son estos segundos. Saben que el amor de Rusia por Ucrania es interesado, y que el régimen que domina en Moscú es democrático en apariencia, pero autoritario en la práctica. Unirse a Rusia sería una vía de, nuevamente, perder la independencia a manos de la antigua potencia, que volvería a considerar a Ucrania como su granero, y a la población del país como sus siervos. Bruselas sin embargo, es vista como sinónimo de libertad, modernidad, apertura y desarrollo económico. Tras décadas de dictadura comunista y años turbulentos de elecciones frustradas y regímenes inestables, colaborar con la UE es visto por parte de la población del país como la salida que les permitiría modernizar a su nación y acercarla a los estándares de vida y de libertades que se disfruta mucho más al oeste de Kiev. La fortaleza económica y el puño de hierro de Moscú frente al aperturismo y la libertad económica de Bruselas. Poder duro frente a poder blando. Un duelo apasionante en el que el más poderoso no siempre es, ni mucho menos, el que más fuerza bruta tiene.

En cierto modo los ucranianos me recuerdan a los españoles que, tras la caída de la dictadura, veíamos en Europa el fin de nuestros males, la modernidad que añorábamos y que aquí no encontrábamos por ninguna parte. La diferencia es que no había un contrapoder alternativo que nos sedujera (o quisiera imponerse). Pero contemplemos, asombrados, como mientras los socios de la UE discutimos entre nosotros y acusamos a la Unión de estar degenerando inmersa en una grave crisis, lo cual es cierto, fuera de nuestras fronteras, miles de personas se arriesgan a ser golpeadas y detenidas por acceder a nuestra maltrecha Unión. Y es que no somos conscientes de lo que hay fuera de nuestras fronteras, de lo mucho que hemos construido juntos y de su inmenso, y atractivo, valor.

martes, noviembre 26, 2013

El porqué del acuerdo con Irán


La trascendencia del acuerdo alcanzado entre, por resumirlo, EEUU e Irán, es enorme. Comentaba ayer un medio extranjero que, utilizando las denominaciones que se han lanzado mutuamente a lo largo de las últimas décadas, el imperio de Satán y el eje del mal se han sentado juntos y han llegado a un acuerdo. Curioso cuanto menos. Visto desde fuera parece que quien más ha cedido en esta negociación es Irán, y hay al menos dos factores que refuerzan esta idea, que son los que me hacen ser optimista sobre el futuro, pese a los riesgos, inmensos, que existen.

Uno de los factores, el menos publicitado pero muy efectivo, es la eficacia de las sanciones económicas que se impusieron al régimen de los ayatolas desde hace unos años. Quizás sea este el caso más exitoso de unas sanciones que, en general, han sido cumplidas de manera estricta por parte de todos los socios comerciales de Teherán. Expulsada del mercado del crudo y sin acceso a los mercados de capitales, la economía de Irán ha entrado en un proceso de deterioro progresivo e imparable, que la ha descapitalizado, y ha generado un gran nivel de paro y descontento social. El país se ha empobrecido mucho en los últimos años, lo que unido a sus disfunciones propias, le ha abocado a una asfixia que, de no acceder a negociar, le llevaría al colapso. Por poner un ejemplo muy significativo, hasta hace pocos años Irán exportaba dos millones de barriles de petróleo al día y se gastaba muchas de esas divisas en comprar gasolina, dado que no era capaz de refinar prácticamente nada (como el tonto de Abundio, sí). Con la puesta en marcha de las sanciones, las exportaciones de crudo han cesado y el racionamiento de combustible ha llegado a las calles de Teherán y otras ciudades, atestadas de coches alimentados de un combustible barato gracias a la otrora mágica subvención al gobierno. La otra causa es el relevo que se ha producido en el gobierno iraní tras el final del mandato del condenado Ahmadineyad, al que aquí me he referido en ocasiones como “Ajma” un sujeto fanatizado, retrógrado, seguidor de una línea ultranacionalista dura y sin concesiones, negacionista del Holocausto y defensor de causas perdidas e infames. Tras no poder presentarse más a las elecciones su puesto ha sido ocupado por el moderado Hasán Rouhaní, un personaje no demasiado conocido por el gran público, pero que en los pocos meses que lleva al frente del gobierno ha realizado un completo viraje desde las posturas fanáticas de “Ajma” hasta un comportamiento mucho más acorde con lo que se estila en el mundo de la diplomacia. Amigo de las palabras suaves y los gestos, su llegada ha supuesto un auténtico proceso de distensión dentro y fuera de Irán, y es casi seguro que de no estar al frente del gobierno este acuerdo no hubiese tenido lugar. En algunos medios ya se le empieza a llamar el Gorbachov persa, porque su mandado es el inicio de una apertura en el férreo régimen iraní comparable a la que supuso la perestroika entre los gerifaltes soviéticos. Está por ver si este proceso, que sería maravilloso de llegar a darse en su totalidad, puede seguir adelante, dado que por encima de Rouhaní y todos los políticos está el Ayatolá supremo, Alí Jamenei, y la corte de clérigos que rige los destinos de la nación. De todas maneras parece obvio pensar que la firma de este acuerdo sería imposible si los duros de Jamenei no lo hubieran consentido, y su cesión pude haber venido precisamente por la presión económica que antes comentaba.

Evidentemente, la situación no es idílica, y los riesgos son enormes. Israel ha declarado que no se siente vinculada por esta firma, que le parece una ultraje y que le da la sensación de que los occidentales se han dejado engañar por un Irán que sólo busca ganar tiempo, quizás porque el proceso de fabricación de la bomba esté más avanzado de lo que nos creemos. Las monarquías del golfo, aliadas tradicionales de EEUU y enemigas de Irán, se sienten traicionadas por un acuerdo que las desbanca como actores principales de la región, y así un montón de actores que pueden hacer que todo descarrile. De momento en Irán la población festeja el acuerdo, lo que puede verse como un síntoma de que vamos por el camino correcto. Veremos a ver dónde acabamos.

lunes, noviembre 25, 2013

Importante acuerdo nuclear con Irán


Este fin de semana se ha alcanzado en Ginebra un importante acuerdo entre Irán y las potencias occidentales, encuadradas dentro del denominado 5+1 (EEUU, Rusia, China, Francia, Reino Unido, más Alemania y la UE) para frenar la expansión del programa nuclear que desarrolla, desde principios de los noventa, el régimen de Teherán. Ha sido la culminación de varias rondas negociadoras públicas y, al parecer, numerosos contactos secretos, desarrollados a lo largo del último año, con el fin de encauzar una situación que llevaba enquistada demasiado tiempo. Y lo cierto es que hace un año el acuerdo parecía imposible, lo que muestra que las cosas han evolucionado a una rapidez no prevista ni siquiera por los propios negociadores.

El acuerdo es un poco extraño, fruto de los inmensos recelos que existen entre las partes, síntoma de esa desconfianza mutua que lleva décadas alimentándose y que tardará mucho tiempo en desaparecer, si es que algún día lo hace. En la práctica, y para no entrar en detalles, Irán se compromete a paralizar el proceso de enriquecimiento de Uranio más allá de un determinado porcentaje de pureza, suficiente para producir combustible para centrales nucleares pero insuficiente para elaborar armamento atómico, y abre la puerta a las inspecciones internacionales a todas sus plantas, tanto mineras como de producción de combustible, enriquecimiento y reactores. El acuerdo establece un periodo inicial de seis meses de prueba que, como en los contratos de trabajo, servirá para calibrar la disposición de las partes, especialmente el régimen de los ayatolás, para cumplir la transparencia y colaboración que implica lo firmado. Si en ese tiempo se ve que los compromisos no se cumplen, o que Irán está jugando a un doble juego de destape por un lado y ocultamiento por otro, las partes romperían sus compromisos y volveríamos al estado anterior. Como contrapartidas Irán ve reducidas notablemente las sanciones económicas que se le impusieron hace ya algunos años, sanciones que han destrozado la economía del país, empobrecido aún más a la población y privado a los jerarcas del régimen de los ingresos que obtenían de la exportación de petróleo. Se le permitirá volver al mercado internacional del crudo y, quizás lo más relevante, dejará de estar entre los regímenes marginados por el mundo, volviendo a ocupar voz y presencia en la escena internacional. No hay que olvidar que, transcurridos más de treinta años desde el asalto a la embajada de Teherán, episodio en el que se basa la famosa película Argo de Ben Affleck, EEUU sigue sin tener relaciones diplomáticas con Irán, y en toda su estrategia exterior desde ese momento Irán figura entre las naciones enemigas, en su momento como patrocinador de terroristas, cosa que se mantiene en los listados internacionales sobre el asunto, hasta miembro activo de lo que en su momento se denominó como el “eje del mal”. En fin, que Irán ha estado toda la vida, y por méritos propios, seamos justos, en el grupo de los países malos. Este acuerdo supone otorgar un reconocimiento, una visibilidad al régimen como no la ha tenido nunca en las más de tres décadas que lleva en vigor. Supone establecer un compromiso, un pacto, con el único país del mundo regido por los chiís, con una teocracia islámica completamente opuesta a los regímenes sunís que dominan en el resto de los países islámicos, y que especialmente en la zona del golfo pérsico son potencias emergentes en lo que hace a influencia diplomática y poder militar. Este acuerdo, desde el momento de su firma, no sólo supone un cambio total en lo relativo al programa nuclear iraní, sino que es todo un cambio en la estrategia de poder en esa zona. Su dimensión es enorme se mire por donde se mire, y sus consecuencias son difíciles de estimar, tanto en la región como en el conjunto del mundo.

Como es obvio, son precisamente las monarquías sunís vecinas de golfo pérsico de Irán las que han recibido con peor cara este acuerdo, descontando a Israel, ya que ven como su enorme, poderoso y eterno enemigo consigue un respaldo internacional del que estaba muy necesitado. Ahora el aliado norteamericano no tiene ojos sólo para lo que pasa en Riad o en Doha. Teherán vuelve a ser un polo de atención para Washington, y se ha establecido un canal de comunicación entre ambas ciudades que puede ser muy dañino para los intereses de los sátrapas sunís que gobiernan en al lado suroeste del Golfo. Y en Jerusalén este acuerdo ha caído como una bomba muy sucia. A ver si mañana puedo analizar el porqué.

viernes, noviembre 22, 2013

Yo no maté a Kennedy


Un tirador dentro de una habitación destinada a almacenar cajas, en lo alto de un almacén de aspecto deteriorado, con un fusil en sus manos, comprado por correo a un precio ridículo y con varias balas a la espera de ser cargadas y disparadas. El extrarradio de una ciudad en la que los descampados permiten que el tirador tenga una visión perfecta de las calles aledañas a su posición. Y la presencia de un coche descapotable en el que, en la parte de atrás, un elegante matrimonio, vestido de gala, sonríe con apariencia de dominar el mundo, y de sentir que todos se pliegan a su lado. Los elementos de una escena que está a punto de suceder.

De repente, en medio del silencio, se oye un disparo, que rompe la tranquilidad del día, soleado, radiante y más veraniego que otoñal. Quizás haya sido un petardo, comentan los que en el coche lo han oído y nada han sentido, pero un nuevo estallido saca a todos de dudas, y al instante, el hombre que se encuentra en la parte de atrás del coche siente el impacto de una bala y grita de dolor. La mujer que le acompaña, que resulta ser su esposa, cambia drásticamente de gesto, pasando de la alegría a la incredulidad y el terror ante lo que acaba de suceder. Se gira lo más rápido que puede hacia su marido, que ha resultado herido por lo que parece un disparo… un disparó? Nos están disparando? Quién? Dónde? Los gritos y las preguntas se agolpan en su mente y en las gargantas de todos los que viajan en ese coche, hasta entonces símbolo del poder, a partir de ahora lugar de confusión y miedo. Nerviosos, todos los pasajeros miran a su alrededor para descubrir de dónde ha llegado ese disparo, y entonces una nueva explosión, la tercera, se transforman en un endiablado proyectil que impacta sobre la caravana. Da de lleno al hombre ya herido, al que todos llaman Presidente, alcanzándole en el cráneo y causándole heridas mortales de necesidad. El caos, confusión, gritos, histeria, carreras, nervios.. el sol que brilla en el cielo y que hasta hace unos minutos decoraba una escena idílica se convierte en silencioso testigo de la muerte de un hombre en los brazos de su mujer, a causa de los disparos de otro hombre. El coche corre desenfrenado, huyendo del lugar del tiroteo, camino de un hospital en el que entrará el hombre herido, y del que no saldrá con vida. Su mujer, sin entender nada, llora y recoge en su regazo al marido, del que parte de su cabeza, destrozada, se desparrama en sus brazos y cae en su regazó, dejándola perdida de sangre y restos orgánicos, pero ella no es consciente de nada de eso. El miedo la posee, el horror ante lo que ha sucedido, el no entender nada. En minutos el caos que hasta ese momento domina el coche y sus ocupantes extiende su reinado a todos aquellos que viajan en la comitiva presidencial, que apenas entienden nada de lo que ha sucedido ni logran imaginarse que sus vidas acaban de cambiar para siempre. La desorganización cunde y los nervios dominan a todos. Dallas, que es el nombre de la ciudad norteamericana en la que han sucedido los hechos, empieza a estar dominada por un rumor que se expande a una velocidad comparable a la de las balas que lo han originado. ¡Han disparado al Presidente! ¡Han disparado al Presidente!. Miles de personas que hasta hace pocos minutos se agolpaban en las calles del centro para contemplar el paso de la comitiva presidencial oyen esos gritos y los retransmiten por doquier, sin saber si son ciertos o no, pero dominados por la angustia de quienes los pronuncian y por el temor que, de ser ciertas, se esconde en esas palabras. Periodistas incrédulos, desbordados por los rumores y gritos, empiezan a llamar a sus redacciones para contar lo que allí puede haber sucedido, y de repente se dan cuenta de que lo que iba a ser una jornada rutinaria se transforma, para muchos, en el día más importante de toda su carrera profesional. En un momento alguien se atreve a pronunciar las palabras que nadie quiere oír. ¡Han matado a Kennedy! Y la historia cambia para siempre.

Y desde ese momento nada es cierto ni seguro. Nada es como parece ser. Miles, millones de historias, hipótesis y conspiraciones se entremezclan para explicar lo que no tiene sentido. El sentimiento de conmoción de los EEUU es total, y el resto del mundo asiste, asustado y asombrado, al magnicidio por excelencia, al asesinato del hombre más poderoso y, quizás, famoso del mundo ante los ojos de todos. Su muerte cruenta lo eleva a los altares de la popularidad, su imagen será siempre joven, inmaculada, sin tacha de arrugas ni salpicada de escándalos, sin que la vejez y las venganzas la destruyan con el tiempo. Kennedy entra en la historia por la puerta que abren tres balazos y ahí sigue, eternamente envuelto en el misterio.

jueves, noviembre 21, 2013

El abrazo de consuelo del Papa Francisco


Vivimos en el mundo de la imagen. Todo nos entra por los ojos, y lo que nos atrae nos llega por ellos, y también lo que nos repele. Somos bombardeados a cada instante por mensajes que tratan de alterar nuestros gustos, apetencias y formas de vida en aras a mejorar nuestra imagen, y los que se mueven por la plaza pública del mundo, sean dirigentes, empresarios, famosos de tres al cuarto o sujetos extrañaos de fama volátil, cuidan su imagen como lo más preciado. De hecho da igual que tras esa imagen se esconda un valor real o no. Lo importante es que la imagen epate, impacte y convenza. El resto no importa. Cutre pero real.

El Papa Francisco, desde que fue elegido tras la renuncia de Benedicto XVI allá por Marzo de este año, ha generado una sucesión de imágenes en apenas ocho meses que sería prácticamente imposible resumir en unas cientos de páginas. Se le acusa por algunos críticos de ser eso, un hombre centrado en la imagen, pero yo creo que es lo contrario, que es un hombre centrado en su fe y mandato, y el ser consecuente con ello es lo que está generando imágenes que llaman la atención, sobre todo porque contrastan con lo que estamos acostumbraos, no sólo en el ámbito religioso, sino en el resto de órdenes, especialmente en lo que hace a las instituciones políticas y de poder. La imagen del poder se asocia a la fuerza, al dominio, a la grandeza entendida como aplastante sensación de control y superioridad. Y Francisco ofrece un modelo completamente inverso, en el que el poder se muestra humilde, en el que el dominio es inexistente y en el que la grandeza se mide por la dimensión moral y humana de los actos, no por el tamaño de los estrados o la potencia de los focos y altavoces. Esa es la causa por la que su actitud genera recelos e incomprensiones por parte de muchos, porque no la entienden, más allá de que compartan la fe que proclama. Quizás la imagen que resume mejor todo esto es la que se produjo hace unos meses en la plaza de San Pedro en una audiencia con enfermos. Allí Francisco decide no sólo hablar y recibirles, sino abrazarles, tocarles, unirse físicamente a ellos, y se produce esta escena, en la que se ve a un Papa compungido que acoge entre sus brazos a un hombre, del que sólo vemos la parte trasera de su cabeza y el pelo. Y el hombre es un ser deforme. Decenas de protuberancias, bultos, como enormes ampollas, cubren la poca piel que podemos distinguir de su cara y mandíbula. A muchos un cuerpo así nos produciría rechazo. Sí, es políticamente correcto decir que no, pero piense fríamente en su intimidad, imagínese en el metro, o en otro lugar público, e imagine que se encuentra con un hombre a quien la enfermedad ha convertido su cuerpo en el depósito de todas esas marcas. ¿Cuál sería su respuesta instintiva? Pues la de Francisco es la inversa. Se acerca, lo coge, lo acoge, no sabe si eso es contagioso o no, si puede suponer un peligro para su propia salud. Ese enfermo está allí porque, por su fe, implora ayuda y consuelo, y Francisco se la ofrece. La escena está completamente alejada de los cánones de belleza que nos dominan. Más bien es justo lo contrario. Ese hombre es, para nuestra sociedad de la imagen, un apestado, un leproso de la era de los romanos, un ser feo que debe permanecer escondido, alejado para no enturbiarnos con su fealdad, para no estropear el decorado de diseño en el que hemos convertido nuestras vidas. Y Francisco rompe esas cadenas que nos esclavizan, que no se ven ni sienten, y por ello son las más poderosas, y acoge al excluido, al apestado, al que no debe entrar en nuestro mundo. Por eso esa imagen es tan rompedora, posee tanta fuerza, llama a la extrañeza, y genera una sensación de compasión y misericordia a todo aquel que la vea, tenga fe o no. Por eso esa imagen es poderosa. Por eso es símbolo de grandeza.

Ese hombre enfermo se llama Vinicio Riva, sufre una extraña enfermedad llamada neurofibromatosis de tipo 1, de la que lo desconozco todo, que no se limita a dejarle el rostro y cuerpo cubierto de deformidades, sino que también le agrede los órganos internos y los daña con igual fiereza. Vinicio vive en el norte de Italia, sostenido por una pensión asistencial y la ayuda de su hermana, oculto a gran parte del mundo para no asustar, para que no le llamen monstruo. Al ser abrazado por Francisco encontró el consuelo que hacía tiempo que no hallaba, y su vida cambió. Su historia es preciosa, y hace pensar que, sea por la fe o no, la bondad humana aún es capaz de cambiar el mundo en el que vivimos, la vida de todos nosotros. La de Vinicio ya nunca será igual.

miércoles, noviembre 20, 2013

La impotencia de Pedro Solbes


Ayer acudí al Ateneo de Madrid a la presentación del libro de memorias que ha escrito Pedro Solbes, ex ministro de Economía y Hacienda durante gran parte de los gobiernos de ZP y que lo ha sido todo en la política y la administración española. Funcionario de carrera que desde el inicio fue ascendiendo en una carrera política a la que siempre se mostró renuente, Solbes posee un historial que resume la historia reciente de España y de Europa, en cuya construcción ha jugado un papel inmenso, muchas veces en la sombra, en ocasiones en primera fila, pero siempre de manera entusiasta, como ayer señalo, y con fe verdadera en el proyecto de la Unión.

Y un hombre que lo ha sido casi todo afronta, una vez retirado de la vida pública, un cierto oprobio por encarnar la imagen de la crisis, de la dejadez de la política respecto a unos ciudadanos apesadumbrados, de la incapacidad para ver y gestionar lo que se venía encima, de la elusión de las responsabilidades. Solbes ha sido asaetado, en parte con razón, y acusado de ser uno de los culpables del desastre que nos ha llevado hasta donde nos encontramos. Creo que a lo largo de su última etapa, en la que debió hacer caso a su instinto y no ocupar puesto dirigente alguno, Solbes cometió dos enormes errores, que en parte ayer admitió. Uno fue el de creer la palabra del presidente Zapatero cuando le ofreció el cargo, y lo aceptó a cambio de que la ortodoxia económica regiría los designios de la política del gobierno. Eso, evidentemente, no se cumplió. El otro fue seguir en el puesto una vez que constató que lo primero era erróneo. ¿Por qué lo hizo? Espero que en su libro quede claro, pero me da que no será así. Recuerdo que en los inicios del gobierno ZP aún emitían los guiñoles de Canal Plus (parece hace un siglo, pero no, son apenas ocho años) y en ellos se reflejaba a Solbes como un Sancho Panza tranquilo, mesurado y aburrido, que trataba de evitar que su Don Quijote Zapatero arremetiera contra los molinos que no dejaba de ver a lo largo del camino. La metáfora era genial, y no podía ser más acertada, aunque finalmente los estrellatos de ZP contra las aspas imaginarias acabaran siendo costalazos de la sociedad española ante la quiebra de la nación. Quizás por un sentido de estado, o por la responsabilidad que ayer citó en varias ocasiones, o por la lealtad debida a quien te nombró, vaya usted a saber. La cuestión es que a medida que la economía española zozobraba camino del precipicio, el gobierno ZP negaba la mayor y Solbes regía los destinos del país con un discurso suave y plagado de consejos tranquilizadores. En el debate de 2008, momento histórico, en el que mermado de facultades físicas Solbes derrota a un apasionado pero inexperto en las lides Manuel Pizarro, ya sabe que lo que argumenta para aplastar a su oponente no es cierto. Las cifras eran claras y no dejaban dudas, esto se venía abajo. Lo que argumentaba Pizarro era, fue, cierto, y lo que sermoneaba Solbes se convirtió en falaz en pocos meses. Ese debate entregó la victoria electoral a ZP y la decisión de Solbes de seguir en el gobierno acabó por hundirlo a medida que las finanzas explotaban, la burbuja inmobiliaria nos dejaba pinchados y el paro no hacía más que subir. Retirado, dimitido o cesado, Solbes se va entre la crítica de todo el mundo y se oculta al mundo, hasta que ha presentado estas memorias. Como no las he leído aun lo que les he ofrecido en estas líneas es mi visión personal de su trayectoria sin saber qué es lo que el interesado argumenta para defenderse, pero es evidente que ante la necesidad de la defensa se deduce la sensación de estar siendo atacado. Ese es el regusto amargo con el que Solbes vivirá el resto de su vida, el no haberse ido cuando su conciencia se lo dictó.

Unas pinceladas del acto de presentación de ayer. Lleno hasta la bandera por parte de antiguas glorias del felipismo, pero sin Felipe, casi nadie del PSOE actual y algunos miembros de la época ZP, pero muy pocos, en lo que se puede interpretar como un desplante. Chaves y el antiguo jefe de gabinete de Zapatero estuvieron presentes, pero se marcharon hacia la mitad de la charla. Carlos Solchaga hizo la introducción y, como los malos teloneros, habló durante más tiempo que el protagonista, en un discurso apasionado, duro, inmisericorde con ZP, sus gobiernos y políticas, que generó risas, aplausos, rumores, comentarios y polémicas, incluida la de algún asistente que mostró su enfado y se marchó entre gritos destemplados. Si Solbes fue el catedrático que amenazaba con dormir a la audiencia, Solchaga fue la mosca cojonera que a muchos ayer les impediría conciliar sueño, seguro.

martes, noviembre 19, 2013

Luís Roldán o la imagen del fracaso


Traía el Domingo El País una entrevista en exclusiva que tenía mucho jugo y contenido, pero que sobre todo demostraba que lo que creemos novedoso no es sino la repetición de cosas pasadas, las mismas de siempre, pero envueltas en modernidad que las hace parecer diferentes. Disimulos que esconden la autenticidad, mero decorado que impide comprobar que casi todo lo que ha pasado se repite siempre de una manera muy similar. En el caso de los delitos, sus causas y fuentes casi siempre son las mismas, y el final de los que los comenten, en la mayoría de las ocasiones, es triste a más no poder.

Luis Roldán era el personaje entrevistado. Un nombre que a todos pone en alerta y trae recuerdos de décadas pasadas, un par más o menos, en las que la corrupción estaba en boca de todos, en la que los delitos de guante blanco, apropiación indebida, hurto, desfalco y estafa llenaban las portadas de los periódicos, cuando altos cargos del gobierno se llevaban crudo el dinero mediante comisiones, maletines y otros rudimentos por el estilo, y los dirigentes de los partidos implicados lo negaban todo, y acusaban a los medios de comunicación que denunciaban los casos de torpedear la democracia, de atacar sin fundamento la honorabilidad de la clase política y de tratar de dar golpes de estado y derribar gobiernos a base de infundios, calumnias y propagandas. Seguro que todo esto les suena… Con Roldán la democracia española tocó el fondo del pozo ético en el siglo pasado. Su desfachatez, sinvergonzonería y capacidad para cometer delitos afectando a algo tan primordial como la seguridad del estado y la imagen de los profesionales que a ella se dedican due mucho más sangrante para una sociedad ya envilecida con las proezas de Mariano Rubio y el resto de la “Beautiful people”, que robaban a manos llenas pero tenían pinta de ladrones honrosos, produciendo en las víctimas la sensación de placer que induce Cary Grant cuando roba en sus películas. Roldán era otra cosa. Era un trepa, un sujeto ajeno a la casta, un hombre de aspecto rudo, fornido, sucio, deslavazado, sin imagen, prestigio ni porte, muy parecido a cada uno de nosotros, que podría pasar por cada uno de nosotros, un señor a quien los trajes no le quedaban bien, que parecía llegado de su pueblo a la capital, y que podía generar empatía en el español medio por la sensación de ser uno más. En sus manos acumuló un inmenso poder, que casi le llevó a ser Ministro de Interior, con un currículum exitoso, avalado por operaciones policiales de altura y unos estudios que lo consagraban ante la dirigencia del PSOE como el candidato idóneo para ascender hasta más allá de donde uno pudiera imaginarse. Su carrera fue meteórica, y tan rápido como fue su crecimiento fue sonado su estrellato. Las acusaciones de corrupción que empezaron a sonar en torno a él, increíbles en un principio, consistentes con el tiempo, abrumadoras al final, eran un rosario de delitos que requería varias páginas dobles en la prensa para ser descritos con un mínimo detalle, o al menos esbozar las tramas que los respaldaban. En medio de un clima de opinión pública exacerbada por lo que se consideraba aun a traición absoluta, Roldán encarnó la imagen del corrupto en la España de los noventa, más a mi entender que el citado Mariano Rubio o Mario Conde. Era el personaje del que todo el mundo hablaba en aquellos tiempos, el ítem contra el que descargar la ira. Recuerdo, en uno de los viajes mañaneros en autobús a la universidad, a primera hora de la mañana, que en el programa de radio que nos ponían el Abellán, que por entonces sonaba, se preguntó un día qué palabra se podía formar con las letras del apellido ROLDÁN, y uno de los colaboradores dijo LADRÓN. Y todos estallamos en carcajadas. Esa era la relevancia de Roldán por aquel entonces.

Hoy, más de veinte años después, la imagen que ofrece Roldán es patética. Avejentado, enfermo, aparentemente sin recursos, negando tener acceso a los millones de euros que se le suponen escondidos, es la viva imagen de un juguete roto por la codicia y abandonado por los que una vez fueron sus socios y superiores, a los que creyó parecerse y comprender, y que en cuanto pudieron le abandonaron en la cárcel. Denuncia que sí, el robó, como casi todos por aquel entonces, desde el primero hasta el último, y que sólo él ha pagado. Lean la entrevista, es muy buena, y puede que, dentro de veinte años, veamos otra similar con un tal Bárcenas, en la que ofrezca la misma sensación de abandono y fracaso, echando las culpas a todo el mundo.

lunes, noviembre 18, 2013

Ha llegado el invierno


Seguro que, entre todas las memorias de las que disponemos los humanos, la meteorológica es la más traicionera, la que más nos induce al error y nos engaña con sus aparentemente sólidos recuerdos. El primer frío siempre es el más intenso, la última tormenta suele ser descomunal y los calores del pasado verano no tienen parangón en la historia. Si uno se preocupa en acceder a registros meteorológicos comprobará, asombrado, que esas impresiones suelen ser, casi siempre, erróneas, pero eso no suele provocar que el individuo cambie de idea, porque la sensación que él tiene de frío o calor es la que dijo con anterioridad.

Sensación, esa es la palabra mágica que desvirtúa toda nuestra capacidad racional, de por sí escasa, de calibrar la temperatura y demás datos meteorológicos. Cuando la sensación es de frío lo hace, sea eso cierto o no, y lo mismo el calor. Como cada uno tiene una sensación de temperatura diferente es muy difícil poner de acuerdo a un colectivo sobre cuál es el clima idóneo en una oficina, aula o en general, recinto cerrado, lo que da lugar a numerosas discusiones y que al final se opten por soluciones individuales, de tal manera que el friolero tiene el jersey a mano incluso en verano y el caluroso se ahoga en su percepción tropical aunque fuera las hojas caigan en plena estampa otoñal. Sólo los días duros, en los que las temperaturas y el viento son extremas, ponen de acuerdo a todo el mundo. Jornadas de verano bochornosas, tórridas y duras generan calor a cualquiera, y ventiscas invernales en las que los copos vuelan al son de un viento que parece salido del mismo infierno helado de las pesadillas, que hacen que hasta los que duermen desnudos sobre témpanos reclamen abrigos y bufandas. Esos son los días en los que el tiempo suscita pocas discusiones, y sí muchos comentarios sobre cómo ha vivido cada uno ese episodio excepcional. Cuando una jornada de esas se produce tras varios días o semanas de tiempo radicalmente distinto, la sensación que genera es aún más intensa por el contraste y el vivo recuerdo de las jornadas anteriores, y el impacto que deja suele ser mucho más crudo y permanente en el tiempo. Y como siempre, engañoso. Un día de cinco grados tras una semana de veinte no es la jornada más fría de nuestra vida, aunque a primera vista nos lo parezca, pero a buen seguro que es una de las frases que más se repiten en esa cita bajo el frío viento, en busca de un refugio en el que tomarse algo caliente, para resguardarse del exterior, y en el que, protegidos tras la ventana, el tema del frío, que ya no es tan intenso como antes, pero que hoy sí que es duro como decían los viejos, sea uno de los temas de conversación más socorridos. Son días de esos en los que el tiempo no es una vulgar excusa para romper el hielo, nunca mejor dicho en invierno, sino un tema de debate que, en función de lo que antes comentaba, garantiza escasas probabilidades de acuerdo entre los reunidos para la ocasión, hecho ideal para alargar la conversación, quizás calentarse un poco más y así combatir de la mejor manera posible el frío, condenado, que sigue haciendo ahí fuera.

En 2013 el invierno llegó este sábado a casi todo el país. De golpe, casi sin aviso, tras unas semanas de otoño veraniego, con altas temperaturas de día, noches frescas pero no frías, y cielos muy despejados. En Madrid, ciudad en la que las estaciones se suceden a golpes entre el invierno y el verano, casi sin intermedios, como yo suelo decir, el viernes por la tarde salió un pregonero por la calle para anunciar el fin del verano, y que esa noche la gente cogiera abrigos y mantas para prepararse para el día siguiente. Así lo hicieron algunos, pero para todos el Sábado era el día de decirse mutuamente “qué frío hace, qué pronto ha llegado, antes que nunca”, y otras frases por el estilo.

viernes, noviembre 15, 2013

La infamia de celebrar el asesinato y la muerte


Una de las preguntas que me hacía constantemente durante mis vacaciones berlinesas era el cómo fue posible que una sociedad culta como la alemana se enajenara de tal manera que elevara al poder a asesinos despiadados, y considerase la muerte y la violencia como la forma natural de regir la vida, qué tipo de locura se había instalado allí para llegar a ese extremo. Pasear por las calles sobre las que desfilaron las orgullosas hordas nazis no respondió mis preguntas, en todo caso me las agudizó y aumentó de tamaño, pero es obvio que no hace falta irse tan lejos para contemplar esas villanías. A veces basta con volver al propio pueblo.

Ayer, con motivo de la aplicación de la sentencia del Tribunal de Estrasburgo, que deroga la aplicación de la doctrina Parot, salió a la calle una nueva tanda de asesinos etarras y otros delincuentes no pertenecientes a esa banda. Entre los terroristas hay dos, Zabarte y Kubati, que son de Elorrio, mi pueblo de origen. El más famoso de ellos es Kubati, acusado de trece asesinatos, todos ellos viles, pero quizás sea kubati el autor del crimen que mejor define a ETA, y a todas las bandas terroristas del mundo, como lo que realmente son, una vulgar secta de asesinos cobardes, sujetos a una disciplina militar, a la que dicen combatir, pero que siguen de una manera tan fija como irracional. Su mano fue la que apretó el gatillo que mató a Yoyes, una de las miembros de ETA más conocidas, que decidió salirse de esa organización, esa secta macabra, para volver a la vida real, de la que poco pudo disfrutar. Yoyes murió ejecutada por traición a la causa, en una forma de actuar completamente nazi, que a algunos, no muchos, les reveló lo que realmente era ETA. Su cuerpo se desplomó inerte en la plaza de Ordizia delante de los ojos de su hijo, de tres años de edad, mientras que Kubati, orgulloso de su acción, quizás la más elevada que puede efectuar un ferviente seguidor de la causa, se daba la vuelta y huía. Ese atentado de ETA removió algunas conciencias, pero pocas. Los siguientes muertos, que fueron muchos, siguieron siendo noticia secundaria, y motivo de vergüenza para sus víctimas, abandonadas por una sociedad civil que, en el mejor de los casos, las ignoraba. En aquellos años ni jueces, ni fiscales, ni partidos ni leyes estaban a favor de las víctimas. El olvido que la sociedad tuvo con ellas durante años es una de las mayores vergüenzas que nos deben quedar a los españoles como motivo de reflexión y arrepentimiento colectivo. Funerales hechos a escondidas, oficiados por curas y miembros del clero que en muchos casos bendecían a los asesinos poco antes de simular pena con las víctimas. Coches fúnebres cargados de ataúdes que, en la oscuridad de la noche, en la soledad absoluta, abandonaban pueblos y ciudades del País Vasco rumbo a las localidades donde iban a ser enterrados los asesinados. Brigadas de limpieza que en Bilbao, Madrid o Barcelona, limpiaban los restos del último atentado en medio de una ir y venir de gentes que, atemorizadas o distantes, pasaban de largo. Medios de comunicación que trataban las muertes como sueltos de página par y que seguían mostrando una cierta comprensión, o incluso admiración velada por los libertadores que seguían luchando por una causa revolucionaria. Y políticos y partidos, que eran los que podían cambiar las leyes para que, una vez detenidos los asesinos pasaran mucho tiempo en la cárcel, cobardes como los que más, que nunca se plantearon endurecer las penas por estos y otros delitos, obsesionados como estaban por negociar con la banda para atribuirse el mérito y rédito electoral de su desaparición. Ese es el mundo y la sociedad, infames ambos, en la que asesinos como Kubati se desenvolvían con gran libertad y sensación de victoria. Años después las cosas han cambiado mucho, pero la cobardía que sigue residiendo en nosotros, que nos impide contar las cosas como fueron, provoca que escenas como las de ayer sigan siendo desgarradoras.

Y el que por la noche, tras salir Kubati de prisión, me mandaran mensajes varios amigos y familiares para decirme que en Elorrio estaban sonando cohetes de celebración no es sino una muestra más de la enfermedad moral que el terrorismo ha dejado en nosotros. Cuando uno ve a un grupo de neonazis haciendo exhibición de su infamia le entra automáticamente un instinto de repulsión y asco. El que no suceda lo mismo con los asesinos etarras, y el que haya decenas de personas que simpaticen con ellos, con el mismo estilo ostentoso y fascistoide que los de las esvásticas, y que no nos escandalicemos por ello demuestra hasta qué punto algo muy profundo ha enfermado en nuestros corazones. Y quién sabe si tendrá cura.

jueves, noviembre 14, 2013

La UE se dispara en los pies de Alemania


Ayer en Bruselas se hizo público el último de los análisis semestrales realizados por la comisión europea sobre el estado de la economía de los países que formamos el club de la UE. En este informe destacamos los de siempre, con numerosas debilidades y desequilibrios, que nuevamente no se traducen en las previstas sanciones sino en advertencias, que ya van unas cuantas. Y por primera vez la UE lanza un aviso a Alemania por los excesos de su economía, concretamente por su superávit comercial, que está en torno al 6% de su PIB, y el poco estímulo que realiza a su demanda interna. En general, todo esto me parece ridículo.

Ridículo porque las instituciones de la UE, al igual de los que a ellas se oponen, siguen instalados en la falacia de que la Unión es un país, y no se cuántas veces tengo que repetir que esto no es así, ni para lo bueno ni para lo malo. La UE es una asociación de estados (rabiosamente) soberanos que se han puesto de acuerdo para coordinar muchas de sus políticas, y que apenas destinan un 1% de su PIB común a desarrollar políticas comunes. Eso es la UE, que no es poco, más bien es muchísimo dado los precedentes europeos, pero no es más. Los países de la UE negocian y comercian entre sí y con el resto del ancho, inmenso y cada vez más competitivo mundo, y pretender que todos formamos un juego de suma cero en el que las deudas de uno son los derechos de otro exclusivamente, y que la demanda de unos tirará de la de otros me parece de una ingenuidad pasmosa. Pero lo peor no es eso, sino que esa visión distorsiona lo que a mi modo de ver es la única vía que nos queda para sobrevivir en ese mundo globalizado al que antes me refería y que, no podemos engañarnos, camino por un rumbo distinto al que seguimos en Europa. En un contexto de salarios bajos, precarización laboral y competencia sin límites, y no me refiero a la devaluación interna española, sino al sistema de producción asiático, o al tramposo cambio del dólar fruto de la política expansiva de la FED, ¿cómo va a competir Europa? Hay varias respuestas posibles, pero la más inmediata que se me ocurre es que si Alemania tiene un 6% de superávit comercial es que es muy muy competitiva, no sólo en el resto de países de la UE, sino sobre todo en el resto del mundo. Sus marcas y emblemas se venden como churros en países como China, en los que hay ciudades que poseen más población que algunos países de Europa en su conjunto, y donde la demanda de las clases medias, cada vez más numerosas, es un mercado inmenso aún por explotar. ¿Qué debiera hacer Europa, echar la bronca a su miembro más competitivo en el mundo o unirse a él para conquistar los mercados globales? La respuesta parece obvia, pero el mensaje de Bruselas es justo el contrario. Renegar de la competitividad del que la posee y reclamársela a los que no lo somos aún, quizás para que si alguna vez la alcanzamos podamos ser amonestados por ellos. Ese discurso simplista que ayer emanó de Bruselas sólo tendría sentido si la UE estuviera sola en el mundo, pero no es así. De hecho, y esto no queremos verlo porque no nos gusta, cada vez pintamos menos en el mundo porque somos menos población y el PIB del resto de países no deja de crecer mientras que el nuestro sestea en sus buenos momentos. O nos ponemos las pilas y elaboramos una estrategia conjunta de cara a hacer a la UE un actor económico global, usando para ello los productos de marca alemana como punta de lanza (y sí, también los del resto de países) o el mundo nos va a comer, orillar y abandonar en la cuneta. Europa no puede ser sólo un parque temático para que los turistas asiáticos vengan a conocer las antiguas civilizaciones occidentales. O cambiamos o ese será nuestro futuro.

Además, me enfada mucho ver como los europeos caemos en la trampa que nos ponen nuestros rivales. A lo largo de estos días el mensaje de la “bronca a Alemania” ha surgido de numerosas voces de fuera de la UE, con un tono paternalista y desinteresado, y ha sido comprado por analistas y funcionarios de la UE. ¿Y de dónde venían muchas de esas voces? De EEUU, uno de nuestros rivales comerciales, que estaría encantado de ver como las empresas alemanas pierden cuota de mercado y se la otorgan a las norteamericanas. En definitiva, una actitud tonta alentada por aquellos a los que les beneficia. Asombroso. Y una última duda que me corroe. Todos los analistas, políticos y prebostes que lanzan estos mensajes, ¿qué coche tienen aparcado en su garaje? Sí, sí, seguro que usted, querido lector, es capaz de imaginar las marcas de casi todos ellos……

miércoles, noviembre 13, 2013

Madrid está hecho una basura


Bolsas de desperdicios que permanecen intactas o, en la mayoría de los casos, rasgadas, mostrando su hediondo contenido sin pudor, junto a envases, colillas, cartones, botellas de cristal y restos orgánicos. Papeles y cartones que se mecen al son del viento pero que tienden a quedarse atrapados en el pegajoso suelo que, lleno de regueros de orines y demás líquidos parece haber sido regado por la madre naturaleza tras una noche de desenfreno. Y hojas de árboles que caen cada vez en mayor número y que se depositan sobre las bolsas y demás restos de porquería. Esa es la imagen que ofrecen las calles de Madrid.

Como en todo, hay clases y clases. Así, el barrio en el que trabajo ofrece un aspecto sucio pero contenido, con las papeleras llenas hasta rebosar y los desperdicios acumulados en montones orillados en las esquinas de las aceras. Esta guarro, sí, pero dentro de un orden. Sin embargo, donde yo vivo, que es un barrio normal, la situación es mucho peor desde el inicio de este desmadre. Como en muchos otros lugares, piquetes y demás sinvergüenzas se dedicaron a esparcir la basura que acumulaban las papeleras por las aceras, volcándolas y dejándolas tiradas como si fueran ataúdes en los que se enterraba la salubridad pública. Hay varios trozos de acera en los que hay que tener mucho cuidado donde se pisa porque la mierda, literalmente, te la llevas en los zapatos a casa, y la imagen es mucho más degradada y sucia que la que observo cuando llego al trabajo. Y luego está el centro, sospecho que muy adecentado en las zonas en las que residen o trabajan los dirigentes, es un decir, de la ciudad, y completamente abandonado el resto en lo que ya se ha convertido en la imagen de la vergüenza capitalina, que se expone ante el resto del mundo como símbolo de nuestro fracaso. Las zonas peatonales del centro se han convertido en callejuelas en las que transitar en filas organizadas, sorteando montañas de cartones y detritus que, por el paso y pisadas de la gente, se mantienen aún a raya, como si fueran invernales montones de nieve, pero sin el más mínimo encanto. La batalla entre el viandante y la basura de momento se salda en un inestable empate, al que la bonanza meteorológica le está dando una tregua, ya que imaginarse todas esas montañas de mierda llenas de agua, exhalando humedad y dejando su rastro convertido en reguero que se extiende camino a las atascadas alcantarillas es un escenario de pesadilla que, con elevada probabilidad, puede darse este sábado. Tienen en varias webs imágenes de la pesadilla en la que viven, vivimos, miles y miles de madrileños, cuyas madres, residentes a muchos kilómetros como es mi caso, no se imaginan lo nauseabunda que está la calle, y menos mal, porque no nos dejarían salir. Chistes a parte, la situación es grave. El conflicto, enquistado entre un ayuntamiento insolvente, unas empresas concesionarias que no cobran y unos trabajadores desesperados, unido todo ello a unos piquetes que, con toda la lógica, pueden calificarse de mierda, hacen que las perspectivas de acuerdo sean escasas y la duración de la huelga se extienda muchos días. El comercio local está desesperado, viendo como el inicio de la campaña navideña se retrae por el lógico impacto que supone que acercarse al escaparate sea equivalente a pisar basura, y la imagen que los medios internacionales proyectan de la ciudad y sus montañas de desperdicios es acertada, certera y repugnante. Ahora mismo somos el estercolero de Europa, y no parece que a nadie le importe demasiado, al menos entre los que cobran para que este tipo de problemas les importe y trabajen para que se arreglen.

En cierto modo esto de la basura es una metáfora bastante adecuada para describir la situación de una ciudad, Madrid, que si no ha tocado fondo está próxima a hacerla. Gobernada, es un decir, por un equipo municipal que no parece estar capacitado para gestionar ni una tienda de chucherías, con una alcaldesa, Ana Botella, que se muestra completamente incapaz para ejercer su cargo y funciones, con unas cuentas públicas destrozadas por la deuda, al borde de la bancarrota, y con un partido al frente, el PP, que se muestra noqueado e incapaz de retomar el pulso a la gestión, Madrid deambula como una zombi, sin destino ni voluntad, a merced del viento, sin proyecto ni imagen, y camino a unos arrecifes llenos de desperdicios y, sí, basura.

martes, noviembre 12, 2013

El desastre de Filipinas no se debe al cambio climático


Cuatro días después la desolación sigue presente en la zona de Filipinas en la que impactó el tifón Haiyan, las imágenes que de allí llegan evidencian a cada minuto que pasa la dimensión del desastre sufrido y las condiciones de vida de los supervivientes se agravan a cada minuto que pasan en un entorno tan hostil. Los valores cambian cuando el mundo lo hace, como bien señala este titular sobre lo que realmente vale el agua cuando no se dispone de ella, y mientras los supervivientes tratan de hacer todo lo posible para no unirse a los fallecidos, las voces que desacreditan a la ciencia elevan su voz en los periódicos que no prestaron atención en su momento a la evolución de la tormenta.

El ejemplo periodístico es uno cualquiera, pero las declaraciones no. Y seré muy claro. Me da igual lo que diga la ONU o cualquier organismo experto en la materia. El desastre de Haiyan no tiene nada que ver con el cambio climático. Así de simple. De primeras porque hacer semejante afirmación supone cometer el inmenso e infantil error de confundir el tiempo, los fenómenos que se producen día a día en determinada zona del mundo, con el clima, que son las pautas generales de comportamiento meteorológico de esa zona en función de la observación de largas series históricas. ¿Puede helar en verano? Sí, ¿Y puede hacer mucho calor en invierno? Sí. El que hechos aislados de ese tipo se produzcan no quiere decir nada, salvo que dan mucho juego a la hora de los comentarios por parte de los tertulianos que de casi nada saben, y sólo serán indicativos de algo más profundo si se repiten de manera habitual a lo largo del tiempo. En Madrid, sin ir más lejos, no nieva mucho, de hecho tampoco llueve demasiado, pero a veces sí que logra cubrirse de un manto blanco. No es normal, pero se da. Si en los próximos, digamos, veinte años, no se registra nevada alguna sobre Madrid, o apenas, se podrá afirmar que el clima de Madrid ha cambiado respecto a las nevadas, pero el que un día caiga medio metro de nieve sobre el Ayuntamiento (bien mirado si se quedan allí encerrados sin poder salir no sería mala idea) no es sinónimo de glaciación ni nada por el estilo. En este sentido la meteorología se está dejando contaminar por la economía, que posee ciclos más cortos y que vive pegada a las cotizaciones diarias con una estupidez que produce pasmo. Y los medios de comunicación, a los que la carnaza del gran titular les produce gozo en forma de amplias ventas, están encantados de encontrar un culpable al que atribuir las causas de desastres que, en general, sobrepasan nuestra capacidad de entendimiento tanto por su dimensión como por su lejanía. ¿Poseen rigor afirmaciones como las que ha realizado la ONU al respecto? Ni falta que hace, se imprime en Arial 26, por decir una fuente y tipo, y a vender alarmismo. El que uno luego rebusque en los archivos y descubra que todos los años miles de personas mueran en esa zona del mundo por distintas tormentas tropicales y que nunca sean noticia no le hace dudar de que la culpa sea del famoso cambio climático, o el que en 1970 el ciclón Bhola causara medio millón de muertos (sí, medio millón) en Bangladesh y que nadie hablara en ese momento de clima ni de nada por el estilo, aunque eso sí, se organizó un coqueto concierto benéfico para recaudar fondos y paliar el desastre… Hay que ser muy serios con este asunto. Las evidencias científicas señalan que la temperatura promedio del planeta está subiendo a causa de nuestras emisiones y la deforestación, y eso a largo plazo será un serio problema y a corto mata a miles de personas por contaminación, pero vincular eso con las muertes de hace cuatro días en Filipinas es, además de falso, simplemente ridículo.

La verdad siempre es mucho más simple  y, como no. Incómoda. Como dije ayer meteorólogos de todo el mundo llevaban varios días avisando de la peligrosidad de Haiyan, pero no se les hizo caso, o no a tiempo. Y el impacto se produjo en un país pobre, y en la zona pobre de un país pobre, en el que, no nos engañemos, a los televidentes occidentales les viene al pairo si mueren 100 o 10.000 personas. La tormenta, sí, pero sobre todo la imprevisión, la indiferencia y la pobreza son los causantes de esa inmensa tragedia. Y como todos esos factores principales se deben directamente a la mano humana, y no queremos sentirnos culpables, achacamos el desastre al cambio climático y aliviamos nuestra conciencia. Así de simple y de falso.

lunes, noviembre 11, 2013

El anunciado desastre de Haiyan en Filipinas



Costas arrasadas, playas desaparecidas, ciudades en las que antaño se levantaban edificios y viviendas, muchas de ellas precarias y endebles, convertidas en amasijos de escombros y basura, bosques desmochados, en los palmerales enteros se han convertido en pilas de troncos apilados y rodeados de ramas arrancadas de cuajo. Y personas y animales, pocos, que deambulan entre los restos, comprobando que la mayoría de sus congéneres ya no se mueven y permanecen atrapados, muertos, entre lo que en su día fueron sus viviendas o propiedades. Y un silencio que lo llena todo, un agónico y mortal silencio.

Las imágenes que llegan de la isla de Leite, en Filipinas, ofrecen una descripción mucho más acertada que cualquier palabra escrita de lo que ha supuesto para aquella zona el paso del tifón Haiyan, bautizado localmente como Yolanda, de fuerza 5, la máxima posible, en el momento de su impacto contra la costa, y que tras el paso por el país ha comenzado su proceso de degradación en su camino hacia Vietnam, y el sur de China, donde se espera que llegue hoy convertido en tifón de categoría 1 o depresión tropical, una tormenta seria pero nada que ver con el monstruo que atravesó la isla filipina que ahora mismo es un erial. Tras una catástrofe de este tipo surgen sentimientos humanitarios y de cooperación con las víctimas, que están muy bien, por supuesto, pero en mi caso lo que predomina es la pura e inútil rabia, porque a lo largo de la semana pasada estaba clarísimo que este desastre se iba a producir y me da la sensación de que se podía haber evitado, y no se ha hecho todo lo debido. Los huracanes, o tifones, que son lo mismo, no son terremotos que no avisan, no. Se les ve llegar. Desde principios de la semana pasada los meteorólogos de medio mundo avisaban, asustados, de la inmensa potencia que había adquirido Haiyan, de sus enormes dimensiones y de las asombrosas cifras que lo caracterizaban, con una presión en el interior de su ojo de menos de 900 hectopascales y con vientos sostenidos que superaban en todo momento los 300 kilómetros por hora. Algo demencial, un monstruo que a su paso por cualquiera de nuestros ricos países hubiera dejado un rastro de destrucción y muerte de grandes consecuencias, pero con una trayectoria que lo llevaba frente a la costa filipina las cifras de víctimas potenciales se empezaban a disparar de manera descontrolada. El gobierno filipino inició una evacuación que, las víctimas estimadas lo demuestran, se quedó muy por debajo de lo que fue necesaria. Y mientras todo esto sucedía allí, en los medios occidentales la noticia de la gestación y aproximamiento de Haiyan a la costa se convertía en un breve que apenas lograba notoriedad alguna, frente a tonterías de gran calado que llenaban portadas y minutos de televisión. Algunos locos como los del tiempo de TVE, o divulgadores como Jose Miguel Viñas o Emilio Rey clamaban como profetas en medio del desierto, anunciando que esto era muy gordo, que Haiyan no era una tormenta cualquiera, sino la más potente formada en lo que va de año y de las mayores de las que se conocían en los registros históricos, y pese a ello sus voces quedaron acalladas en el ruido de la actualidad. Sólo a medida que la cifra de muertos ha ido subiendo y engrosando ceros, y que las imágenes de televisión ofrecen ese panorama dantesco de destrucción infinita que tanto conmueve al espectador y encanta al realizador Filipinas y su tragedia ha conseguido abrir informativos y escalara hasta lo más alto de la portada de los periódicos. No durará mucho allí, como mucho un par de días o tres, y su estela se irá apagando, ya vendrá otra noticia de menor enjundia para ocultarla, y a los del tiempo se les volverá a no hacer caso. Y así hasta el siguiente desastre.

Hay veces en las que todo esto es justo al revés. Hace un año vivimos en directo la aproximación y llegada del huracán Sandy a Nueva York. Las cadenas televisivas reforzaron sus equipos en la ciudad no por si se los llevaba el viento, sino para retransmitir el espectáculo de un huracán en una ciudad del primer mundo. Sandy causó muertos y destrozos, sí, pero nada que ver con la catástrofe que ha provocado Haiyan en Filipinas. Y desde luego la cobertura mediática tampoco ha tenido nada que ver. Ha sido inversamente proporcional a los miles de muertos que ahora se pudren en unas islas del pacífico convertidas en cementerios improvisados, que no tardarán en ser olvidados.

viernes, noviembre 08, 2013

La conferencia política de un PSOE desnortado


Qué ganas de comentar la montaña rusa que se vivió ayer en la bolsa y resto de mercados tras la bajada de tipos del BCE, pero como para eso puede haber otra oportunidad, hoy lo voy a dejar orillado en beneficio del PSOE, que celebra este fin de semana una conferencia política, convocada desde hace bastante tiempo, cuyo fin teórico es el de rearmarse ideológica y programáticamente y cuyos frutos prácticos buscados son el conseguir acaparar el interés de la audiencia y medios hacia un partido que no logra desenredar sus enormes problemas, internos y de definición.

Lo primero es lo primero, y es esa redefinición de la ideología y de la política lo que debiera centrar los debates de dirigentes y militantes socialistas en este fin de semana. Y hay que reconocer que lo tienen difícil. La socialdemocracia europea se encuentra en una compleja situación, dado que no es capaz de abanderar causas sociales que en décadas pasadas supusieron gran parte de su sentido de existencia, y debe tratar de lidiar con el funcionamiento de una economía de mercado que se ha desmadrado bastante respecto a las décadas prodigiosas de crecimiento en las que experiencias como la “tercera vía” auguraban como único problema el proceso de reparto de las enormes ganancias económicas que se generaban sin, aparentemente, hacer nada. Ese fue un grave error. Por otro lado, y en clave nacional, el PSOE arrastra aún en sus carnes el desastre de su gestión en la crisis económica, causa profunda de su derrota electoral de hace dos años y consecuencia mayoritaria del desapego que muestran las encuestas hacia sus líderes y posiciones. Un partido que ha gobernado durante ocho años el país, que se subió a la burbuja inmobiliaria, que no hizo nada para frenarla y que cuando se derrumbó equivocó por completo el diagnóstico y las medidas tiene aún mucho que purgar de cara al electorado. Todo esto hace necesario un debate muy profundo y serio en las bases del partido sobre qué política plantear a unos ciudadanos desencantados, empobrecidos y apáticos, que desconfían de partidos de uno y otro signo, y que además ven como muchas de las caras que apenas hace un par de años negaban aún la gravedad de lo que vivíamos se postulan ahora como salvadores de la miseria nacional. Empiezan a filtrarse algunas propuestas de corte fiscal, que son las más interesantes a la hora de discutir su implantación, pero en mi opinión la cosa tiene que ir mucho más allá de subir o bajar tipos o tramos. Debe haber un replanteamiento muy profundo del sistema de ingresos y gastos púbicos que, gravemente herido por el impacto de la crisis, genera un déficit crónico que amenaza con colapsarlo si no se le pone remedio. La ampliación de las bases fiscales, la transformación del IRPF en un impuesto sobre la renta y no sobre las nóminas de los asalariados, que es lo que es actualmente, la gestión de la deuda pública, el uso eficiente, justo y proporcionado del sistema de protección social, la vigilancia por su mantenimiento futuro y por la persecución de las bosas de fraude que subsisten en él… el PSOE tiene cosas que decir sobre todo esto, y debe hacerlo. Y sólo así, con un debate serio y propuestas rigurosas, logrará llevar a los electores a las urnas. Los tiempos en los que un titular, una medida sacada de la chistera movilizaba al votante han pasado a la historia. De eso el PSOE, y el PP, deben ser muy conscientes.

Sin embargo el gran riesgo que corre esta conferencia política es que dos asuntos, descartados del debate por sus organizadores en un ejercicio oscurantista e infantil, la eclipsen por completo. Uno es Cataluña, la deriva soberanista de Artur Mas y la esquizofrenia que se vive en y con el PSC, y el otro es el liderazgo del partido. Y es que, por encima de todo, un partido político es una organización de personas que no ansía el bienestar colectivo y el progreso del país, no, es una estructura creada para alcanzar el poder. Y se lucha por llegar, conseguir y retener el poder. En la oposición, ausentes de poder, los partidos se desangran en batallas internas, como le pasó al PP y ahora al PSOE. Primarias, Rubalcaba y candidatos pueden ser los tres términos que más oigamos el fin de semana y que acaben por diluir el debate que, necesario y urgente, debe acometer el PSOE.

jueves, noviembre 07, 2013

¿Qué hará hoy con los tipos el BCE de Draghi?


Hoy tenemos reunión del BCE, el Banco Central Europeo que aparece en tantos comentarios referidos a la sempiterna crisis o a todo aquello relacionado con la intervención de algo. “¿Qué se está quemando el bosque? Pues nada, hay que solicitar la intervención inmediata del BCE”. En sus últimas reuniones no ha movido ficha respecto a los tipos de interés, que siguen estables desde hace tiempo en el 0,5%, siendo lo más interesante de dichas reuniones la posterior rueda de prensa, en la que Draghi da orientaciones y pistas sobre futuras políticas tanto del BCE como de lo que deben hacer los países del euro.

Sin embargo han crecido los rumores estos últimos días sobre una bajada, hasta el 0,25%. ¿Por qué? Los defensores de la bajada argumentan que la recuperación que empieza a vivir la eurozona, tímida donde las haya, es frágil, y que la bajada de tipos puede servir para espolearla. Además, no se ve riesgo de inflación a la vista. Es más, empiezan a aparecer preocupantes síntomas en algunos países, España sin ir más lejos, de presiones deflacionarias, producto de las políticas de ajuste y del colapso en el que se encuentra instalada la demanda nacional. En este contexto bajar tipos estimularía el gasto, el consumo, el crecimiento y tensionaría los precios, contribuyendo a eliminar el temor a la deflación. Por el lado de los que se muestran en contra de la rebaja se argumenta que, hasta ahora, no está nada claro que la relajación monetaria practicada por el BCE, y efectuada de manera compulsiva por la FED norteamericana y el Banco de Japón, haya generado crecimiento económico, sino más bien una profunda distorsión en los mercados de capitales, que afecta tanto a los países emisores de los mismos como a los emergentes, receptores en muchos casos de esos recursos dispensado con alegría por los bancos centrales. Además, empieza a haber síntomas evidentes de se puede estar organizando una burbuja en algunos mercados financieros, alimentados por la vorágine de dinero que, sobre todo saliente de la FED, inunda bolsas de todo el mundo. También se dice que es el exceso de relajación monetaria lo que está permitiendo a los bancos sobrevivir a corto y mantener el volumen de compras de deuda pública que sostiene los déficits de los estados, de tal manera que no es ni siquiera necesario conceder créditos para ganar dinero. Basta con tomarlo prestado casi gratis del BCE e invertirlo en deuda soberana del, pongamos, Reino de España, con lo que todos los implicados en este circuito, especialmente bancos y estados, gana dinero, y la economía productiva ve como el sistema financiero se ha desentendido de sus problemas. Bajar los tipos o cualquier otro tipo de política expansiva no sería sino una nueva vuelta de tuerca a este proceso, que tarde o temprano debe revertir. Y por si todos estos argumentos a favor y en contra no fueran suficientes, tenemos el problema del euro, una moneda cuya cotización no deja de subir frente al dólar o el yen, y que a medida que se hace más cara destroza toda la ganancia de competitividad que economías como la española han logrado con su devaluación interna, siempre claro frente a países de fuera de la zona euro. Bajar tipos frenaría esta alza de la moneda, aunque introduciría costes derivados de, por ejemplo, el aumento de los precios de la energía, y es que habrán notado que la gasolina lleva unos meses bajando, sobre todo gracias a ese euro tan caro frente al dólar, moneda en la que se compra. Pese a ello, soy partidario de frenar la escalada del euro y, a ser posible, abaratarlo. Un cambio superior a 1,35 frente al dólar me parece peligroso.

Con todo esto, ¿qué es lo que va a anunciar Draghi a las 13:45? Pues la verdad es que no tengo ni idea. YA ven que hay argumentos para todos los gustos y que, una vez conocida la decisión, pueden usarse para defenderla o criticarla. Si me obligan a opinar me inclinaría, ligeramente, a que no va a tocarlos, pero la verdad es que esta es la primera reunión desde hace bastante tiempo donde la posibilidad de bajada es real. A veces Draghi sorprende al mercado, y quizás hoy, pese a que son pocos los analistas fervorosamente convencidos del recorte, endulza la comida de todos con los tipos al 0,25%. En todo caso, como ven, la situación es compleja, llena de alternativas y sin que esté nada claro ni dónde nos encontramos ni hacia dónde vamos. La solución del misterio, este mediodía en Frankfurt.

miércoles, noviembre 06, 2013

El precipitado (y tardío) cierre de Canal Nou


Cuando las noticias saltan por la tarde su tratamiento es muy distinto. No da tiempo en lo que resta del día a hacer un mínimo análisis de impacto y reflexión, se acaba la jornada a salto de mata, sin muchos detalles, pero la actualidad surge cuando le place. Y la decisión del gobierno de la Generalitat Valenciana, tomada ayer cuando ya oscurecía, de cerrar Canal Nou, la televisión autonómica, tras el rechazo del ERE presentado a magistratura, es de las que generan impacto y que, obviamente, se magnifica por parte de los medios de comunicación, que sienten como propio el sufrimiento y, en algunos casos, el hueco que deja libre el competidor.

Seré muy claro en este asunto y, me temo, polémico. Hace mucho tiempo que Canal Nou debía estar cerrado, como el resto de televisiones autonómicas, auténticos pozos devoradores de recursos públicos cuya principal, y a veces única finalidad, es la de loar y gloriar al poder autonómico regente en los reinos de taifas en los que hemos convertido este país. En el caso valenciano se junta la propia elefantiasis del ente audiovisual con la absoluta, y no reconocida, quiebra de la Comunidad Autónoma, de la que también, advierto, soy partidario de liquidar dad su insolvencia absoluta. Con cerca de 1.700 trabajadores, más que la suma de Antena3 y Tele5 juntas, que recordemos que son canales de emisión nacional, y una deuda que supera ampliamente los mil millones de euros, las cifras de Canal Nou son disparatadas, más propias de una entidad bancaria rescatada que de una cadena de televisión y radio. Sin embargo, no desentona demasiado en el desmadrado panorama audiovisual regional, porque el Canal Sur andaluz o la TV3 catalana presentan saldos de personal contratado y de deudas muy similares, siendo las tres televisiones autonómicas de mayor volumen, por así decirlo. En una segunda línea se sitúan, junto a otras mucho más pequeñas TeleMadrid, TVG gallega y el complejo EITB vasco, de menor dimensión pero, igualmente, abultada y desvirtuada en lo que hace a servicios y función que prestan. Desde el surgimiento de estos canales autonómicos a principios de la década de los ochenta, donde fueron pioneros Cataluña y el País Vasco, su desarrollo ha ido de la mano de los gobiernos de turno, que han visto en ellos la plataforma perfecta para darse el bombo que los canales nacionales, públicos o privados, no les prestaban. Informativos sesgados hasta un punto caricaturesco, programas de exaltación regionalista más propios de la era franquista que de los tiempos en los que vivimos, dispendios sin fin a la hora de adquirir derechos de emisión de eventos deportivos (fútbol, fútbol, fútbol y, también, fútbol) y plantillas engordadas sin control para dar acogida a amigos y, sobre todo, correligionarios del partido, han dado lugar a la creación de estos monstruos intocables, que durante los años de crisis que llevamos han visto intocables sus prebendas y presupuestos mientras que otros servicios públicos, los que sí son de necesidad, como la sanidad o educación, veían cercenados de manera continua su financiación, competencias y prestigio. Hace años dije a algunos compañeros de trabajo que antes se cerrarían hospitales que televisiones, y me tacharon de iluso y demagogo. Ojalá hubieran tenido razón, pero basta darse una vuelta por los centros hospitalarios o los colegios de nuestro país para preguntarse si en ellos ha habido cierres o despidos, mientras que en el canal autonómico todo sigue emitiendo sin parar, con el presidente autonómico inaugurando un pantano… bueno, lo que ahora toque inaugurar. Quizás una simple rotonda.

Los que en este caso van a pagar las culpas van a ser, como siempre, los empleados de la televisión, pero los gestores del canal, políticos autonómicos y directivos, que en el caso de la Comunidad Valenciana pertenecen en exclusiva al PP, que han llevado a la ruina a la región y han destrozado el ente audiovisual, tratarán de irse de rositas, sin asumir culpa alguna. No sé a ustedes, pero el paralelismo con las cajas de ahorros es asombroso. Intromisión política, mala gestión, delirante concepto de la realidad, manipulación hasta el infinito, quiebra absoluta, desastre, cierre de entidades, miles de despidos, destrozo al erario público y ausencia de culpables.

martes, noviembre 05, 2013

El programa Erasmus, o como gestionar mal las cosas


Muchos pensamos que el programa de intercambio de estudiantes universitarios de la UE, el conocido popularmente como Erasmus (y jocosamente en los ambientes universitarios como orgasmus) es una de las mejores ideas que han surgido de las mentes de Unión de cara a crear una sensación de pertenencia a un continente unificado. Con cuentagotas, pero de manera constante, miles de universitarios de todos los países de la Unión llevan años pudiendo disfrutar de estancias académicas en otros países distintos al suyo, permitiéndoles no sólo estudiar en otro ambiente muy distinto, sino vivir en una cultura y entorno que ya no les será ajeno.

Sin embargo, en estos últimos tiempos, el Erasmus ha sido noticia por los problemas que sufre para mantener su financiación por parte de las administraciones que lo sostienen. No conozco a fondo el tema, pero la concesión de la beca, que implica la admisión en una universidad extranjera, se financia a tres bandas por parte de la UE, el estado miembro de origen del universitario y, en el caso español, la Comunidad Autónoma de procedencia. Como los costes de residencia y vida en el exterior habitualmente son más elevados que el importe financiado por estas tres aptas institucionales, suelen ser las familias de los estudiantes los que realizan en desembolso necesario para terminar de cuadrar las cuentas y que el alumno pueda sobrevivir en su país de destino. En definitiva, que un Erasmus le cuesta dinero a la familia del alumno, más o menos dependiendo los casos, pero es un coste añadió. Corrijo, no es un coste, es una inversión, pero muy a largo plazo, y mes a mes de curso escolar supone una factura en manutención, alojamiento y cuestiones variadas. En este contexto ya hace meses la UE emitió una señal de alerta sobre la posibilidad de que se quedase sin fondos para hacer sus aportaciones a los estudiantes que en ese momento disfrutaban de la beca, y creo recordar que fue un crédito extraordinario aprobado desde Bruselas lo que impidió que esa amenaza llegara a sustanciarse, pero la señal que se emitió era clara, y nefasta. El Erasmus no era una de las prioridades de financiación por parte de las autoridades comunitarias. Ayer pudimos captar una señal muy similar, e igualmente mala, emitida en este caso por parte de nuestro gobierno, aunque dada la manera en la que se ha conocido quizás el término “emitida” sea muy eufemístico. Escondida en una Orden Ministerial publicada el Sábado en el BOE, sin publicidad institucional alguna, que ha sido descubierto por un particular que es quien lo ha hecho público a través de las redes sociales, el Ministerio de Educación cambia, una vez iniciado el curso, los criterios de financiación de los estudiantes Erasmus, de tal manera que aumenta los importes concedidos a los que poseen menor renta pero elimina la dotación a los que la superen, lo que se traducirá en que a partir de Enero habrá estudiantes que llevan en sus universidades de destino desde Septiembre que dejarán de recibir una de las tres aportaciones que antes comentábamos. Puede discutirse el criterio con el que se reparten los presupuestos de ayuda a Erasmus, sobre si el determinante debe ser la renta o cualquier otro, pero en todo caso eso debe hacerse de tal manera que sea efectivo para aquellos nuevos beneficiarios de la ayuda, es decir, los que vayan a ser becarios en el curso 20014 – 2015. Los actuales, que estudian en el periodo 2013 – 2014, fueron seleccionados para la beca con unas determinadas condiciones y se les otorgó la ayuda estipulada. Cambiar ahora los criterios de dicha concesión es un caso clarísimo de irretroactividad negativa que es jurídicamente un disparate mayúsculo, y que genera una enorme inseguridad jurídica en todo el sistema de becas y ayudas, por no hablar de la inseguridad económica que provoca en las familias de los estudiantes, que puedan ver como sus hijos dejan de recibir la ayuda prevista y quizás, en algunos casos, no puedan afrontar el incremento de costes y deban renunciar a la estancia.

¿Por qué pasa esto? Porque en el fondo las becas, y concretamente este programa de intercambio, no es una prioridad política ni económica por parte de este gobierno. Las asignaciones presupuestarias para Erasmus han ido bajando estos últimos años y, tarde o temprano, teníamos que llegar a este punto por ausencia de fondos. Esta medida, y la señal que de ella se deriva, es un grave error por parte del gobierno, que debiera incentivar aún más este programa. Las instituciones europeas tendrían que hacer algo, suplir esa carencia y, ya puestos, bajarse sus estrambóticos sueldos para aumentar partidas como el Erasmus, que son las que realmente construyen Europa, un continente, una idea que, visto lo visto, navega con rumbo fijo hacia unos peligrosos arrecifes que ella misma parece querer alcanzar.

lunes, noviembre 04, 2013

El enorme poder de la música (para Judith Jaúregui)


Nunca he tenido dudas de ello, lo he pregonado a los cuatro vientos, a veces en entornos fecundos, otras ante personas que no iban a prestarme atención, pero no me cansaré de insistir en valorar a la música como una de las más nobles artes, de las más superiores manifestaciones del alma humana, y fuente de vida y curación para esa alma, a veces torturada por los avatares de la vida. Oír música que a uno le gusta es uno de los mayores placeres de los que disponemos, y siempre genera bienestar. Todos hemos experimentado esa sensación de plenitud alguna vez en la vida oyendo música. Y sí, es maravillosa.

Este puente de Todos los Santos he tenido la fortuna, en parte literalmente, de saciarme de gozo musical con dos conciertos magníficos en los que he podido volver a experimentar esa sensación de la música en directo, que no tiene nada que ver con la que uno disfruta en casa, pese a que la técnica que existe en los hogares cada vez es más refinada. Han sido dos conciertos distintos, ambos de música clásica, pero de repertorio, intérpretes y formatos muy diferentes. El Jueves por la noche, en una de esas carambolas que otorga la vida, pude asistir al Auditorio Nacional al concierto que ofreció el contratenor Philippe Jaroussky y la orquesta barroca de Venecia, con la dirección de Andre Marcon, con un repertorio instrumental y vocal que nos situaba en la época del gran castrati Farinelli. El Sábado por la mañana acudí a la Fundación Juan Marcha para, dentro de su ciclo organizado en torno a la figura de la familia Bach, ver por primera vez tocar el piano a Judith Jaúregui, una de las pianistas con mayor proyección de nuestro país que, pese a su juventud, hace tiempo que dejó de ser una promesa local para convertirse en una auténtica estrella a nivel internacional. Los dos escenarios eran muy distintos. El Auditorio, inmenso, casi repleto, un marco enorme para una gran música, que impone al espectador y, sin duda, al intérprete. El salón de la Fundación Juan March es, por el contrario, más recogido, íntimo, con cabida para varios cientos de personas, pero con unas dimensiones mucho más manejables para el público asistente y, seguro, igualmente intimidante para el artista que a ese escenario se sube. Y en ambos locales, con distintos contextos, repertorios, público e intérpretes, se alcanzó la misma magia, la misma sensación de poder absoluto por parte del protagonista, la música, que lo inundaba todo. Cuando Jaroussky sostenía esas notas casi imposibles, a un volumen liviano, que más que sonido era auténtico cristal que, brillante y frágil, lo envolvía todo, el silencio de los miles de personas que allí estábamos era total, y se notaba cómo aguantábamos la respiración mientras el genio, con su voz, nos embriagaba. Era un momento de absoluta comunión entre el púbico, absorto y entregado, y un genio que mostraba sus prodigios con descaro y fuerza casi sobrenatural. Y esa misma sensación se pudo vivir en la mañana de Sábado cuando Judith, en los pasajes lentos de las piezas, atacaba el teclado casi acariciándolo, posando sus dedos sobre él como pidiéndole perdón, rogándole que le otorgase el don del sonido, pero sin exigírselo, como consiguiendo un favor del instrumento que, enorme y brillante en medio del escenario, cual fiera sometida, fuera domesticado por el domador. Esas notas livianas llenaban el aire como lo hacía Jarouskky en el Auditorio, y el efecto era igualmente lisérgico. Todo era distinto, todo era diferente, pero en el fondo era lo mismo. Cientos, miles de personas embriagadas por la música, y por el placer de oírla, y pro el deleite de contemplar su perfecta interpretación.

En ambos casos el final de ambos conciertos se saldó con un éxito rotundo. Minutos de aplausos interminables, bises, jaleos, ruegos y agradecimientos que convirtieron ambas citas en una plenitud de gozo para ejecutantes y asistentes, así lo cuentan las crónicas del Auditorio y se lo relato yo como testigo. Como tuve la fortuna y el privilegio de conocer a Judith tras el final de su concierto el blog de hoy se lo dedico a ella, pero lo hago extensivo a todos los músicos que el viernes nos deleitaron con su arte y, por extensión, a las miles de personas que cada día, desde su trabajo esforzado, desde la docencia, interpretación, divulgación o el puestos que sea, permiten que el milagro de la música siga vivo entre nosotros.