miércoles, agosto 10, 2016

Albert Rivera se atreve

Relajados como estarán muchos en la playa, seamos conscientes de que vivimos en la anormalidad de un gobierno en funciones en un país lleno de problemas que no admiten esperas ni tiempos muertos. Algunos, muchos de esos problemas, no dependen del gobierno y corresponden a cada uno de nosotros encontrarles solución (esto es algo que debiéramos tener todos muy claro) pero otros sí, otros se pueden arreglar, canalizar, disolver, si un gobierno competente y decidido se pone a ello. Ocho meses después de las elecciones de diciembre, el hastío y el vacío que lo provoca es la señal de que es no puede seguir así.

Por eso le doy todo el mérito del mundo a Albert Rivera, el único que ha dicho, en todos estos meses, para qué quiere llegar a un acuerdo de gobierno, cual es el objetivo que pone en mente cuando piensa en un ejecutivo, y no tanto quién lo formará o cuál será su Ministro de Interior. Se lanzó a una piscina vacía en febrero, cuando firmó un acuerdo con el PSOE que estaba destinado al fracaso, pero que dejaba claro que Ciudadanos no quería repartirse carteras ni puestos ni estructuras de poder, único ansia de otros que se llamaban “nueva política” o “progresistas” pero que demostraron ser lo más reaccionario del mundo, por si quedaban dudas al respecto. El acuerdo Rivera Sánchez estaba abocado al fracaso, y ese fue su destino. En Junio volvimos a votar, en la expresión más clara y absoluta de la ruina de nuestra política, y los resultados, algo distintos pero similares, volvieron a dejar la imagen de un Congreso fragmentado, de una sociedad dividida, menos polarizada que lo que nos venden los medios, y que requiere de acuerdos si pretende salir adelante. Con un PP como indiscutida primera fuerza política, pero muy muy lejos de una mayoría, con un PSOE como disminuida segunda fuerza, y un Podemos cuyas alas fueron cortadas gracias a su desmedida soberbia e ignorancia, Ciudadanos volvió a quedarse, como en diciembre, en tierra de nadie. Sus escaños ni dan ni quitan gobierno, no permiten sumar una mayoría absoluta en la cámara y, siendo necesarios en todas las combinaciones, nunca son suficientes. Rajoy abrió una ronda de contactos entre los partidos para sondear sus posibilidades de ser investido, pero se ha encontrado con noes rotundos y ningún sí. Ciudadanos anunció que se abstendría en la segunda votación, como gesto para lograr una investidura factible, pero eso no es suficiente, lo sabemos todos. Ayer, en medio del bloqueo, y de un agosto que parece ser dejado por todos pasar como si fuera tiempo basura (¿acaso no se vive en agosto? ¿no se muere uno si deja de comer o respirar? ¿no se pasa mal si no se cobra en agosto?) Rivera salió a la palestra, compareció un día de antes de su prevista reunión en la mañana de hoy con Rajoy, y expuso las seis condiciones mínimas para que un candidato que sí se presenta a la investidura pueda contar con el voto afirmativo de Ciudadanos en dicha sesión. Esas seis condiciones, que están relacionadas con la regeneración política, darían risa en cualquier otro país de nuestro entorno, porque allí están grabadas en el ADN de su día a día político. Pero aquí no, aquí son casi revolucionarias, son una afrenta a décadas de apropiación por parte de la política de unos fueros indebidos, que ni fueron pensados para ser así utilizados ni pueden ser mantenidos sin variación alguna en este ya adolescente siglo XXI. Piensen ustedes un poco y contéstense a sí mismos, sin engañarse ¿Les parecen erróneas? ¿votarían ustedes “no” a ese listado de condiciones?

En un país donde el liderazgo político no existe, donde los partidos se basan en el vasallaje a un caudillismo encarnado por uno de sus mediocres, que es el que ha sido más listo entre ellos, y donde ante cada problema serio siempre, siempre, el gobernante se esconde y elude sus responsabilidades, ayer Rivera tuvo el valor de salir en público y atreverse a detallar para qué quiere un gobierno. Seguro que es zurrado por unos y por otros, acusado de casi todo por tantos cargos intermedios de partidos que sobreviven por hacer la pelota a quienes deciden sobre la persistencia de sus prebendas. Por eso, por atreverse, por lanzarse, por dar la cara, Rivera tiene todo mi elogio. Ayer ejercicio liderazgo en el buen sentido del término, y dejó al resto de “lideres” expuestos al silencio de su cobardía.

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