Hablaba ayer de que, fueran
cuales fuesen los resultados del referéndum del Brexit, mucho del daño causado
ya era difícilmente reparable. Las encuestas nocturnas señalaban una victoria
de la permanencia, y ese era el bálsamo sobre el que el tiempo debiera actuar
para restañar esas heridas, tanto dentro como fuera del Reino Unido. Al
levantarme por la mañana y comprobar que todo ha sido un espejismo, que
el Brexit ha triunfado y que la salida del Reino Unido de la UE va a ser real,
la sensación que me embarga es de pura desolación, de pura tristeza, de pura
pena.
De tanto intentarlo, al final
tenía que suceder. Desde hace ya un par de años las elecciones y demás
votaciones que se realizan en Europa tienen al populismo como uno de sus
principales argumentos, y las fuerzas que lo enarbolan suben y suben en medio
del descontento general. Por los pelos no se hicieron hace apenas un par de
meses con la presidencia de Austria, pero esa fue la señal de que tarde o
temprano lograrían una victoria. Esta noche lo han conseguido. Las fuerzas más
radicales del partido conservador, sumadas al xenófobo populismo del UKIP han
logrado inocular el atávico e irracional miedo al otro, al de fuera, al
extranjero, al emigrante, a todo aquello que se encuentre más allá del canal.
Su campaña ha vencido al argumento del miedo económico y de la
internacionalización. Reino Unido, uno de los países más globalizados del
mundo, poseedor de la lengua franca internacional, la mayor plaza financiera
del globo, ha votado desconectarse del continente al que pertenece, ampliar el
canal de la mancha y cerrarse al mundo. Un país rico y poderoso que opta por el
miedo y el empobrecimiento. Es una decisión de lo más absurda, irracional, ilógica,
que sólo va a causar perjuicios a los británicos, pero desde luego también al
resto del mundo. La UE se enfrenta hoy al peor de sus desafíos, el de la
desanexión de sus miembros, el del asalto del populismo nacionalista a los
electorados de otras naciones que puedan exigir también realizar referéndums
para saber si quieren o no pertenecer al club. En una época de globalización en
la que el poder se concentra en inmensas naciones lejanas, en las que ciudades
chinas de nombres desconocidos poseen más población que muchas naciones
europeas y unos PIBs que no dejan de crecer, la UE, la menos mala de las
soluciones que hemos encontrado para que Europa no se mate en guerras civiles y
pueda compartir de alguna manera la prosperidad que genera, sale hoy herida, gravemente
herida, por una consulta que genera enormes incertidumbres económicas,
políticas y sociales. Si la integridad de la Unión se ha resquebrajado, la del
propio Reino Unido amenaza con hacerlo, con una Escocia o Gibraltar que pueden
volar por su cuenta y hacer que esa nación deje de llamarse Reino y permanezca
Unida. La convulsión sobre los ciudadanos británicos residentes en la Unión
será ahora mismo total. Piensen en los miles y miles que viven en nuestras
costas, que pasarán de facto de ser ciudadanos comunitarios a extranjeros.
Dejarán de poder votar en las elecciones municipales de los pueblos en los que
viven, no está claro como podrán disponer de acceso a servicios básicos como
sanidad, y legalmente ahora mismo se encuentran en un limbo a la espera de que
las negociaciones de salida con la UE fructifiquen en un acuerdo que, sospecho,
será muy duro para ellos. Pensemos en los miles de españoles que trabajan y
residen en Londres y otras ciudades británicas. Si los acuerdos prefijados con
la UE ya les dejaban en una posición social débil, ¿qué sucederá con ellos a
partir de hoy?
Hoy será un día de marasmo financiero, de
desplome de la libra, de convulsión económica y susto en los mercados, y el
probable punto de origen de una crisis económica europea. Pero siendo esto
grave, lo peor es lo que supone para el sueño europeo el que uno de sus
principales miembros decida abandonar. Lo peor es lo que representa para
Europa, para la ilusión de un continente que trata de huir de su aciago destino
y de una historia de destrucción que, tras décadas de paz y prosperidad, vuelve
a asomar en forma de histeria, nacionalismo y miedo. Parte de la UE ha ardido
en la británica hoguera de San Juan de esta noche.
Subo a Elorrio este fin de semana
y me cojo el lunes festivo. No olviden votar, descansen y sean muy felices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario