Si ustedes visitan hoy París
podrán ver algo muy especial, casi único, aunque suponga chafarle uno de sus
principales planes turísticos. El nivel del Sena es tan alto que, por
precaución, y para salvarlo que se encuentra sito en sótanos profundos, dos
de los grandes museos de la ciudad, el Louvre y el Orsay cierran sus puertas,
hecho que no sucede desde hace un siglo, riada arriba riada abajo. La ciudad,
junto con todo centro Europa, lleva días sometida a un intenso temporal de
lluvias y fuertes tormentas que está causando estragos, sobre todo en la vecina
Alemania, donde ya se contabilizan unos diez muertos.
Tormenta real y figurada la que
se abate sobre una Francia sometida a un constante estado de convulsión desde
hace unos meses, y que no parece cesar. Implantado el estado de excepción en el
país tras los salvajes atentados de noviembre, esta primavera gala ha estado
marcada por las protestas en la calle contra la reforma laboral del primer
ministro Valls, que ha soliviantado a toda la izquierda del país y, junto con
ella, a los estudiantes y a los empleados de los grandes consorcios públicos y
empresas, los más privilegiados en lo que hace a las condiciones laborales. El
debate que se plantea ahora en Francia es el que se vive en España desde hace
mucho tiempo, y para el que no se ha encontrado una solución concreta y
acertada para todos. Es imposible crear empleo en una situación de máxima
protección al trabajador, ya que eso sólo garantiza que el empresario sea
reticente a contratar. Ese tipo de legislaciones genera una dualidad en el
mercado de trabajo, contrapesando a un grupo de privilegiados, que poseen
enormes derechos, y que son los que se manifiestan en la calle contra las
reformas, frente a otro grupo, también muy numeroso, que tiene una situación
mucho más precaria y que suele ser el factor de ajuste en los casos de despido.
Mi opinión en este aspecto siempre ha estado basada en dos pilares,
desregulación contractual entre empresario y empleado y sólido paquete de
asistencia social que cubra al que se encuentra en desempleo en un momento
dado. En todo caso, este es un debate complicado y sujeto a muchos matices y
particularidades. Y en Francia, como suele ser habitual por allí, ha degenerado
en un escenario muy serio de violencia social, con agresiones a la policía,
disturbios, algaradas de todo tipo y paros salvajes en sectores estratégicos
que han puesto al gobierno de Valls, y por derivada al Presidente Hollande, más
que contra las cuerdas. Desabastecimiento en las gasolineras, caos en los
transportes, denuncias de la policía contra manifestantes que, convertidos en
meros violentos, se han dedicado al destrozo y el salvajismo contra todo lo que
encontraban a su paso, paralización parcial de una economía que no crece mucho…
Francia lleva más de un mes en los titulares de la prensa y medios de
comunicación con unas imágenes muy propias de la “kale borroka” que, y esto hay
que repetirlo tantas veces como sea necesario, apenas se han dado en España
durante los años de mayor intensidad de la crisis (mucho mayor que la Francesa)
e intensa movilización social. El civismo que “la salvaje” España muestra a la
hora de manifestarse ante cualquier motivo contrasta con las formas desatadas
con las que se desarrolla una manifestación de lo que sea en la “civilizada”
Francia, donde los piquetes violentos parecen tan frecuentes como los bares en
las calles españolas. Ya lo vimos hace un tiempo en manifestaciones no económicas,
como las que hubo contra la ley del matrimonio homosexual, pacíficas en España,
muy muy violentas en la Francia que presume ser el país del amor, pero que a la
mínima se lanza a la guerra interna.
En fin, todo este desmadre se produce a las
puertas del inicio, en una semana, de un acontecimiento, llamado deportivo, que
hará que todos los ojos de Europa se centren en el hexágono. Y a muy finales de
junio principios de julio comenzará el Tour. Acontecimientos de masas que sin
duda aumentarán la preocupación de unas desbordadas autoridades que ven como el
“Sena” de su población les empieza a sobrepasar. EEUU ha emitido un aviso sobre
el riesgo de atentados terroristas en Europa en esta coyuntura, pero tras lo
sucedido en noviembre lo cierto es que da igual que haya muchos o pocos eventos
masivos para que los islamistas actúen. En definitiva, tiempos convulsos para
una Francia que no encuentra su camino, cosa que no le pasa al agua, que sólo
sabe descender y siempre lo logra, inunde o no.
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