La velocidad a la que suceden las
cosas en el mundo de internet es asombrosa, supera con mucho la capacidad que
poseemos para analizarlo y genera paisajes nuevos e insospechados en plazos tan
cortos como inesperados. Uno mira las principales empresas por valor del mundo
y se encuentra al imperio GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon) empresas que,
en algunos casos, ni existían hace diez años, o eran muy poquita cosa. Eso
quiere decir que, probablemente, dentro de diez las gigantes del sector sean
otras, casi imposible de imaginar cuales. En el mundo de las redes sociales la
primacía actual de Facebook, Instagram y Twitter parece inamovible, hasta que,
no lo duden, deje de serlo.
Una muestra de esto es Tuenti.
Cuando Facebook empieza a despegar como red social, un grupo de chicos
españoles crea Tuenti, una red para adolescentes, un “Facebook para críos” como
fue llamado por varios, que logró ser la red más extensa y utilizada de España
durante unos años. Tuenti arrasó entre la adolescencia y supuso el primer
contacto de la chavalería con el fenómeno de las redes sociales, sus ventajas e
inconvenientes. El crecimiento de la red pronto se tradujo en inversores ávidos
de acceder a un negocio algo extraño, pero que prometía visibilidad a los
productos a través de los millones de usuarios. No pasó demasiado tiempo antes
de que Telefónica pusiera sus ojos en esa red, en un momento en el que ya había
tocado techo y empezaba un lento pero evidente declive. Las negociaciones
fueron bien para ambas partes, sobre todo para los creadores de la red, y por
una cifra que, creo, rondaba los cincuenta millones de euros (no estoy seguro)
Telefónica se hizo con la plataforma. ¿Fue una buena idea? No lo se, pero me da
que no. Los usuarios de Tuenti, pasados unos años, ya no eran críos, y
empezaban a saltar a Facebook, como red genérica, o a otras plataformas que les
gustan aún más, como Instagram o Snapchat (una especie de Whatsapp en el que
los mensajes enviados y recibidos duran un breve tiempo y luego se borran). A
medida que estas plataformas les seducían, Tuenti empezaba a languidecer, y eso
es, por definición, lo peor que le puede pasar a una red social, dado que precisamente
es la masa crítica de usuarios y el alto volumen de interacciones lo que le
otorga relevancia e interés a la plataforma. Telefónica, que veía claramente
este proceso, optó por transformar Tuenti en un operador móvil, manteniendo los
servicios de red social, pero usándolo como punta de lanza para captar clientes
jóvenes en el ámbito de la telefonía. Nuevamente no se decirles si esa
alternativa ha sido exitosa o no, dado que por el rango de edad en el que me
muevo no conozco a ninguno de los potenciales clientes que podían ser atraídos por
Tuenti como operador. Lo cierto es que hace un tiempo que no se oye nada de
Tuenti en ninguna de sus facetas, por lo que deduzco que la actividad de la
plataforma, sean cuales sean los servicios que finalmente ofrezca, debe haber
sido muy reducida. Quizás por ello, y porque ahora mismo es más una fuente de
costes que de ingresos, Telefónica anunció hace unas semanas que hoy, 31 de
agosto, cerraría la red social, y hoy sería el último día hábil para que los
usuarios de la misma pudieran entrar para rescatar sus fotos y archivos, los
que hubieran colgado o etiquetado en esa red. A partir de mañana Telefónica
empezará a borrar toda la información y, en breve, Tueunti será poco más que un
recuerdo. Si
es usted usuario de la plataforma y le interesa, aquí tiene una miniguía de cómo
poder acceder para salvar la información. Recuerde, dese prisa, le queda sólo
el día de hoy.
Un corolario interesante del
final de Tuenti es que, al igual que pasa con esa red, toda la información que
hemos volcado en otras redes, webs, nubes y sistemas por el estilo puede acabar
siendo poseída y destruida por los gestores de esas redes, y no por nosotros
mismos. Para muchas personas ahora mismo es Facebook su álbum de fotos y galería
de vida, y resultaría una tragedia para ellos que, por una decisión comercial o
estratégica, Facebook cambiase de política de conservación de datos o que, por
avatares de la economía, quebrase. Por ello, como consejo, tenga copias de lo
que sube a las redes, por si acaso alguna vez las redes se enredan y en ellas
todo se pierde.