martes, junio 21, 2016

Fútbol, sexo e impunidad

Seguro que titulando así rompo mi registro de lectores diarios y este artículo tiene éxito en la red… o no, que diría el otro. Uno de los argumentos de los populista de Podemos en su campaña electoral ha sido la lucha contra los privilegios de la casta, “los de arriba” que dicen ellos (y que aspiran a ser en cuanto toquen poder de verdad) y se ha identificado a banqueros, miembros de la familia real y cargos políticos como los representantes genuinos de esa élite corrupta que es la causante de la crisis que vivimos. Argumento muy fácil de vender, que posee parte de verdad pero que, desde luego ni es mayoritaria ni lo explica todo. Pero se vende.

Y uno de sus fallos, no el menor, es que la casta de privilegiados de este país no empieza por esas figuras antes mencionadas, sino por otras, que sí son intocables. Los jugadores de fútbol. En otros países también sucede, por lo que no es este un mal exclusivamente nuestro, pero me da la sensación de que aquí es exagerado. El futbolista en España es Dios sobre todas las cosas. Su actitud, su valor y valía son infinitas, haga lo que haga, desde el momento que se viste unos “colores” que son sentidos como propios por una tribu, que lo eleva al estatus de tótem supremo, intocable. Hay dos casos recientes, aún sin conclusión, que demuestran hasta qué punto la “crispada” sociedad no castiga los delitos de los futbolistas. Uno es el de la evasión fiscal de Leo Messi. Acusado y juzgado por un delito de evasión de impuestos que deja pequeño a varios de los casos de corrupción que cada día llenan nuestras portadas, Messi ha sido recibido en sus llegadas a los juzgados entre aplausos y admiraciones de los congregados. Ni pitos, ni insultos ni abucheos. La táctica de defensa del jugador ha sido la de hacerse un “infante”, aludiendo las mismas excusas que esgrimió Cristina de Borbón en el caso Noos (lo llevamos, que diría Carlos Alsina). Si a aquella le llovieron críticas de todo tipo, merecidas, por excusarse en algo tan burdo, nadie ha osado levantar la voz contra el argentino porque “confiaba en su papá”. Es más, muchos han defendido su inocencia en el más puro sentido del término, de ingenuo. Resultado, la fiscalía, que solicitó un autógrafo del jugador, desea pactas con la familia un apaño para pagar una multa y eludir así el castigo penal. Y Messi vuelve a ser vitoreado por aquellos a los que, defraudando impuestos, ha robado. Y todos felices. Otro caso, más turbio, es el que implica al portero David De Gea y a otros jugadores en una trama de prostitución por la que está acusado Torbe, uno de los reyes mundiales del porno por internet, un personaje que de ser norteamericano tendría película propia muy al estilo de “El lobo de Wall Street”. Las acusaciones que pesan sobre el portero y otros jugadores pasan por la contratación de menores para servicios sexuales y la presencia de mujeres que estaban ilegalmente, o retenidas en contra de su voluntad. Es un asunto feo, que se basa en las declaraciones de una testigo protegida, que cuadra bastante con la pérfida y siniestra trayectoria de Torbe, acusado en no pocas ocasiones de trata de menores, y que está aún en una fase muy preliminar de la instrucción, por lo que es lógico que se esgrima la presunción de inocencia sobre De Gea y el resto de presuntos acusados.

¿Cuál es el matiz? Que dicha presunción de inocencia en España ya sólo rige para futbolistas. Si a usted o a mi o a cualquier otra persona, y no digamos si es cargo público, se le acusa de tener relaciones con una trama pornográfica como esa, su imagen es despellejada en los medios y en una semana es un cadáver político, o quizás de otro tipo en función de la respuesta de su pareja en ese momento. Los medios, las asociaciones feministas.. todos se han callado a toda velocidad para defender a un jugador de fútbol, demostrando que una infanta de España, por mucho rango que tenga sobre el papel, puede (y debe) ser condenada por la comisión de un delito, si lo ha cometido, mientras que un futbolista jamás será procesado haga lo que haga. Y es que la "casta" de verdad, en este país, juega en un césped y gira en torno a un balón

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