miércoles, abril 27, 2016

Han fracasado, hemos fracasado

Como última escena de un picaresco sainete cervantino, homenaje no pretendido pero muy sentido al autor, Compromís presentó ayer un miniacuerdo de treinta puntos redactado a todo correr con la idea de que sirviera de punto de encuentro para las (mal) llamadas fuerzas progresistas. El PSOE, sorprendentemente, lo debatió y contrapropuso, como si no fuera consciente de la imposibilidad de sus intentos. A eso de las 12 el ruido mediático era enorme. Para las 14 el último entremés de esta corta legislatura había concluido, y no restaba más que dar fe de ese final de escena, esta vez en Zarzuela, ante un Rey, imagino, triste y asombrado.

Han fracasado, hemos fracasado. Y punto. Así de fácil y cruel. Tras unas elecciones de las que apenas han transcurrido cuatro meses la situación política es de bloqueo total. Es imposible crear una gran coalición, a dos o tres, mi escenario favorito, porque los líderes de los principales partidos se odian entre sí y ninguno de ellos quiere dejar su opción a mantenerse o alcanzar el poder. No ha sido posible un acuerdo (mal) llamado progresista porque el cainismo en las (mal) llamadas fuerzas de izquierda es lo que más prima, y la necesidad de que unas superen a otras puede antes de la posibilidad de cooperar. La única fuerza política que ha mantenido el mismo discurso en estos meses transcurridos es Ciudadanos, pero también es verdad que estaba en una posición en la que ni da ni quita gobierno, con sus cuarenta escaños. Muchos como representación, nulos como fuerza de bloqueo. En esa tierra de nadie ha intentado llegar a acuerdos y alguno ha conseguido, de resultado bastante corto. Podemos entrar ahora en el juego de quién ha tenido la culpa de lo que ha sucedido, de este absoluto desencuentro, de este desastre al que nos vemos abocados, porque repetir elecciones es un desastre. Es acudir a otra convocatoria de examen porque has suspendido la anterior. Depende en qué punto del espectro político se sitúen ustedes y los medios ya tendrán claro el nombre del líder y partido causante de este desaguisado, y un argumentario sólido que justifique esa elección, ese dedo señalador. No voy a entrar en ese juego, porque me parece absurdo. Los líderes de las tres formaciones con opciones de formar gobierno, y sus organizaciones, y sus terminales mediáticas, han fracasado. Es así de fácil. Y por extensión, la sociedad española, que está representada en ellos, en la proporción en la que esa sociedad quiso, y votó, el 20 de diciembre, hace cuatro meses. Ese acto de representatividad, de legitimidad, será arrojado a la basura el 2 de mayo, ninguneado, considerado como nulo por aquellos que, mandatados para ello, no supieron ni quisieron llegar a acuerdos. Es muy triste. Patético. Pero lo peor es que refleja una parte de nuestro carácter, de esa tradición hispánica del enfrentamiento mutuo, de la ausencia de valores compartidos, de aprovechar la oportunidad para pegarle en la cabeza al vecino en dónde y cómo más le duela. En el duelo a garrotazos pintado por Goya nos vemos reflejados como país, siendo esa una de nuestras principales taras, miserias, vergüenzas. Unida al hecho de no asumir la responsabilidad, de no ser valientes para proclamar el error propio, la incapacidad de uno. La culpa siempre la tendrán otros. Y eso es lo que vemos desde hace unos días desde todas las almenas políticas, desde todos los tronos mediáticos, que siguen jugando con nuestras ilusiones, necesidades y, faltaría más, presupuesto.

Ahora, unos pocos días para la basura y el 2 de mayo se convocarán elecciones para el 26 de junio. Dos meses más de espera, ruido y bazofia argumental que, probablemente, desemboquen en un resultado similar al presente (o no) pero emanado por una sociedad mucho más cansada, harta, desilusionada hasta el extremo, y donde la abstención, casi con toda probabilidad, se disparará. Y luego, otra vez a pactar, a negociar, a no acordar. Y de paso el país, su economía y problemas, desatendidos por quienes dicen desvivirse por ellos. Recuerden cuando debatan sobre el tema. Esto es un fracaso colectivo, es un fracaso de todos. De ellos, sí, pero también de todos nosotros. No puedo evitar verlo así.

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