Se que me van a echar la bronca
sólo con mencionarlo, pero es que es inevitable decir algo de la absurda
situación política que vivimos. Cierto es que, empantanada en el desacuerdo,
puede mantenerse ahí durante mucho más tiempo, y que hasta que no se produzca
una primera sesión de investidura los plazos no empezarán a correr de cara a
unas hipotéticas y patéticas, como mínimo, terceras elecciones, que serían tan
inútiles como las primeras y segundas. Es lo que hay, estamos en zona pantanosa,
con los problemas pudriéndose y todo emanando un fétido aroma. Qué bonita es
nuestra política.
Casi
nada salió de la reunión de ayer entre Rajoy y Sánchez, el encuentro de dos
líderes fracasados que comparten un objetivo, salvar cada uno su posición a
costa del partido y del país. Sólo su nombre y cargo es lo que les importa, el
resto les da igual. El encuentro no llegó a la hora y, más allá de que en él se
dijeran cosas que no se han comentado, que quizás, las posiciones de ambos tras
la reunión siguen inamovibles. Rajoy no se da cuenta de que no tiene votos para
ser investido (él) y Sánchez sigue pidiendo una formación de gobierno que no le
vincule en la que el PSOE sea oposición, dos acciones que son incompatibles con
los números en la mano. He empezado el párrafo con el “casi” porque una pequeña
puerta abrió Sánchez a un cambio de posición del no del PSOE vinculado a un
futura dirección del Comité Federal de su partido. Ese paso del no a la
abstención es, a mi modo de ver, la mejor jugada para los de Ferraz, dado que
el gobierno que surgiera sería débil e inestable, y estaría de hecho en manos
del PSOE, que aprobaría las decisiones que quisiera y le tumbaría las que
deseara. ¿Cómo podría pasar el PSOE a una abstención en segunda votadura de
investidura? Hay varias opciones que, a día de hoy, se antojan imposibles. Una
es la retirada de Rajoy, que ama tanto su silla y cargo que está dispuesto a
que todos fallezcan antes de soltarlos. Otra es que Ciudadanos vire de rumbo y
opte por un sí. La suma de PP y Ciudadanos está muy cerca de la mayoría
absoluta y dejaría al PSOE sin discurso alternativo, pero a falta de saber qué
pasará en la reunión de hoy, y asumiendo que el peso y poder de Ciudadanos es
muy escaso, lo cierto es que ese cambio de voto de Albert Rivera se presenta
más que improbable, pese a que el resultado de la no obtención de grupo parlamentario
por parte de la antigua Convergencia haya desatado rumores de acuerdo
implícito. Si estas dos piezas no se mueven, la investidura de Rajoy, a la que
está obligado a comparecer una vez que aceptó el encargo del Rey, sería
fallida, y a partir de ahí sólo hay dos opciones. O que el PSOE articule un
gobierno Frankenstein con el marasmo de Podemos y nacionalistas de la Cámara,
cosa que espanta más a muchos del PSOE que a los del propio PP, o que dejemos
transcurrir los plazos, nos demostremos a nosotros mismos otra vez la basura de
dirigencia que tenemos, fruto de lo peor de nuestra propia sociedad, y que en
torno al inicio del invierno cuatro fracasados vuelvan a encabezar la lista de
cuatro formaciones políticas abocadas a que ninguna de ellas gane con mayoría
suficiente. Nuestro ridículo internacional sería absoluto, la vergüenza
colectiva inasumible y, por supuesto, el orgullo de los cuatro líderes,
desmedido y sin límites, dado que cada uno de ellos es la salvación del país. Ahora,
como son los más votados y de ellos depende todo, los grandes culpables son PP
y PSOE, secuestrados por esas dos figuras siniestras llamadas Rajoy y Sánchez.
¿Soy muy duro? No lo creo, la situación que
vivimos, indescriptible, supone un descrédito no ya para una clase política
vapuleada por la sociedad, sino para, y esto es lo más grave, un entramado
institucional que es el que nos ha permitido vivir cuarenta años de democracia,
pero que no articula una salida a una situación de bloqueo en la que sólo el
acuerdo entre personas es la vía para desatascar el camino. Constitución,
leyes, reglamentos, parlamentos y demás entramados políticos están al merced
del ego infinito de dos personas que no hacen más que perder crédito ante los suyos
y el resto del mundo, y todo ello en un entorno económico peligroso que amenaza
con empeorar. De los irresponsables será, quizás, el Reino de España. Más bien
sus despojos.
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