Es difícil evadirse del
despliegue informativo que rodea a una olimpiada. Los poseedores de los
derechos, que han pagado mucho dinero por ellos, tratan de exprimirlos al
máximo, a sabiendas de que es un periodo corto en el que se desarrollan los
Juegos, dos semanas, y que, como suele ocurrir frecuentemente, los horarios son
intempestivos para los espectadores españoles, cosa que no sucedió hace cuatro
años, pero que volverá a pasar dentro de otros cuatro. La web que TVE ha montado para esta ocasión
no es sino un reflejo de su programación durante estas dos próximas semanas.
Juegos, juegos y más juegos.
Río 2016 es el primero de los
fracasos de la aventura olímpica de Madrid, que culminaría con Tokio 2020. El 2
de octubre de 2009 se anunció el veredicto que dejaba los juegos en Brasil,
después de una enorme campaña publicitaria y de trabajo por parte de las
autoridades madrileñas y el entusiasmo, no impostado, de la población de la
ciudad. Se decía en todas partes que el proyecto de Madrid era el mejor, el más
austero, el más consecuente con el espíritu olímpico, y no se dejaba detalle
alguno a la hora de explicar el desarrollo de las infraestructuras y todo lo
relacionado con la villa olímpica y demás complejos deportivos. Las visitas de
los miembros del COI, apodados de manera genial por Carlos Alsina como “los
coítos” eran motivo de apertura de los telediarios, y la sensación de que la
victoria estaba hecha, cosa que se da mucho en este país antes de lograrla, nos
invadió. Por tal motivo la no nominación de Madrid en esa ocasión fue un palo
muy serio, y se decidió resarcirse volviéndose a presentar. El segundo gran no
fue recibido con decepción absoluta, y es probable que Madrid no vuelva a presentar
candidatura en varios siglos, visto lo visto. En aquel 2009 España era un país
que se derrumbaba, caía directo al precipicio de la crisis más devastadora del
último medio siglo entre la incompetencia gubernamental, la negación de los
profesionales y el susto de los ciudadanos, que empezaban a notar en sus carnes
el zarpazo de un desastre que, a muchos, se los comería. Nuestra imagen
internacional no iba a la baja, no, ardía ante los ojos de un mundo que
contemplaba con asombro como nos negábamos a aceptar la realidad que se nos
venía encima. Un par de años después, éramos cenizas. Frente a ello, Brasil vivía
un momento de esplendor económico, de victoria emergente por parte de una de
las economías más grandes, potencialmente superpotente, del mundo. Asolada por
malos gobiernos y dictaduras pasadas, Brasil ofrecía una imagen de dinamismo,
de seriedad a la hora de afrontar sus retos, de capacidad de liderazgo, de políticos
consecuentes y de una sociedad optimista, que veía al alcance de la mano acabar
con la pobreza y la desigualdad que, entonces, asolaban el país. Siete años
después las cosas han cambiado bastante. Brasil mejoró mucho algunos de esos años,
pero el derrumbe emergente le ha hecho sufrir mucho, lleva dos años en recesión,
su estructura política está devastada tras el proceso de destitución de Dilma
Rouseff, la corrupción de los años de bonanza se ha transformado en quiebras,
apropiaciones indebidas y acusaciones de todo tipo, y pese a haberse reducido,
las favelas que rodean las ciudades cariocas, lejos de ser un destino turístico
como se pretenden vender, son el exponente del drama en el que viven millones
de ciudadanos brasileños, a los que la economía de su país no les permite salir
del hoyo de la pobreza y la exclusión.
¿Y nosotros? ¿Cómo estamos? En lo político, casi
tan mal como Brasil. Y en lo económico, tras la devastación, empezamos a
recuperarnos, usando las mismas muletas que en el pasado, por lo que es
probable que cometamos errores similares, y con algunas novedades en la
estructura económica que pueden venirnos bien. ¿Hubiera sido bueno que nos
dieran los Juegos? No teníamos recursos para organizarlos, y la deuda nos
hubiera desbordado en su caso, pero visto lo visto, endeudados como estamos hasta
las trancas, quizás al menos habríamos sacado un rendimiento publicitario que,
de otra manera, cuesta mucho más obtener. Creo que no es “bueno” que te los
den, pero si caen, sácales partido.
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