Hoy es el último día para poder
publicar encuestas electorales en España. Ahí tienen otra de las absurdas
consecuencias de la falta de consenso político entre las formaciones
nacionales, que impide que normas como la ley electoral no puedan ser
reformadas no ya en cuestiones de fondo como la circunscripción o el sistema de
reparto, sino en fruslerías como la legalidad de publicar sondeos. Es triste.
Gracias a esto, la tienda de frutas andorrana se va a forrar, y a partir de
mañana empezaremos a ver noticias del tipo “las naranjas bajan” o “las
berenjenas se mantienen” y todos jugaremos al engaño de que no sabemos de qué
se habla. Sí, no tiene sentido alguno.
Acatando la ley electoral y
exprimiendo la de mercado, ayer se publicaron un montón de encuestas en la
prensa que, con sus más y sus menos, pintan un panorama que no difiere en
exceso de lo que ya teníamos tras los resultados del 20D. El PP gana las
elecciones, con un rango de votos similar o superior al cosechado entonces,
pero con una asignación de escaños que tiende a bajar ligeramente. Rajoy ha
encontrado su techo y suelo electoral, muy comprimidos ambos, y no logra una
victoria que le permita gobernar. Su situación es tan incómoda como lo era en
enero. Ciudadanos también se estanca. Las horquillas le sitúan nuevamente en el
entorno de los cuarenta diputados y, otra vez, su suma con el PP se queda lejos
de los 176 de la mayoría absoluta. Pocas novedades por ese lado. En el otro
lado del espectro político la cosa cambia bastante, para quedarse en agregado
más o menos igual. Todos los sondeos admiten que Podemos supera ampliamente al
PSOE, tanto en votos como en escaños. La sucia campaña de Iglesias recibe
premio en las urnas, lo que da mucho que pensar, y el desnortado PSOE ve como
su suelo de noventa escaños en diciembre se convierte en un imposible techo. La
suma de ambas formaciones se acerca, por poco, a la mayoría absoluta si cogemos
las horquillas más favorables para cada uno de los partidos y encuestas, y se
queda como estaba en diciembre si no apuramos los extremos. Visto así, en
conjunto, el panorama numérico es tan inmanejable como lo era hace seis meses. Ninguna
de las formaciones alcanza un resultado que le permita dominar la cámara y
ninguna de las coaliciones posibles, salvo la grande PP PSOE, permite una mayoría
absoluta estable. El apoyo de las formaciones nacionalistas numéricamente puede
hacer que la suma PSOE Podemos logra controlar el Congreso, pero esa expresión,
“la suma PSOE Podemos” es una construcción gramatical que no responde mucho a
la realidad. Si siendo tercero Iglesias se atribuía el derecho a una
vicepresidencia y al control de un hipotético gobierno de coalición, siendo
segundo lo mínimo que pedirá será el control de la flota imperial y la sumisión
de todos los sistemas estelares a su egregia persona. Un PSOE vapuleado,
humillado, hundido en sus resultados y desarbolado en sus cuadros se vería ante
la tesitura de rendirse a las huestes de Podemos, y aceptar su asesinato, o
suicidarse en forma de abstención para que gobernase un débil y magullado PP. Las
alternativas que se manejan desde Ferraz, las mismas que hace seis meses, son nefastas
para su formación, y la situación de debilidad desde donde se deciden es
creciente. Ya no es sólo la cabeza de Sánchez la que peligra sobremanera, no,
es el conjunto del partido el que se asoma al abismo, quizás sin que sean
conscientes de ello. Y eso es lo peor.
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