Toda ruptura de relaciones genera
destrozos, de mayor o menor grado. Cuanto más intensa ha sido la relación
previa es de esperar que mayores sean los daños y el tiempo necesario para
curarlos. En política, sin embargo, estas normas no se aplican siempre. Hay
rupturas muy dolorosas tras apenas una legislatura de acuerdo y hay divorcios
pactados muy civilizados después de años de convivencia. Y también, como en el
amor, hay escenificación, teatro, disimulo, impostura, apariencia y mensajes
que dicen una cosa y realmente son otra. Esa es la mejor manera de destruir una
relación para siempre. Para que no surja nunca.
¿Hasta qué punto hay teatro en
todo lo que estamos viendo en las conversaciones PSOE Podemos? No lo se, pero
me atrevería a señalar que domina frente a la realidad. La reunión del pasado
jueves mostró un entendimiento muy escaso entre ambas partes, no digamos ya
Ciudadanos, el pepito grillo de la sensatez en una mesa en la que el descontrol
del gasto y de otras cuestiones estaba más que presente. Las ruedas de prensa
tras la reunión dejaron claro que el acuerdo era muy difícil, media resultante
del imposible para Ciudadanos y el posible para el PSOE. De hecho cada uno de
los dos portavoces parecía que habían estado en reuniones distintas dadas las
conclusiones que extrajeron. Podemos, que siempre necesita ser la vedette de
todas las funciones, convocó a los medios para el viernes por la mañana, para
ser protagonista único que de lo fuera a decir. Con retraso, y la puesta en
escena coral que le caracteriza, para así arropar su infinito liderazgo, el
líder supremo reencarnado en Pablo Iglesias destrozó en pocas palabras la
reunión del jueves, coincidiendo así con Ciudadanos, y no dejó de dar pullas a un
PSOE al que acusó de todo lo posible. A medida que hablaba imaginaba yo los
sudores crecientes de una ejecutiva en Ferraz que se veía traicionada, como
tantos le habían advertido, por un personaje, un estilo y unas formas que no
son propias ni de nuestro tiempo ni contexto. Iglesias escenificó la ruptura de
un acuerdo que nunca había existido, convocó a sus bases para que, por
aclamación, que para eso se les llama, ratifiquen su propuesta, y dio el
pistoletazo de salida para la campaña electoral de las elecciones del 26 de
Junio, salvo sorpresa de última hora. Un PSOE rabioso salió a las pocas horas
para descargar en Podemos toda la responsabilidad de no haber podido llegar a
un acuerdo, y anunció que, como ellos son serios, responderían al documento de
propuestas que Iglesias llevó el jueves a la mesa de negociación. El enfado de
Hernando y el resto de portavoces socialistas era patente, junto a la ausencia
de Pedro Sánchez, que nada ha dicho desde hace unos días, quizás compungido por
ver como se esfuma su única opción de acceder al gobierno, y así librarse de
los enemigos propios que en su partido buscan su cabeza para cortarla. Ayer,
en otra escena, el PSOE contestaba al documento que presentó Podemos a la mesa,
diciendo que estaba de acuerdo en un 70% de las ideas de los de Iglesias,
dando por sentado con ello que el programa económico del PSOE es una filfa, y
acusando otra vez a los podemitas de ser los culpables de la falta de acuerdo y
de que Rajoy siga en la Moncloa. El argumentario ya conocido.
¿Es todo teatro? Quizás. El PSOE, a sabiendas de
que nunca podría aceptar una propuesta de Podemos, los cita para escenificar
una ruptura violenta y así cargar a Iglesias la culpa de una falta de acuerdo,
responsabilizarle de que Rajoy siga y conseguir con ello el relato necesario
para presentarse a las elecciones como la única fuerza que quiso el cambio pero
los antisistema no lo permitieron. Y Podemos, que nunca ha querido pactar con
nadie, porque ellos son la verdad revelada, busca en esas nuevas elecciones
superar de una vez a un PSOE que se escora a la derecha con su pacto con Ciudadanos,
frente a ellos, la izquierda verdadera, única, grande y eterna. Sí, quizás todo
sea falso.
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