Ríos caudalosos, de los que
braman tras las lluvias, son los vertidos en forma de tinta tras los
comicios del 26J, una época del año tan calurosa que provoca estiaje en los
cauces y sequedad en el aire. La victoria de Rajoy es lo más relevante de lo
sucedido, y pese a que la formación de gobierno vuelve a ser algo muy
complicado, la legitimidad que tiene ahora el PP para intentarlo es mucho mayor
que la que poseía hace meses. En ese sentido, el panorama se ha aclarado
bastante. No se confíen, porque los números no cuadran del todo, pero el
resultado ha generado un claro ganador y unos cuantos perdedores.
Quiero centrarme hoy en el papel
de Podemos, y en lo mucho que ha logrado, y lo muy lejos que se ha quedado de
lo que aspiraba. Podemos, desde el principio, tuvo la inteligencia de detectar
una brecha que se agrandaba, la de la desigualdad, y a la que nadie hacía caso.
Sumidos en sus batallas políticas de salón, ni el PP ni el PSOE vieron que
parte de la sociedad se iba quedando atrás gracias a una crisis devastadora que
nadie vie ni tampoco pudo solucionar. Sin paliativos, esas heridas escocían, y
Podemos fue muy listo a la hora de apropiárselas. Su discurso político, sin
embargo, es contraproducente. Basado en unas ideas trasnochadas que ya
fracasaron en las estepas rusas e islas del Caribe, su mesianismo absoluto,
centrado en la figura de su líder absoluto, atrajo a un montón de votantes y,
con un discurso radicalizado, extremista, demagógico y simplista (sí, verán que
no me gustan demasiado) logró un espectacular resultado en los comicios de
diciembre, 71 escaños. Tremendo. Tercera fuerza parlamentaria. Un éxito
arrollador. Desde esa posición Iglesias y sus siervos, que así es como los
trata, podían haber sido muy hábiles para lograr un acuerdo de gobierno con un
PSOE debilitado que seguía siendo segunda fuerza política, pero siguieron una
estrategia muy extraña si uno no ha leído historia, pero clásica si se conocen
los movimientos estalinistas. La vanguardia, encarnada por Iglesias y los
suyos, debía hacerse con todo el poder, y el resto, fuera el PSOE o lo que
fuese, debía ser eliminado. En las no negociaciones de primavera vimos a un
Podemos convertido en el rey de la altanería, del desprecio a los teóricos
socios ideológico, a una formación convertida en mera máquina de ansiar poder,
sillones, cargos, ministerios y demás palancas de gobierno para hacer su revolución.
En un tiempo récord Podemos olvidó a los necesitados a los que tanto
mencionaba, demostrando, por si quedaban dudas, de hasta qué punto manipulaba
su desgracia en beneficio propio. La convocatoria de elecciones fue vista por
Iglesias y los suyos como la oportunidad del “sorpasso”, de la dominación de la
izquierda, del acceso al poder real. Su campaña, mediáticamente brillante,
lograba que el foco estuviera siempre en ellos, en sus ocurrencias, en sus
guiños, ideas y mensajes. Muchísima televisión, transformismo político, asociación
(destrucción) de Izquierda Unida en un proyecto más amplio, confluencia de todo
lo posible en torno al líder que ya hablaba de cómo repartir una Moncloa que
tenía al alcance de la mano… Podemos vendió la idea de que estaba en una
carrera de poder con el PP, que eran ellos o Rajoy, y casi todo el mundo compró
ese discurso. Iglesias se travestía de lo que fuera para arañar votos y
engañaba a quien fuese para lograrlo, y muchos compraban su discurso. Hasta las
21 horas del 26J Podemos era imparable.
Y curioso, como si fuese heredero
de las consecuencias de una primera burbuja, la inmobiliaria, que tras reventar
nos llevó hasta aquí, a esa hora del 26J la burbuja de Podemos reventó. Sus
uniones, “sorpassos” y demás tretas mediáticas se convirtieron en polvo y
repitió resultado, 71, q ue son muchísimos
escaños, pero nada frente al ansiado cielo conquistado que el Rey Iglesias iba
a presidir. Ahora Podemos analiza qué es lo que ha pasado, pero como toda
formación estalinista que se precie, las conclusiones de su estudio serán lo
que su líder, que nunca yerra, decida. Y así las declaraciones de ayer de Pablo
Echenique, que afirmaban que la sociedad ya les acabará dando la victoria que
es suya, reafirman esta postura. “El pueblo de Podemos” aún no ama a su líder
como es debido, el pueblo es imperfecto. Iglesias y los suyos ya lo moldearan…
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