lunes, junio 13, 2016

El horror de Bataclan se repite en Orlando

Y miren que había temas para comentar hoy, como el de la presunción de inocencia que todo el mundo pide, y respeta, para los jugadores de fútbol, pero nadie cumple cuando se trata de otro presunto delito y sospechoso, o el debate económico a cuatro que tuvo lugar ayer noche, de nivel medio, pero interesante en todo caso, y a buen seguro mucho más valioso que el que hoy llevarán a cabo los líderes de los partidos políticos. Pero cuando la sinrazón en forma de tragedia se cruza en la actualidad lo desplaza todo, y eso sucedió en la noche del sábado al domingo en Orlando, una ciudad de Florida asociada a Disney y a la diversión.

Aún se desconocen muchos detalles de lo que ha pasado y, sobre todo, del por qué. El asesinato de unas cincuenta personas en un club gay de Orlando a manos de un único hombre es ya, de por sí, lo suficientemente horrendo como para que todos nos echemos las manos a la cabeza, en señal de susto y de incomprensión. En el club Pulse, donde se desarrollaba una fiesta latina, entró en un momento dado Omar Siddique Mateen, que es el nombre completo de la última celebridad de la infamia asesina, armado hasta los dientes con pistolas y un rifle de asalto de potencia devastadora, que puede ser adquirido legalmente en las tiendas en EEUU por un precio más modesto que el de una buena bicicleta. Omar se puso a disparar contra la multitud, salió del local, se encontró a un vigilante jurado, al que disparó, volvió a entrar, siguió disparando y se atrincheró con rehenes en el baño de un local que, para entonces, ya era un escenario de guerra. La policía y los cuerpos de élite llegaron hasta las inmediaciones del escenario del crimen y, tras horas de forcejeos, intentos de negociación y espera, se produjo un asalto al establecimiento en el que Omar fue abatido, ejecutado, por los cuerpos especiales. La noticia llegó poco a poco a lo largo de la mañana en España y para la hora de comer eran veinte las víctimas, en lo que parecía más un ataque homófobo que otra cosa. A medida que la tarde avanzaba todo iba a peor. El número de víctimas crecía sin parar, y se alcanzó ese medio centenar que ahora exhiben las portadas de medio mundo, se empezaron a conocer los detalles de la vida de Omar, un sujeto que maltrataba a su mujer y que era una pieza en varios sentidos, las investigaciones que el FBI realizó sobre su persona hace algunos años por posibles vinculaciones islamistas, que finalmente no llegaron a ninguna parte, la llamada que hizo Omar, antes de su ataque, jurando lealtad al estado islámico, y la posterior reivindicación hecha por una agencia de noticias afín a DAESH del horrendo suceso. Una evolución de los acontecimientos que ha ido mutando lo sucedido de grave ataque interno a atentado terrorista internacional. Lo cierto es que, por la forma del ataque y por sus consecuencias, estamos ante un acto de terrorismo puro, sean cuales sean las causas y motivaciones últimas de lo sucedido. Es un ataque en toda regla contra la comunidad gay y, por tanto, contra todos nosotros, porque cualquier ataque sobre cualquier persona lo es sobre todas las demás. El padre de Omar, entrevistado por los medios, cree que es la homofobia el motivo último del ataque, y no el componente islamista, quizás porque, dentro del horror que pueda sentir en su interior, se aferra a la última esperanza de que su hijo no se hubiera alistado a ese infame grupo de asesinos, que son de lo peor que puebla ahora mismo el planeta.

Queda mucho por investigar, y está por ver si no estamos ante un cuelgue de medalla por parte de DAESH de un acto en el que no ha participado, pero en todo caso la dimensión de la noticia es enorme. Es el mayor ataque terrorista en suelo norteamericano desde el 11S, una carnicería inmisericorde, en este caso, sobre los gays, que con razón hoy se levantarán más asustados y recelosos, y vuelve a poner sobre la mesa, por si alguien lo había olvidado, el tremendo asunto de la venta de armas en EEUU, venta que permitió que Omar se hiciera legalmente con el fusil con el que cometió su matanza. Y todo en una precampaña electoral y muy agitada y populista gracias a un Trump desatado. Horrenda noticia en muy mal momento.

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