Aunque en estos últimos meses el
barril ha recuperado algo de fuelle y cotiza en torno a los 42 44 dólares, tras
los mínimos cercanos a los 30 de febrero, es evidente que el negocio del
petróleo sufre un duro golpe a estos niveles, y que las alternativas al mismo,
especialmente la movilidad eléctrica, empiezan a ser una amenaza al surtidor a
medida que la tecnología de las baterías mejora. Allá donde más petróleo se
produce y donde más se vive de él es donde va a resultar más necesario realizar
reformas profundas para garantizar la pervivencia de la sociedad. Y ese lugar,
estratégico, es Arabia Saudí.
Extraño país, reino feudal
propiedad de la familia Saud, que hasta lo bautizó como si fuera parte de su
estirpe, Arabia Saudí es la más poderosa de las llamadas monarquías del golfo,
petroestados regidos por un islamismo radical y cuyo estilo político y social
de vida es casi medieval, feudal en todos los aspectos. La inmensa mayoría de
los ingresos del país provienen de un petróleo de muy alta calidad y bajísimo
coste de extracción, un chollo absoluto, que ha permitido que ríos de divisas
afluyan a ese país (en este caso país equivale a familia reinante) y así se
puedan subvencionar todo tipo de costes. La economía saudí funciona como un
atleta muy muy dopado, y mantiene un artificial nivel de vida por esas rentas.
Si el petróleo dejara de ser “el activo” que lleva siendo durante décadas la
quiebra de esa nación sería casi instantánea, y el colapso de su sociedad, y no
sería aventurado pensar en una guerra entre lo que quede, tras el fin del maná.
La bajada del crudo de 2015 2016 ha sido considerada por muchos analistas como
un primer aviso de que el mercado de petróleo empieza a llegar a un punto de
saturación. Es cierto que el consumo aún crecerá en el futuro por la demanda
asiática, pero cada vez lo hará más despacio, y en los países occidentales es
de esperar que empiece a bajar por cada coche eléctrico competitivo que llegue
al mercado, o por la mera eficiencia en el uso del combustible. El fin del
petróleo convertiría a los Saud en lo que eran en el siglo XIX, los jefes de
una caravana de beduinos y pastores, que sobrevivían en el rigor de las arenas
del desierto y en la intolerante interpretación wahabita del islam. Por ello, y
viendo las barbas de sus vecinos pelar, ha anunciado en estos días uno de los
príncipes saudíes, hay cientos, que su país va a comenzar un periodo de
profundas reformas en lo económico, no en lo social, para tratar de
garantizarse un flujo de ingresos alternativos al crudo y que, poco a poco, lo
vaya supliendo. Es una buena idea, sobre todo porque el país aún tiene tiempo
para poder virar su rumbo, viraje que en todo caso será lento y conflictivo. Uno
de los anuncios de esta semana, impensable y que nunca siquiera había sido
sugerido en el pasado, es el proceso de privatización parcial y salida a bolsa
de Aramco, que es el nombre del monopolio saudí de la explotación
petrolífera. La historia de Aramco es impresionante, y en ella participan
nombres míticos como la Standar Oil de Rockefeller y otras sagas
norteamericanas que, a principios del siglo XX, descubrieron que bajo el
desierto saudí se escondía la mayor riqueza del planeta Tierra. Con el paso de
los años los Saud nacionalizaron aquella empresa y desde entonces es una
especie de ministerio del país. Sobre su valor siempre ha habido especulaciones
de todo tipo, pero dando por sentado siempre que es la empresa con mayor valor
del mundo. Las últimas cifras la valoran por unos 1,8 billones de euros,
billones europeos. Apple, la reina en bolsa (qué palo se pegó ayer) vale más o
menos un tercio de esa mareante cifra.
La idea Saudí es hacer una colocación inicial
pequeña, de un 5%, y con los ingresos obtenidos, una cifra disparatada, crear
un fondo soberano que invierta en tecnologías, negocios alternativos y sirva de
palanca para el desarrollo del país. El año pasado Arabia Saudí cerró sus
cuentas con un desatado déficit público y una deuda creciente que, pese a ser aún
muy pequeña, evoluciona sin control alguno. Todos estos movimientos económicos
tendrán su reflejo, y muy intenso, en el convulso tablero geoestratégico local
y, desde luego, global. No olviden tener a Riad y lo que allí suceda en su
punto de mira, de allí vendrán noticias y momentos muy importantes, no lo
duden.
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