Va a llegar un momento en el que
se creará una web de apuestas para ver quién es, cada mañana, la persona que,
imputada o procesada, se ve inmerso en un lío judicial o es detenida. Es
imposible que la justicia, aunque funcionase bien, fuera capaz de absorber
semejante marejada de casos, tramas, procesados y expedientes que, con la c de
corrupción, llenan las portadas y titulares de todos los medios. Esto es un no
vivir. Los
últimos en caer han sido, cosas de la vida, un par de sujetos que iban por ahí
de adalides de la libertad, la justicia y los derechos del consumidor. Dime
de que presumes y….
Quizás muchos no les conocieran
por sus nombres, Miguel Bernard y Luis Pineda, pero sí que les sonarán mucho
sus organizaciones, Manos Limpias y Ausbanc. Manos limpias, cuyo nombre se
inspira en el movimiento regenerador que lucho en Italia contra la corrupción
de la llamada “tangentópolis”, que destruyó al PSI y a la democracia cristiana
en los noventa, era una máquina de producir querellas. Se presentaba como
acusación particular en todo juicio que tuviera cierto componente mediático y
ha adquirido, gracias a ello, relevancia mediática y prestigio, a pesar de que
los antecedentes de Bernard, una de las manos derechas, valga la redundancia, de
Blas Piñar en Fuerza Nueva, fueran más que sucios. El caso que más bombo les ha
dado ha sido el de la Infanta Cristina, donde ellos eran los únicos que la
acusaban de delito, habiendo logrado que el tribunal de Palma interpretase que,
pese a la (oscura) doctrina Botín, la Infanta debiera estar en el banquillo. Ausban
es la denominación de la Asociación de Usuarios de la Banca, otra entidad que
en tiempos de finanzas revueltas, cajas quebradas y preferentes malditas ha
sabido erigirse como una de las (presuntas) valedoras de los derechos de los
usuarios de productos financieros. Representantes suyos están presentes en
todos los procesos abiertos en España a entidades de todo tipo, desde el más
ruidoso de Bankia a los EREs andaluces y a los de la entidad que se les pueda
ocurrir. Su papel en estos casos no ha sido tan determinante como, por ejemplo,
el de UPyD, que tiene el mérito de haber logrado que la justicia actuase en el
caso de Bankia, pero a lo largo de estos años han sabido moverse con agilidad
en los juzgados, adquirir un nombre y reputación, y convertirse en adalides,
junto a otros, de los pisoteados por el sistema financiero. Envueltos en esta
bandera, quizás la más sencilla de ondear en estos tiempos, junto a otras
igualmente populistas y biensonantes, y sin que estuviera muy claro cómo obtenían
los recursos necesarios para pagar abogados, costas y demás, ambas asociaciones
se habían hecho no ya un hueco, sino un pedestal en parte de la opinión pública
y, por su puesto, mediática. Cada aparición de sus dirigentes o empleados en
una televisión era garantía de un discurso ácido contra la corrupción y los
poderes establecidos, una soflama a favor de los desposeídos y una llamada a la
justicia que rivalizaba con el sermón de la montaña de Jesucristo. Consumados
actores, su pose televisiva era perfecta, convincente, populista y moralizante.
Unos triunfadores, de lo más parecido que teníamos por estos lares a un Robin Hood
que hiciera justicia frente al siniestro sheriff de Nothingam, encarnado en la
primera sucursal bancaria que uno pudiera encontrarse junto a su portal.
La detención de ambos figurones la semana pasada
dio un vuelco muy serio tanto a su imagen como al fondo de su actuación. Estafas,
amenazas, sobornos, chantajes… las manos limpias estaban completamente
enfangadas de barro corrupto y los que ayudaban a los usuarios de la banca
reamente extorsionaban a las entidades para comprar su silencio en tiempos de
ira colectiva. Lo que no me podía imaginar es que ambas entidades, comandadas
por la fría mente de Pineda, actuasen asociadas para que los chantajes fueran
lo más efectivos, caros y crueles posibles. Qué asco. Desde aquí un aplauso a
Miquel Roca, abogado de la Infanta, que denunció estas prácticas mafiosas. Y el
deseo de que estos personajes pasen mucho mucho tiempo entre rejas.
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