Quiso la casualidad que ayer,
antes y después de que se hiciera oficial la desastrosa cifra del déficit
público de 2015, un desbordante 5,2%, se conociera la muerte de dos grandes
figuras de la creación que, en distintos ámbitos y con vidas completamente
opuestas, llegaron a lo más alto en el arte que practicaban, y obtuvieron el
reconocimiento merecido, pese a contar, cada uno de ellos con enormes
dificultades de partida. El escritor Imre Kértesz y la arquitecta Zaha Hadid
encarnan dos polos opuestos en el mundo de la creación. Su muerte los ha unido.
Kértesz
recibió el Nobel de literatura en 2002 por toda su obra, centrada en la atroz
experiencia de los campos de concentración nazis. Fue un superviviente de
Auschwitz, y con decir eso casi todo lo demás sobra. Sus libros se centraron en
expurgar de sí mismo los demonios con los que allí vivió, el infierno que
conoció en vida, a expensas de si lo hay o no en el hipotético más allá.
Consciente de que fue un privilegiado por no haber muerto, como los miles que
le rodeaban, trató de contar su vida como ejemplo de ese horror y como
testimonio para que las generaciones posteriores, las que sólo verán el
holocausto como un recuerdo, las que enterrarán a personas como él, los últimos
testigos del mal, no olviden lo que pasó. Húngaro de nacimiento y nacionalidad,
su vida fue discreta, su salud inestable y llevaba ya un tiempo retirado de la
literatura y de los focos, de los que nunca fue amante. Como todos los
supervivientes de esa experiencia, nunca logró recuperarse plenamente de ella.
El caso de Zaha Hadid es casi el opuesto. Iraní de nacimiento, y anglófila de
creencia y vida, Hadid
llegó a ser la arquitecta más famosa del mundo, en una profesión dominada
completamente por hombres, partiendo de una sociedad, la iraní, que en muchos
aspectos da más importancia a los muebles del salón que a las mujeres que en la
casa habitan. Subida a la ola de los arquitectos estrella, dotada de un genio
tanto para el diseño como para vender sus productos y marca, Zaha se elevó al
estatus de estrella internacional, de icono de esos que persiguen los políticos
de medio mundo para instalarlos en sus ciudades y presumir (y de paso disparar
aún más el déficit público), y se embarcó en una vida de lujos, glamour y focos
de la que disfrutaba muchísimo, y que le parecía venir tan natural como las
orgánicas formas que caracterizaban sus estructuras. Su obra en España no es
muy amplia, destacando quizás por encima de todo las construcciones
relacionadas con la Expo del agua de Zaragoza, con su puente y torre. Entre sus
proyectos paralizados por la explosión de la burbuja se encuentra el edificio
de oficinas que iba a ser sede de Euskotren y que se iba a levantar en el solar
que ha quedado despejado en Durango, Vizcaya, a nueve kilómetros de Elorrio, tras
la eliminación de las vías que cruzaban la localidad. Es poco probable que, con
los presupuestos actuales, esa obra se lleve a cabo, aunque si seguimos tan
despendolados con el déficit quizás se edifique. Aquejada de una tos
permanente, una voz muy grave y una figura deformada por un sobrepeso
continuado, Hadid falleció ayer de manera sorprendente a los 65 años, sólo, en
Miami por un problema respiratorio
Así, el único nexo común entre la vida de un
escritor superviviente y una arquitecta estrella es, como antes señalaba, la
excelencia de su obra. Vidas y experiencias diametralmente opuestas,
introspección traumática frente a exaltación mediática, pero cuando Kertész se
ponía a escribir y Hadid a diseñar el genio que en ambos residía era capaz de
generar frases y formas que a todos conmovían, uniendo sus carreras en una
curiosa simbiosis de belleza, surgida desde raíces tan dispares, opuestas y,
hasta cierto punto, incompatibles. En los registros de obituarios ya siempre
permanecerán juntos. De ambos nos quedan sus obras y testimonios de vida. Aprendamos
de ellos.
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