martes, junio 28, 2016

Ganó Rajoy, y se pinchó la burbuja de Podemos

Ríos caudalosos, de los que braman tras las lluvias, son los vertidos en forma de tinta tras los comicios del 26J, una época del año tan calurosa que provoca estiaje en los cauces y sequedad en el aire. La victoria de Rajoy es lo más relevante de lo sucedido, y pese a que la formación de gobierno vuelve a ser algo muy complicado, la legitimidad que tiene ahora el PP para intentarlo es mucho mayor que la que poseía hace meses. En ese sentido, el panorama se ha aclarado bastante. No se confíen, porque los números no cuadran del todo, pero el resultado ha generado un claro ganador y unos cuantos perdedores.

Quiero centrarme hoy en el papel de Podemos, y en lo mucho que ha logrado, y lo muy lejos que se ha quedado de lo que aspiraba. Podemos, desde el principio, tuvo la inteligencia de detectar una brecha que se agrandaba, la de la desigualdad, y a la que nadie hacía caso. Sumidos en sus batallas políticas de salón, ni el PP ni el PSOE vieron que parte de la sociedad se iba quedando atrás gracias a una crisis devastadora que nadie vie ni tampoco pudo solucionar. Sin paliativos, esas heridas escocían, y Podemos fue muy listo a la hora de apropiárselas. Su discurso político, sin embargo, es contraproducente. Basado en unas ideas trasnochadas que ya fracasaron en las estepas rusas e islas del Caribe, su mesianismo absoluto, centrado en la figura de su líder absoluto, atrajo a un montón de votantes y, con un discurso radicalizado, extremista, demagógico y simplista (sí, verán que no me gustan demasiado) logró un espectacular resultado en los comicios de diciembre, 71 escaños. Tremendo. Tercera fuerza parlamentaria. Un éxito arrollador. Desde esa posición Iglesias y sus siervos, que así es como los trata, podían haber sido muy hábiles para lograr un acuerdo de gobierno con un PSOE debilitado que seguía siendo segunda fuerza política, pero siguieron una estrategia muy extraña si uno no ha leído historia, pero clásica si se conocen los movimientos estalinistas. La vanguardia, encarnada por Iglesias y los suyos, debía hacerse con todo el poder, y el resto, fuera el PSOE o lo que fuese, debía ser eliminado. En las no negociaciones de primavera vimos a un Podemos convertido en el rey de la altanería, del desprecio a los teóricos socios ideológico, a una formación convertida en mera máquina de ansiar poder, sillones, cargos, ministerios y demás palancas de gobierno para hacer su revolución. En un tiempo récord Podemos olvidó a los necesitados a los que tanto mencionaba, demostrando, por si quedaban dudas, de hasta qué punto manipulaba su desgracia en beneficio propio. La convocatoria de elecciones fue vista por Iglesias y los suyos como la oportunidad del “sorpasso”, de la dominación de la izquierda, del acceso al poder real. Su campaña, mediáticamente brillante, lograba que el foco estuviera siempre en ellos, en sus ocurrencias, en sus guiños, ideas y mensajes. Muchísima televisión, transformismo político, asociación (destrucción) de Izquierda Unida en un proyecto más amplio, confluencia de todo lo posible en torno al líder que ya hablaba de cómo repartir una Moncloa que tenía al alcance de la mano… Podemos vendió la idea de que estaba en una carrera de poder con el PP, que eran ellos o Rajoy, y casi todo el mundo compró ese discurso. Iglesias se travestía de lo que fuera para arañar votos y engañaba a quien fuese para lograrlo, y muchos compraban su discurso. Hasta las 21 horas del 26J Podemos era imparable.


Y curioso, como si fuese heredero de las consecuencias de una primera burbuja, la inmobiliaria, que tras reventar nos llevó hasta aquí, a esa hora del 26J la burbuja de Podemos reventó. Sus uniones, “sorpassos” y demás tretas mediáticas se convirtieron en polvo y repitió resultado, 71, q  ue son muchísimos escaños, pero nada frente al ansiado cielo conquistado que el Rey Iglesias iba a presidir. Ahora Podemos analiza qué es lo que ha pasado, pero como toda formación estalinista que se precie, las conclusiones de su estudio serán lo que su líder, que nunca yerra, decida. Y así las declaraciones de ayer de Pablo Echenique, que afirmaban que la sociedad ya les acabará dando la victoria que es suya, reafirman esta postura. “El pueblo de Podemos” aún no ama a su líder como es debido, el pueblo es imperfecto. Iglesias y los suyos ya lo moldearan…

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