martes, agosto 23, 2016

Medallas para ellas, aunque a ellos les pese

Se acabaron los Juegos de Río, que han consistido para gran parte del planeta en una panzada de sofá, aperitivos y sesión continua de deportes no habituales, que apenas si se pueden contemplar en este tipo de eventos, y que no volveremos a saber nada de ellos ni de sus ejecutantes hasta dentro de cuatro años. Tras la clausura y paso del testigo a Tokio, deporte vuelve a ser, para casi todos, eso que unos millonarios hacen con un balón y que es aplaudido por las masas enfervorizadas. Y a los que practican otra cosa, que les den y se vuelvan a su casa, pensarán muchos medios de comunicación y “opinadores”.

El balance de los Juegos para España no es malo. Repetimos las diecisiete medallas alcanzadas en Londres, con un mayor número de oros, y con sorpresas, como suele ser habitual en estos casos, de todo signo. Lo más relevante, quizás, haya sido el hecho de que la mayor parte de los oros hayan venido de representantes femeninas, que como viene siendo habitual han ofrecido un nivel competitivo superior al de sus homólogos masculinos. El oro de Belmonte, Beitia, Marín o Chorraut son logros inmensos que los amantes del deporte debieran valorar como tales. Sin embargo, no es esto lo que se ha desprendido de muchos comentarios, y no sólo los provenientes de las inefables redes, donde el ruido hace que la distorsión sea elevada. A cada título ganado por una campeona se sucedían titulares en la llamada “prensa deportiva” y a veces en la seria, donde se pretendía devaluar el mérito de la ganadora, y asignárselo a su entrenador o equipo. Expresiones vulgares en las que el aspecto físico de la campeona era destacado por encima de sus méritos competitivos se juntaban con análisis de detalles personales, como gritos, manías o ritos, que no son sino obviados, o incluso celebrados en el caso de que los realicen los chicos, pero que eran puestos en solfa, cuando no directamente ridiculizados, si los ejercía una chica. Si Rafa Nadal se toca varias veces el calzoncillo antes de sacar nadie lo critica, ni es criticable en lo más mínimo, pero si Carolina Marín grita tras conseguir un tanto ahí estaban los periodistas destacando que esos gritos eran síntoma de inestabilidad, y que menos mal que su entrenador era capaz de controlarla para llevarla a lo más alto. En general este tono se ha mantenido hasta el final, pese a que han sido muchas las quejas y denuncias, tanto de deportistas como de otro tipo de profesionales, ante comentarios que jamás, reitero, jamás, veríamos en el caso de deportistas masculinos. ¿De dónde procede esta forma de actuar, de pensar, de menospreciar a las deportistas? La respuesta sencilla es el machismo, que lo hay, pero la profunda, creo yo, es la envidia. Envidia absoluta por parte de unos periodistas, aunque no sólo, que ven como las mujeres, a las que seguirán considerando el sexo débil, son capaces de lograr metas que ellos jamás alcanzarían, de batir marcas que se les antojan imposibles, de sacrificios sobrehumanos, como Chorraut, que ha sido capaz de compatibilizar la maternidad y el oro mientras que muchos “millonarios del balón” apenas saben hacer otra cosa que estrellar deportivos. Sí, creo que es esa envidia profunda lo que lleva a ser despectivo, a menospreciar, a quitarle importancia a unos éxitos conseguidos por mujeres, que van más allá de lo que los hombres han logrado.

Afortunadamente para esta caterva de sujetos, los juegos han terminado. El fútbol, eso, ha vuelto. Ese mundo completamente masculino, lleno de dioses a los que nadie osa criticar, ya está aquí. Y todas esas chicas que compiten en deportes de segunda ya no volverán a restar protagonismo al deporte de los machos, de los valientes, de los héroes del balón. No serán pocos los que piensen de esta manera, demostrando hasta qué punto la estupidez está extendida y, sobre todo, la envidia de quienes no siendo capaces de nada, ven como aquellas a las que menosprecian les superan. Y como no son ciegos, tratan de cubrir sus vergüenzas con menosprecio. Y con el vacío y la indiferencia es como se debe contestar a esta cutre actitud, que define muy bien a quienes la practican. Enhorabuena a las campeonas.

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