viernes, abril 15, 2016

Hace mucho frío en Soria

Si alguien les pregunta por Teruel o Soria seguro que, por lo menos, les vienen dos pensamientos a la cabeza. Despoblamiento y frío. Lugares en los que no he estado, bellos según cuentan los que los conocen, apenas copan titulares en los medios y a veces llegan a ellos por sus demandas de que no sigan aislados y abandonados. Es difícil ver titulares en los que alguna de esas provincias, aunque si un extranjero llegase hoy a España y hubiera leído a Machado pensaría que la ciudad de la que tanto escribió, a la que iba de camino, sería la capital del país, la urbe más importante de todas. Tristemente, no es así.

Visto fríamente, el ministro Soria está achicharrado y mantenerlo en su puesto es, como otras tantas decisiones similares del PP, una jugada errónea y costosa en términos de popularidad, votos y posibilidades electorales. Su implicación en los papeles de Panamá inicialmente era ruidosa pero algo débil vinculada a familiares, y sobre todo antiguo. Emanaba un mal olor pero no parecía lo suficiente como para desestabilizarlo. Su estrategia de comunicación, que hay que alabar en el sentido de que no se ocultó (digamos que Almodóvar sí, imitando a ese Rajoy que tanto ama en la intimidad) estuvo muy mal dirigida, y de las explicaciones que daba pocas cosas claras quedaban. Y entonces llegó otra exclusiva informativa, que le vinculaba con cuentas no en Panamá, sino en Jersey, que tanto monta monta tanto, también con enlaces familiares de por medio, y mucho más cercana en el tiempo, hasta principios de la década de 2000, cuando Soria ya estaba inmerso en política, en este caso en la municipal canaria. Aquello ya era bastante más sucio y profundo, y la posición del ministro empezó a resquebrajarse. Hubo un momento, esta semana, en el que se anunció una rueda de prensa por su parte en el Congreso que, pocos minutos antes de celebrarse, fue suspendida, a cambio de una comparecencia que se anunció para el próximo lunes, también en sede parlamentaria. Sin embargo, esa suspensión, las imágenes que de esa tarde contaron algunos medios sobre discusiones entre altos cargos del PP y Soria sobre su labor y forma de explicarse y, sobre todo, las pruebas firmadas que los medios siguen publicando, colocaron al titular de Industria en una posición cada vez más débil. A partir de ese momento Soria dejó de convertirse en un activo político para pasar a ser un coste, de una pieza que hay que proteger por lo que vale a un problema del que hay que apartarse porque contamina. Ayer se dieron dos grandes pasos para que su cabeza política se ofrezca ante el cadalso de la opinión pública y mediática. Una información de La Razón, periódico neutral y alejado de todo partido político, como es sabido, afirmaba que el PP empezaba a considerar como factible la marcha de Soria para evitar males mayores. Y pasadas las 22 horas se supo que hoy, en la reunión del Consejo de Ministros, Soria no acudirá, pese a que se le supone en Madrid. Algunos interpretaban ayer esta información como una especie de renuncia en la práctica, dado que estando el gobierno en funciones no puede ser cesado por el presidente ni, creo, dimitir. Conociendo a Rajoy es difícil que le ofrezca la salida de, por decisión propia, marcharse, porque siempre que ha podido y debido Rajoy no ha sido capaz de cesar y apartar a quienes debió, pero a apenas tres semanas de una nueva convocatoria electoral, con el patio muy revuelto y con un PP que no es capaz de limpiarse de corrupción ni con lejía (Granda el Martes, Soria hoy) el tiempo corre muy a la contra para el partido.

Es quizás esa proximidad electoral la única baza a la que se puede agarrar un Rajoy desbordado por las acusaciones contra su equipo para que ejecute una decisión de cortar cabezas, siendo en este caso Soria el pagano de errores propios y ajenos (ahí sigue Rita, para escándalo de muchos y vergüenza de casi todos). Cada información que salga esta mañana y los próximos días puede ser determinante para el futuro de un hombre, Soria, que sonó en algunas quinielas a mitad de legislatura como llamado a cargos mucho mayores y que, pase lo que pase, ha trocado su futuro político por un frío vacío sólo comparable al de la bella y machadiana provincia castellana.

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