jueves, agosto 31, 2017

Hoy se acaba Tuenti

La velocidad a la que suceden las cosas en el mundo de internet es asombrosa, supera con mucho la capacidad que poseemos para analizarlo y genera paisajes nuevos e insospechados en plazos tan cortos como inesperados. Uno mira las principales empresas por valor del mundo y se encuentra al imperio GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon) empresas que, en algunos casos, ni existían hace diez años, o eran muy poquita cosa. Eso quiere decir que, probablemente, dentro de diez las gigantes del sector sean otras, casi imposible de imaginar cuales. En el mundo de las redes sociales la primacía actual de Facebook, Instagram y Twitter parece inamovible, hasta que, no lo duden, deje de serlo.

Una muestra de esto es Tuenti. Cuando Facebook empieza a despegar como red social, un grupo de chicos españoles crea Tuenti, una red para adolescentes, un “Facebook para críos” como fue llamado por varios, que logró ser la red más extensa y utilizada de España durante unos años. Tuenti arrasó entre la adolescencia y supuso el primer contacto de la chavalería con el fenómeno de las redes sociales, sus ventajas e inconvenientes. El crecimiento de la red pronto se tradujo en inversores ávidos de acceder a un negocio algo extraño, pero que prometía visibilidad a los productos a través de los millones de usuarios. No pasó demasiado tiempo antes de que Telefónica pusiera sus ojos en esa red, en un momento en el que ya había tocado techo y empezaba un lento pero evidente declive. Las negociaciones fueron bien para ambas partes, sobre todo para los creadores de la red, y por una cifra que, creo, rondaba los cincuenta millones de euros (no estoy seguro) Telefónica se hizo con la plataforma. ¿Fue una buena idea? No lo se, pero me da que no. Los usuarios de Tuenti, pasados unos años, ya no eran críos, y empezaban a saltar a Facebook, como red genérica, o a otras plataformas que les gustan aún más, como Instagram o Snapchat (una especie de Whatsapp en el que los mensajes enviados y recibidos duran un breve tiempo y luego se borran). A medida que estas plataformas les seducían, Tuenti empezaba a languidecer, y eso es, por definición, lo peor que le puede pasar a una red social, dado que precisamente es la masa crítica de usuarios y el alto volumen de interacciones lo que le otorga relevancia e interés a la plataforma. Telefónica, que veía claramente este proceso, optó por transformar Tuenti en un operador móvil, manteniendo los servicios de red social, pero usándolo como punta de lanza para captar clientes jóvenes en el ámbito de la telefonía. Nuevamente no se decirles si esa alternativa ha sido exitosa o no, dado que por el rango de edad en el que me muevo no conozco a ninguno de los potenciales clientes que podían ser atraídos por Tuenti como operador. Lo cierto es que hace un tiempo que no se oye nada de Tuenti en ninguna de sus facetas, por lo que deduzco que la actividad de la plataforma, sean cuales sean los servicios que finalmente ofrezca, debe haber sido muy reducida. Quizás por ello, y porque ahora mismo es más una fuente de costes que de ingresos, Telefónica anunció hace unas semanas que hoy, 31 de agosto, cerraría la red social, y hoy sería el último día hábil para que los usuarios de la misma pudieran entrar para rescatar sus fotos y archivos, los que hubieran colgado o etiquetado en esa red. A partir de mañana Telefónica empezará a borrar toda la información y, en breve, Tueunti será poco más que un recuerdo. Si es usted usuario de la plataforma y le interesa, aquí tiene una miniguía de cómo poder acceder para salvar la información. Recuerde, dese prisa, le queda sólo el día de hoy.


Un corolario interesante del final de Tuenti es que, al igual que pasa con esa red, toda la información que hemos volcado en otras redes, webs, nubes y sistemas por el estilo puede acabar siendo poseída y destruida por los gestores de esas redes, y no por nosotros mismos. Para muchas personas ahora mismo es Facebook su álbum de fotos y galería de vida, y resultaría una tragedia para ellos que, por una decisión comercial o estratégica, Facebook cambiase de política de conservación de datos o que, por avatares de la economía, quebrase. Por ello, como consejo, tenga copias de lo que sube a las redes, por si acaso alguna vez las redes se enredan y en ellas todo se pierde.

miércoles, agosto 30, 2017

Harvey inunda Houston

En EEUU todo es a lo grande, decimos habitualmente. Si usted visita el país se dará cuenta de que, en efecto, parece que una especie de escala ha caído sobre todos los objetos, anchándolos respecto a las dimensiones a las que estamos acostumbrados. Coches, cartones de leche, árboles, atascos, gorduras… todo es más grande. La dimensión continental del país también se escapa de nuestra escala habitual de vida, y no les digo nada de los fenómenos naturales que allí se desarrollan, que convierten a la Europa en la que residimos en un apacible jardín en el que nos asustamos cuando se dispara el riego automático o sopla una leve brisa. Para tormentas, las norteamericanas.

Los modelos ya auguraban un duro impacto del ciclón Harvey en la costa de Texas. Alcanzó categoría 3 y 4 justo antes de tocar tierra, con vientos sostenidos de más de doscientos kilómetros por hora. La lluvia asociada se preveía muy intensa, y de efectos letales en un estado como el texano, amplio pero muy llano en su zona más cercana a la costa, lo que impide una evacuación rápida de la riada. Lo que ha sorprendido a los meteorólogos es el comportamiento de Harvey una vez que ha tocado tierra. Se ha degradado rápidamente, como era de esperar, perdiendo categorías de huracán en horas, pero una vez convertido en tormenta tropical apenas se ha movido. Desde el domingo permanece estacionario, casi quieto sobre el interior de Texas, y claro, sigue descargando lluvia sin cesar sobre una zona que no puede soportar más, por lo que las inundaciones no dejan de crecer en intensidad y extensión. Los datos son alucinantes. Desde la mañana del viernes a la del martes, en cuatro días, Harvey ha dejado 50 pulgadas de lluvia sobre el entorno de Houston. Una pulgada es algo más de dos centímetros de altura, lo que implica que estamos hablando de cifras que superan ampliamente los mil litros por metro cuadrado. Eso es demencial. En Elorrio, mi pueblo, donde llueve mucho, en un año normal pueden llegar a caer unos 1.200 litros. Imaginar toda esa precipitación concentrada en cuatro días provoca escalofríos de auténtico terror. En Houston, la cuarta ciudad de EEUU, con algo más de dos millones de habitantes en su casco urbano y muchos más en su infinito extrarradio, está siendo una de las zonas más afectadas. Las imágenes muestran un escenario de película de catástrofes, en el que autopistas y todo tipo de grandes infraestructuras aparecen cubiertas completamente por unas aguas que se extienden hasta donde alcanza la vista. Los rascacielos del centro de la ciudad, el downtown, se erigen como árboles en medio de un lago, emergen de las aguas y contemplan, desde sus alturas, lo que sin duda puede ser una de las mayores catástrofes que haya vivido la ciudad. Frente a la pobre Nueva Orleans, que sufrió un desastre similar hace ahora doce años con el Katrina, Houston es una ciudad rica, de amplios barrios adinerados y de mansiones de ensueño, pero que como todas las construcciones de aquel país, se encuentran al ras de la calle, susceptibles de ser anegadas tan fácilmente como si se tratasen de casitas pobres. Hacer un balance ahora mismo resulta un ejercicio bastante inútil, dado que aún sigue lloviendo y se desconoce realmente el impacto de lo sucedido. La cifra de muertos sube lentamente, sita ahora en la treintena, y los daños materiales, imposible de estimar, se antojan inmensos sólo con echar un vistazo a esas imágenes donde todo está anegado. Muchas de las industrias de la zona costera, dedicadas principalmente a la química y todo lo relacionado con la extracción y refino de petróleo, estarán afectadas, sin descartar vertidos o contaminaciones que puedan agravar el daño ambiental de la riada, y sin poder asegurar nada, es seguro que Harvey acabará midiéndose en miles de millones de dólares de coste.


Pero lo peor no será eso. La experiencia de Nueva Orleans nos dice que el mayor de los costes es el de los barrios destruidos, las viviendas perdidas, las miles de personas que se quedan sin hogar y sin nada, que no tienen a dónde ir. La destrucción del tejido urbano que ocasiona un desastre de este tipo es de una intensidad descomunal, y esas miles de tragedias personales hieren a una ciudad, durante mucho tiempo. Confiemos en que las autoridades eviten las escenas de saqueo y violencia que se vivieron hace años en Nueva Orleans, pero ahora mismo Houston es el escenario de un desastre causado por la meteorología que a muchos quizás les haga reflexionar- Trump está de visita por allí, confiemos en que no agrave la situación.

martes, agosto 29, 2017

Una manifestación frustrada

Me quedé el sábado por la tarde en casa para ver la manifestación de Barcelona, a sabiendas de que, sospechaba, lo iba a pasar mal. Tenía el pálpito, acrecentado por las declaraciones de Puigdemont del día anterior, de que esa marcha se iba a convertir en algo muy distinto a una repulsa al terrorismo. Y eso es lo que pasó. Miles, cientos de miles de personas, la mayoría de ellos de Barcelona, salieron a manifestarse por su ciudad, para reconquistarla, para sacudirse el miedo que los yihadistas habían querido imponer. Y muchos menos, aunque no pocos, quisieron que esa marcha fuera una nueva muestra de exaltación soberanista, de nacionalismo desatado, y mostraron su ceguera al mundo, en forma de consignas y abucheos.

Las escenas que veía me recordaron mucho a una manifestación contra ETA que acabó de una manera muy similar. Tuvo lugar en Vitoria, tras el infame asesinato de Fernando Buesa y su escolta, el ertzaina Jorge Díaz. Se organizó un acto de repulsa en la capital alavesa, al que acudí, con una manifestación en contra del terrorismo y a favor de las víctimas que al poco tiempo degeneró en otra cosa. En aquellos tiempos era Lehendakari Juan Jose Ibarretxe, y contaba con el apoyo de la izquierda batasuna, cómplices de ETA. Voces de todo el espectro político democrático criticaban esa componenda y, tras el asesinato, exigieron a Ibarretxe una renuncia explícita a ese apoyo, sellado tiempo atrás en los pactos de Estella. El Lehendakari, fiel a su estilo, siguió sin hacer caso a nadie, y en las calles de Vitoria se pudo ver ese día la fractura social que destruía a la sociedad vasca. Por un lado, la mayoría, manifestándonos en contra de ETA y de su último atentado. Por otro, un grupo numeroso, encabezado por las juventudes del PNV, y con apoyo de los radicales, apoyando al Lehendakari frente a la oposición “mediática” que buscaba derribarlo. Con dos muertos aún calientes, la obsesión de algunos seguís siendo su ambición política. Creo que ese día el gobierno vasco tocó fondo en su implicación en la lucha contra ETA, y fue el principio del fin de un Ibarrtexe que, de seguir mucho tiempo, hubiera conducido al PNV a la situación de abandono y ruina que luce ahora el PDCat,la antigua Convergencia, camino del desahucio. Poco a poco la conciencia social contra el terror, mucho más intensa y firme que cualquier ideología y liderazgo político, fue saliendo a calle, recuperando espacios al miedo y haciendo frente a ETA allí donde reinaba sin que nadie le discutiera su hegemonía. La inversa de ese proceso la estamos viendo en directo en Cataluña, donde el nacionalismo, cada día más radicalizado, copa cabeceras, plazas y todo tipo de espacios públicos para dominarlos con su lenguaje de pancarta identitaria, reduciendo poco a poco el hueco no ya para los discrepantes, sino para todos los que no compartan su alocado sueño. El pactista nacionalismo catalán, muy de acuerdos bajo la mesa, comisiones porcentuales y gobernabilidad por encima de todo ha sido sustituido en apenas un par de años por una deriva independentista encabezada por la CUP, lo más parecido a Batasuna, sin componente terrorista eso sí, y con el ostracismo de esas fuerzas moderadas que, poco a poco, han sido devoradas por las radicales. Ese miedo a ser superados por el extremismo es lo que hizo que el PNV virase, abandonara la táctica de Estella, a sabiendas de que la unión con el extremista liquida al tibio. A buen seguro Urkullu le advirtió a Mas de esto varias veces, pero el dirigente catalán no quiso escucharlo. Ahora, quizás, su postura sería distinta.


En la manifestación del sábado apenas las hubo, o al menos yo no las aprecié, consignas ni pancartas contra los yihadistas, los asesinos, los autores del atentado, de este, de los pasados y de los que vendrán. En ningún momento se mencionó el nombre de las víctimas asesinadas, mientras una de ellas, la última, se debatía entre la vida y la muerte y, fatalmente, moría el domingo tras las graves heridas sufridas. Como dijo ayer una articulista en una muy buena frase, fue una manifestación grande, pero no una gran manifestación. Barcelona es mucho más que esas hordas que salieron a vender su consigna en lo que era un acto internacional de duelo y repulsa. Barcelona no puede quedar secuestrada por el nacionalismo ciego, que es lo opuesto a su espíritu abierto.

viernes, agosto 25, 2017

El sábado, todos en Barcelona. El lunes, a la gresca

Ayer por la tarde la Casa Real comunicó que, finalmente, el Rey Felipe VI estará mañana en la manifestación de Barcelona. Era una decisión obvia, lógica, esperada, y cualquier otra cosa hubiera supuesto, además de una sorpresa, un agravio a las víctimas, que son lo importante. Seguro que esta decisión regia no le gustará nada a los responsables, menudo oxímoron, de la CUP, lo que hace que aún sea mejor valorada por todos los demás. En la cabecera de la manifestación estarán representados agentes de seguridad y la sociedad civil de Barcelona, por lo que políticos y autoridades ocuparán segundas filas. No es una mala idea.

A esta manifestación, primera en la historia de España a la que acudirá un Rey, están invitados, y probablemente acudan, todos los presidentes de las CCAA, que habitualmente exponen las excusas más peregrinas para escaquearse de las obligaciones que les impone no ya su cargo, sino el país en el que viven y al que deben, entre otras cosas, su sueldo y prebendas. ¿Será un acto de unidad? Sí, sobre el papel. Se buscará la foto de Rajoy con Puigdemont, y se obtendrá, y la de ellos dos con el Rey, y se dará, y la de los presidentes de las CCAA y otras muchas autoridades, y si la idea es dar imagen de unidad es más que probable que esa imagen exista, pero la pregunta de fondo es si después de esa imagen va a quedar algo de la unidad, o es sólo un fingimiento. Y a esa duda la mente me pide responder con un sí referido a que la unidad se mantendrá, pero el corazón terco me recuerda que nada de nada. Para conciliar ambos sentimientos, tendré que hacerme trampas a mi mismo, para que vean la solidez y consistencia de mis opiniones. Voy a dividir el término unidad en dos partes. Una referida a la seguridad, a la actuación de los cuerpos de seguridad y a la persecución del crimen. Ya hemos visto que esa unidad no ha existido antes del atentado, que informaciones valiosas que llegaron hasta los Mossos no se circularon, y cuesta imaginar lo que podría haberse evitado, o no, de hacerlo. La intervención del juez Fernando Andreu, de la bendita Audiencia Nacional, actuando como coordinador de toda la investigación, y obligando a todos los cuerpos a compartir sus informaciones introduce un matiz de tranquilidad, y da por sentado de que en este campo se trabajará de manera unida, aunque sea forzada por una autoridad superior. El espectáculo que se ha destapado de rencillas entre cuerpos es gravísimo, y exige tomar medidas drásticas para que no se vuelva a repetir. Esta falta de unidad en la seguridad, brecha que ahora se quiere cerrar, surge de una falta de unidad en lo político. La Generalitat sigue embarcada en su deriva soberanista hacia ninguna parte y resulta muy tentador ejercer las competencias de seguridad con un grado de exclusividad y secretismo propio de un estado independiente, demostrando nuevamente lo nefasto que es el nacionalismo y, de paso, lo inútil que es la independencia nacional ante problemas como el terrorismo yihadista, donde un solo país, o varios, nada pueden hacer en exclusiva. Cuanta más cooperación mejor. Y aquí se ha jugado a la contra. Quizás la anteriormente referida unidad obligada desde la Audiencia Nacional haga reflexionar a mandos políticos de los cuerpos regionales y nacionales para volver a evitar una situación como la vivida, pero no estoy nada convencido de que ello vaya a ser así. Muy probablemente, a partir del lunes Cataluña vuelva al foco de la actualidad informativa por el famoso y eterno “procés” y la imagen de pretendida unidad que se pueda escenificar mañana quede en un bonito y vacío acto de teatro para una tarde de agosto.

¿Les importa esto a los asesinos? Más bien no, a ellos les da todo igual. Seguirán tratando de atacar estemos unidos o no, trabajemos mejor o peor, les combatamos de manera eficiente o descoordinada. Sólo buscan golpear y hacernos daño. Si fruto de nuestros errores ellos logran sus objetivos, los únicos perjudicados seremos nosotros, nadie más. Es algo tan fácil y obvio de ver que me asombra la ceguera política que así no lo aprecia. Y de esa ceguera surgen las rencillas, recelos y fallas que, quién sabe, han podido facilitar el atentado de Barcelona. Por definición, todo atentado es evitable, dado que el que consigue realizarse es aquel que ha sido capaz de burlar todos los sistemas de seguridad. Por favor, trabajemos todos juntos sin descanso y con lealtad. El reto ya es suficientemente grave y complejo como para que lo hagamos aún más. Hay vidas, muchas vidas, en juego.


Subo a Elorrio el fin de semana y me cojo el lunes festivo. Si todo va bien, nos leemos el martes 29. Descansen y ojo con las tormentas previstas,

jueves, agosto 24, 2017

Graves grietas tras el atentado de Barcelona

Hoy se cumple una semana del sádico atentado en Barcelona y su colofón en Cambrils. A medida que se va amortiguando el eco de las noticias relativas a los, afortunadamente, cada vez menos heridos, y el silencio cae sobre los familiares de las víctimas, que se enfrentan al duelo, el foco de la actualidad se centra en cómo se organizó el comando y qué falló para que pudiera llevar a cabo su plan. Aquí el término “fallo” es correcto, porque las fuerzas de seguridad luchan constantemente para evitar atentados. Si uno de ellos se produce es porque algo se les ha escapado, la trama terrorista ha logrado, por méritos propios o errores policiales, llegar a su fin, y eso es un fallo de seguridad. Y esos fallos cuestan vidas. Y dan miedo.

De esos fallos se aprende, y día a día, hora a hora, se ve que nos toca aprender mucho sobre cómo hemos actuado en este caso. Ayer por la mañana, en medio de una confusión creciente, las portadas web de dos medios se contradecían de manera flagrante. Afirmaba El País que Bélgica sí informó a España de la estancia del imán de Ripoll en Vilvoorde y las sospechas que allí produjo su comportamiento. Por su parte, ABC abría a toda plana, web, diciendo que Bélgica no avisó a España de la presencia del yihadista en su territorio. Uno veía las dos ventanas en la pantalla y sacaba como conclusión de que nada sabemos, salvo muchas mentiras. Finalmente la realidad parece ser aún más sombría, dado que ambas versiones pueden ser posibles. Resulta que fue la policía local de Vilvoorde la que contactó con un alto mando de los Mossos para advertirle de la estancia del imán, por lo que el contacto, en efecto, se produjo, pero no visto lo sucedido parece que no fue a más. No trascendió. ¿Qué hicieron los Mossos con esa información? ¿La trabajaron? ¿la difundieron? ¿se la comentaron a otros cuerpos de seguridad, como la Policía o la Guardia Civil? Son preguntas muy importantes, fundamentales, porque si, como parece, la información no llegó a circular entre todos los canales posibles, quizás ahí se encuentre el fallo principal que ha impedido evitar ese atentado. Es muy aventurado hacer una suposición de este tipo, pero debemos ser conscientes de que toda trama terrorista es un continuo juego de ocultación y descubrimiento entre los malos y los buenos. Ambos luchan para que sus objetivos se cumplan, y cuentan a su favor los errores ajenos. Hemos criticado, con dureza y razón, la difícil colaboración que existe entre las policías y servicios de inteligencia europeos, que parecen estas todo el día poniéndose zancadillas unos a otros, para llevarse no se sabe muy bien qué mérito, mientras que los terroristas, que conocen este extremo, juegan al despiste con las naciones de la UE y se saben amparados bajo esos celos profesionales. ¿Estamos trasladando este enorme error dentro de nuestras fronteras? La competencia de los Mossos en Cataluña, Ertzaina en País Vasco y Guardia Civil y Policía Nacional en el conjunto de España, ¿es una versión a escala de la descoordinación europea? Si esto fuera así el miedo al que me refería ayer tiene una nueva fuente de la que alimentarse, y la indignación aún más, porque sería imperdonable que algo de este estilo se estuviera dando. Ya en ocasiones pasadas, en la lucha contra ETA, hubo que enfrentarse a este tipo de divisiones, con resultados finalmente positivos, pero con operaciones frustradas y fracasos que se debieron a los celos, recelos y envidias corporativas. Esto no puede volver a suceder. Es imposible. Y no hay excusa alguna que lo permita. Las autoridades del Ministerio del Interior y de las consejerías regionales, en este caso Cataluña, deben dar explicaciones claras y convincentes de cómo ha sido su colaboración no después de los atentados, sino antes, qué informaciones han compartido, qué investigaciones seguían, y si ha habido fallos, que parece, depurarlos hasta sus últimas consecuencias.


No soy ingenuo. No hay que ser muy listo para suponer que el enfrentamiento derivado del “proces” y el afán independentista del gobierno de la Generalitat pueden encontrarse muy bien detrás de todo esto. La información es poder, eso lo sabe todo el mundo, y guardarse “secretitos” le hace a uno parecer más importante y respetable. Recuerdo cómo criticamos, con razón, a Bélgica, por sus inoperantes procedimientos cuando tuvieron lugar los atentados del aeropuerto de Bruselas. Me duele decirlo, pero aquí empieza a dar la sensación de que hay varias “Bélgicas” y que cada una de ellas juega a la contra. Y los terroristas, que ven la tele, leen y tuitean, encantados, preparando sus próximas acciones, que no conocen fronteras ni prejuicios. Sólo buscan matar y aterrorizar.

miércoles, agosto 23, 2017

“No tinc por”, pero miedo hay

“No tinc por” no tenemos miedo, es el lema espontáneo que surgió durante el minuto de silencio celebrado en la Plaza de Cataluña el pasado jueves, un día después del sádico atentado de Las Ramblas. Ante las autoridades de la nación y la región, el grito apareció de la nada tras el silencio y aplauso posterior, y fue una especie de protesta de la gente allí convocada contra los terroristas, contra su intento de amedrentar a la población, de someterla. Es un loable gesto de la masa, que pudo responder de manera meliflua, acobardada, pero prefirió permanecer de pie ante el mal. Ese grito es una muestra de coraje.

Pero, ¿es verdad que no tenemos miedo? Obviamente no lo es. Todo terrorismos busca, sobre todo, provocar miedo, y el islamista es el más efectivo a la hora de generar este sentimiento, dado su carácter absoluto, indiscriminado y descontrolado. En la mente de cada uno de nosotros ya se ha instalado un poco el “islamista de guardia” que, ante cualquier concentración de masas, sea por lo que sea, o en el transporte público o en otros lugares piensa “¿y si ahora alguien atentara aquí?” y entonces el gesto se torna intranquilo, y una nube oscura pasa por la mente en la que surge ese ese pensamiento. Eso ya es una victoria enorme de los terroristas, porque se han convertido en presencia en nuestras vidas, aunque no actúen. Como sombras tenebrosas propias de un cuento de terror y fantasía, se les supone maquinando planes en la oscuridad, y esperamos saber cuál es el siguiente de sus actos, en la esperanza de que no nos afecte pero con el miedo de que, efectivamente, lo haga. Sí, miedo hay, y es normal, es natural y es comprensible. Y hasta cierto punto, bueno. La ausencia de miedo es algo peligroso, desconfíen de aquel que está sometido por completo a sus pánicos como del que no tiene miedo a nada. Nos toca aprender a vivir con ese miedo, a hacerlo propio, a controlarlo, a saber que está ahí, a no negarlo, porque sería absurdo, pero a luchar para que no condicione nuestra vida, entre otras cosas porque nada de lo que hagamos podrá reducir o aumentar los riesgos. Esto no es como el cáncer, que da miedo, pero que al menos es conocido que una vida sana reduce (que no elimina) las probabilidades de padecerlo. Es importante que nuestras sociedades aumenten al máximo las medidas de protección, activas y pasivas, que colaboremos con las fuerzas de seguridad para controlar lo que veamos sospechoso, pero que no nos dejemos amedrentar por esta realidad que, lo siento, ha venido para quedarse mucho tiempo entre nosotros. En España, lamentablemente, tenemos la experiencia cercana de lo que es vivir con el terrorismo, cierto que de causas y operativas muy distintas, pero igualmente peligroso. Durante años Madrid tenía su “comando” de ETA, y la ciudad se sabía amenazada. Quizás en aquellos casos había colectivos de personas más amenazadas que otras, lo cual era cierto sólo hasta un punto, pero atentados indiscriminados como los realizados, por ejemplo, en la Plaza de la República Dominicana, causaban víctimas de todo tipo, enormes daños materiales y la sensación de que el miedo estaba ahí. Madrid, y el conjunto de España, aprendieron a vivir con una realidad que, cada cierto, tiempo, se sobresaltaba con un atentado de ETA, y eso en cierto modo nos ha hecho algo de callo en el alma para poder soportar mejor lo que tenemos ahora en frente. Pese a ello nada te puede preparar para el sadismo sin sentido de los yihadistas, y la mera hipótesis de lo que hubieran sido capaces de hacer en el caso de que no hubiera estallado su laboratorio de Alcanar hace que el sentimiento de miedo sea superado por el de pánico absoluto. Es normal, y toca aprender a vivir con ello.


Muchas veces digo que héroe es aquel que tiene miedo un par de minutos más tarde que todos los demás. A nadie se nos puede exigir ser héroes, no nacemos para ello. En situaciones como las de los atentados se crean, provenientes de personalidades que quizás tuvieran un perfil más activo, o de otras que jamás sería imaginable que se comportaran de esa forma. Es una respuesta instintiva que sale de nosotros y que no controlamos. Pero ese héroe, no lo dude, está muerto de miedo en ese momento. Si usted, hoy, siente que ese lema “No tinc por” no le sirve, porque tiene miedo, no se sienta solo, o sola. Yo también lo tengo, todos lo tenemos, y entre todos tenemos que aprender a vivir con el miedo, a domesticarlos, a controlarlo, a no negarlo, pero sí a ser capaces de que nuestras vidas lo superen.

martes, agosto 22, 2017

El imán de Ripoll

Syriana es una buena película. Estrenada hace ya algunos años, cuenta con George Clooney, en el papel de un espía norteamericano envuelto en distintas tramas en los países de Oriente Medio, y sospechas sobre su papel allí y su compromiso con la causa de la CIA. En una tarama paralela, se sigue el proceso de adoctrinamiento por parte de unos yihadistas profesionales de un grupo de críos, seleccionados por su creencia y su credulidad, que acabarán siendo parte de una célula suicida que, a bordo de una lancha, se estrelle contra un destructor norteamericano, emulando el atentado que sufrió el USS Coole en el año 2000 en el golfo de Adén.

Se me hace inevitable pensar en esta película y lo que allí se cuenta al escuchar el relato que describe la vida y acciones del imán de Ripoll, auténtico cerebro de la célula terrorista que atentó la semana pasada, y que planeaba hacerlo de una manera aún más devastadora de lo que ya lo hizo. Si el explosivo que pretendían fabricar en la casa ocupada de Alcanar se denomina “la madre de Satán” ese imán puede ser considerado, con todas las de la ley, el auténtico satán de esta triste historia. Con antecedentes por tráfico de drogas, su propio proceso de radicalización aún no está claro, pudiendo tener que ver incluso con contactos en la cárcel con condenados por el 11M. Viajó a Vilvoorde, Bruselas, varias ocasiones, la última a finales del año pasado, en una nueva muestra de cómo el avispero yihadista belga sigue totalmente fuera de control, y es probable que para entonces ya tuviera más que planificado el atentado que iba a ejecutar y el grupo de mártires que lo iban a perpetrar. La juventud de todos los miembros de la célula terrorista, el mayor fue el abatido ayer y contaba con 22 años, y su absoluta falta de experiencia en prácticas terroristas o militares nos pone ante un escenario muy distinto a los que estábamos barajando hasta el momento, que eran principalmente dos. Por un lado, lobos solitarios, sujetos que se radicalizan por su cuenta, bien en mezquitas o por internet, y deciden actuar por su cuenta y riesgo, de manera improvisada y aislada, y por otro lado el comando organizado, durmiente, que puede contar con retornados de la guerra de Siria o no, pero que tiene una profesionalidad, experiencia en el manejo de armas y explosivos, en la ocultación y el camuflaje. Casi todos los atentados habidos en Europa en estos últimos años pueden enclavarse en un tipo u otro. Pero en este caso de Barcelona la cosa es algo diferente, y eso agrava y complica la persecución del fenómeno, al hacerlo aún más complejo. Tenemos a un sujeto, el imán, radicalizado, que tiene un plan, pero no opta por inmolarse sólo en él, por sacrificarse. Tampoco cuenta con colaboración profesional de otros miembros de DAESH (¿intentó contactar con ellos? ¿no pudo? ¿qué hizo en Bélgica? Son muchas las preguntas en este caso) y decide crear su propia célula terrorista, su grupo de mártires, que adiestrará y enviará al paraíso, a ser posible viéndolo él desde el salón de su casa. En su pueblo de residencia, Ripoll, observa y observa, y se fija en los chicos jóvenes que acuden a la mezquita, y selecciona. Busca a aquellos que sean más fáciles de convencerlo, los que puedan ser influenciables, por todas las razones que uno sea capaz de imaginar. Se hace amigo de ellos, les ayuda, les proporciona diversión, y poco a poco va creando un grupo de oración, una comunidad de fieles entorno a él, que empiezan a creer en todo lo que les diga. A partir de ahí, la ingenuidad de los chicos y la astuta maldad del imán hacen el trabajo sucio y logra convencer a los chavales para que entreguen sus vidas, de momento de manera metafórica, a la yihad. El adoctrinamiento se acentúa, las reuniones se hacen secretas, el grupo se compacta y poco a poco los vínculos se cierran. Los chicos están plenamente convencidos, son creyentes, fieles a la palabra de su maestro, y harán todo lo que él les diga.


En el chalet ocupado de Alcanar (otro frente para investigar, qué hay dentro de la mafia ocupa que campa a sus anchas por Cataluña) el maestro adoctrina a los pupilos en química, Corán y creencia, y les hace creer que son lo más importante del mundo, que forman parte del plan salvador de un Alá por el que darían su vida y todo lo demás. La explosión de las mezclas que estaban preparando desbarata el plan principal, acaba con el maestro, pero los discípulos, ya ciegos, emprenden una carrera hacia la muerte no con la guía original de su profesor, sino improvisando, pero plenamente convencidos de que el paraíso y el reencuentro con el maestro están a unas víctimas infieles de distancia. Y ninguno se retracta, ninguno se arrepiente. Todos se sacrifican, y Satán, de verdad, obra por su mano.

lunes, agosto 21, 2017

El eclipse solar de EEUU

Antes de que la masacre terrorista de Barcelona eclipsara toda la actualidad, lo más parecido a caer en las garras de la oscuridad iba a ser el gran eclipse de Sol que tendrá lugar hoy y que, como por encargo de una productora norteamericana, cruzará los EEUU de oeste a este, siendo ese país el gran afortunado del espectáculo astronómico y visual que supone un eclipse. En España no nos enteraremos de mucho. Será inexistente en la parte este del país y en la oeste, se verá uno parcial, y a una hora, en torno a las 21, en la que el Sol está cerca de ponerse, por lo que poca cosa se apreciará. Algo más de incidencia tendrá en Canarias, pero será igualmente parcial.

Pero el fenómeno se apreciará en toda su magnitud en los EEUU, que serán cruzados por completo por la totalidad. Esa franja de noche producida por la intersección de la Luna entre la Tierra y el Sol penetrará en aquel país por la costa oeste, en el estado de Oregón, y siguiendo una trayectoria descendente atravesará un montón de estados para abandonar el país por la costa este, en Carolina del Sur. Dos horas y media transcurrirán desde las 10:15 hora local costa oeste hasta las 14:46 hora local en el este, las 20:46 en España, y a lo largo de ese periodo, como un lapicero trazado con regla, la estrecha franja de totalidad irá atravesando el país. Desde hace años se vienen preparando actividades de todo tipo para un acontecimiento tan relevante, que por una vez en la vida se produce en un país sumamente poblado y en una época, verano, en la que muchos pueden pasar el día fuera de casa y disfrutarlo plenamente. Organismos de todo el mundo, desde luego la NASA, llevan tiempo planificando el momento y se unirán a las muchas retransmisiones en vivo del fenómeno que se van a dar a lo largo de la jornada, que será muy especial en aquel país. En el pasado los eclipses se asociaban a infortunios provenientes de las estrellas, o señalados por ellas, y su predicción, conocida por muy pocos, era vista como un signo de magia, otorgando un enrome poder a esos pocos que eran capaces de prever el apagado de la eterna estrella. Los más frecuentes, pero menos espectaculares, de Luna, ejercían el mismo papel, y así la astronomía y la astrología vivían fundidas en una amalgama confusa que beneficiaba más a la segunda que a la primera. Con el paso de los años y la revolución científica, el funcionamiento de los eclipses ha sido develado para todo el mundo, y las predicciones de los mismos ahora son públicas y anticipadas con muchos años antes de que se produzcan. Eso ha ido en detrimento de la astrología, obviamente, que ha quedado convertida en lo que era desde el principio, una patraña carente de toda base científica, una superchería basada en mitos falsos, que nada es capaz de predecir ni explicar. Y es que el destino de los humanos, que dudo que exista, desde luego no está marcado en las estrellas, y las formas que en ellas creemos ver, hecho que requiere mucha agudeza visual y mayor imaginación, no son sino representaciones de nuestros propios miedos y sistemas cognitivos, porque una constelación se parece tanto a la figura a la que se suele asociar como una pintura abstracta al título que la suele identificar. Aun así seguro que hoy también algunos crédulos viven asustados o expectantes por lo que las estrellas “generen” en nuestro mundo. No les hagan ningún caso.


Además de asunto científico, un eclipse es, sobre todo, un precioso espectáculo de la naturaleza, un regalo y una oportunidad para despertar la curiosidad sobre cómo funciona nuestro mundo y lo que nos rodea. Si es usted afortunado y está en EEUU, ¡¡enhorabuena!! Recuerde siempre proteger sus ojos con gafas especiales diseñadas para el acontecimiento, nada de radiografías ni tonterías por el estilo, salga a la calle, váyase lejos de las ciudades, de sus reflejos, y prepárese para contemplar un espectáculo muy especial, en el que la luz se va a pleno día, la naturaleza responde extrañada ante algo tan imprevisto, y los humanos volvemos a darnos cuenta de cuánta belleza nos rodea si nos fijamos en ella. Disfruten de un auténtico regalo del cielo.

viernes, agosto 18, 2017

El terror, en Barcelona

Demuestra Julian Barnes, en su espléndida novela “El sentido de un final” hasta qué punto no es fiable nuestra memoria, cómo hechos que guardamos en ella como reales hasta el extremo pueden ser falsos, meras imaginaciones. Lo mismo sucede con los testigos, que tantas veces creen presenciar u oír cosas que realmente no sucedieron. Durante varias horas de la horrorosa tarde de ayer un terrorista estaba atrincherado en un bar de Barcelona, y las fuerzas de seguridad negociaban su entrega. Por la noche supimos que ese episodio era falso, inexistente. Nunca tuvo lugar, pese a que, por mucho tiempo, todo el mundo lo dio por cierto, y no pocos lo atestiguaron.

Pese a ello, creo que uno de los testigos que presenció ayer el horror en Barcelona fue tan preciso como realista a la hora de definir lo que vio y vivió. Decía, en una comunicación sin imágenes, que la escena era como la de una cosechadora en un campo de maíces, en el que las personas, atropelladas por la furgoneta, salían disparadas como mazorcas, rotas, y se estrellaban después contra el suelo. Esa es la imagen del horror, encarnado ayer sobre la Plaza de Cataluña y el inicio de Las Ramblas en forma de furgoneta blanca que, cruel ironía, acabó detenida sobre un mosaico elaborado por Joan Miró. Una muestra de limpio y brillante arte mediterráneo mancillada por aquellos que sólo buscan oscuridad y muerte sea cual sea el mar cercano. El atentado terrorista de Barcelona, cuyo balance aún es provisional, deja por ahora trece muertos y casi un centenar de heridos, muchos de ellos de extrema gravedad. Las nacionalidades de las víctimas se pueden contar por decenas, y la futura repatriación de los cadáveres convertirá a este atentado en otro fenómeno de terror global que extenderá el dolor por medio mundo. A lo largo de la noche la actividad de los terroristas y de las fuerzas de seguridad ha seguido, y los Mossos han logrado abatir a cinco terroristas que pretendían causar otra matanza en el paseo de Cambrils, localidad costera de Tarragona, y hervidero de turistas no sólo durante estas fechas. Algo han logrado los malnacidos, causando seis heridos, uno de ellos de extrema gravedad. Este ataque nocturno, junto con la sospecha por parte de los Mossos de que la explosión de gas que tuvo lugar la noche del miércoles en Alcanar, Tarragona, hace pensar que no estamos ante un lobo solitario, ni mucho menos, sino ante toda una célula organizada que ha tramado estos atentados, quizás más. Algunas hipótesis de ayer por la noche, con las que hay que ser cautos, hablaban de que la explosión de gas de Alcanar tuvo lugar por manipulación de bombonas de butano. Quizás los terroristas planeasen un atentado con este material como explosivo y, tras el error cometido y el riesgo a ser descubiertos, aceleraran sus planes y decidieron atacar de una manera más chapucera pero, igualmente, letal. No se sabe con certeza. Ahora mismo tenemos tres escenarios del crimen, el tercero de ellos, el de Cambrils, apenas abierto hace tres horas, por lo que el trabajo que espera a los cuerpos de seguridad por delante es tan duro y difícil como uno sea capaz de imaginarse. Por ello, habrá que dar tiempo y tener paciencia para atar las piezas de este maldito puzle. No debemos olvidar que el conductor de la furgoneta sigue huido, sin que hasta este momento se tenga constancia alguna ni de su identidad ni, desde luego, paradero. Los dos detenidos lo están por el alquiler de las furgonetas utilizadas, una de ellas para la masacre, pero al parecer ni la persona conocida como arrestada ni la que falleció por disparos de los Mossos tras saltarse un control ayer por la tarde tienen relación con lo sucedido.


Una, cien, mil veces, he reiterado desde aquí y en todos los sitios en los que este tema ha surgido en conversaciones y debates, que la seguridad absoluta no existe. Que nuestras fuerzas de seguridad son de las mejores del mundo para combatir a estos desalmados, pero que aunque desarticulen una, diez o cien tramas, basta que una se les escape para que la desgracia llegue hasta lo más hondo de nuestros corazones. Y ayer, en Barcelona, los terroristas yihadistas lograron su objetivo. Mierda. Mi sentido pésame a los familiares de las víctimas, apoyo a los heridos, a los cuerpos de seguridad y a los sanitarios que se desviven para que todos se recuperen. Y Barcelona, como otras tantas ciudades en el pasado, hoy bañada en las lágrimas de todos nosotros.

jueves, agosto 17, 2017

Trump y los confederados

Se demuestra que, para todas las naciones, no hay mayor desgarro que una guerra civil. Aquí tenemos una polémica semanal, cuando no diaria, a cuenta de la nuestra, acaecida hace ochenta años, y cuyos rescoldos siguen muy vivos en la memoria y sentir de no pocos. La gestión que se hace de la llamada memoria histórica es un asunto delicado, en el que se mezclan ideología, sentimiento, revanchismo, dolor y ganas de recuperar algo de lo perdido. No estamos dando un buen ejemplo de cómo sanar algunas de esas cicatrices, algo que sólo se puede hacer desde la moderación, el respeto y la seguridad de que en una guerra de ese tipo la incivilidad está siempre muy bien repartida, y que los bandos, en muchísimos casos, no son tales.

En EEUU, su guerra civil tuvo lugar en el siglo XIX, y esta semana hemos visto nuevamente cómo aún hay heridas abiertas en aquella sociedad, heridas que algunos fanáticos aprovechan para alimentar sus causas, aunque de esa manipulación surjan daños tan enormes y destructivos como los que llevaron en su momento al enfrentamiento. Como en todos los casos, las causas de la guerra entre los yankies del norte y los confederados del sur fueron múltiples, enlazadas entre ellas y de compleja explicación. La esclavitud fue el argumento básico del enfrentamiento, pero uno nada menor, relacionado con el primero, era la distinta estructura económica de ambos bloques. El norte, liberal, emprendedor, necesitaba un cierto proteccionismo para defenderé las incipientes industrias que surgían por doquier, mientras que el sur, agrícola de latifundios algodoneros, demandaba más libre comercio para poder exportar sin freno sus producciones de algodón que, gracias a la mano de obra esclava, carente de coste, eran sumamente rentables. Eliminar la esclavitud en el sur no suponía sólo que las fiestas del principio de “Lo que el viento se llevó” perdieran estilo, no, sino la quiebra del modelo económico en el que se basaba toda la zona, y por tanto la ruina de los sureños. Eso lo sabían muy bien unos y otros. La guerra, disputada y cruel, fue finalmente ganada por un norte que creía en los valores morales que le llevaban al frente, contaba con una figura de porte universal, Abraham Lincoln, y ejercía un músculo económico que permitía alimentar y surtir de munición a tropas cada vez mejor preparadas. El sur, poseedor de buenos generales, como Robert Lee, probablemente mejores que sus rivales del norte, contaba con un ejército menos profesionalizado, y que se desgastó con rapidez. La economía sureña no podía sostener un combate durante largo tiempo, y el espíritu de los “caballeros” sudistas poco podía hacer ante el ejército cada vez más tecnificado del norte (en una especie de preludio muy anticipado de lo que serían los primeros compases de la IGM). La rendición del sur fue inapelable, y su estancamiento económico, progresivo. Hoy en día los estados más pobres de EEUU coinciden, en gran parte, con aquellos que tuvieron el sistema esclavista. Pese a perder la guerra, muchas de las clausulas y modos de vida, basados en la segregación racial, siguieron en pie durante gran parte del siglo XX, y en cierto modo, una de las líneas históricas del pasado siglo en EEUU es la del proceso de eliminación de esas discriminaciones. La lucha por los derechos civiles de la población negra en EEUU ha sido larga, dura, costosa, y llena de momentos de esperanza junto a muchos otros de frustración y dolor. Vimos, durante la presidencia de Obama, el contraste inaudito entre una casa Blanca comandada por un negro junto a disturbios raciales de intensidad casi olvidada motivados, en gran parte, por abusos policiales injustificados. El problema de la segregación sigue vivo en gran parte del país, y requiere un tratamiento delicado, continuo y firme en pos de la defensa de los derechos de todos.


Por eso, actitudes como la de Trump son de lo peor que se puede hacer desde una institución pública, que encarna a la nación, representa a todos, y es financiada por todos. El supremacismo que destila Trump y gran parte de sus asesores resulta tan injusto y falso como las condenas de mantequilla que muchos gobernantes nacionalistas hacían de los atentados de ETA cuando, forzados por la situación, tenían que decir algo para cumplir el expediente. Y se les notaba la falsedad de sus palabras. Trump adopta esa misma postura, opta por el bando supremacista, racista, el bando que no duda en falsear hoy parte de la historia del país, mañana cualquier otra cosa, para generar odio y conseguir apoyos entre la barbarie. Trump es lo más nefasto que le ha sucedido a EEUU en mucho tiempo.

miércoles, agosto 16, 2017

La ley del silencio del taxi

La escena es propia de una película de mafiosos, de los de verdad, de los que carecen de estilo y son pura violencia. Tomada desde abajo, lo que impone aún más, muestra a Eduardo Martín, presidente de la asociación mayoritaria del sector de las VTC, esperando en un aparcamiento, dice la crónica que para ser entrevistado por una televisión. De repente, un grupo de personas aparece por el lado derecho de la imagen y empiezan a increpar a Eduardo, a empujarlo, y sin solución de continuidad, uno de ellos le suelta un porrazo en la cara, que hace retirarse al agredido hasta el fondo de la imagen, en busca de socorro, imagino que lleno de miedo.

Ahora es Málaga la ciudad que vive en primera línea las protestas del sector del taxi por la irrupción de la competencia en lo que hasta hace poco era su monopolio. El desplazamiento de turistas a las zonas de costa hace que en estos días sea en esas localidades donde se den las noticias y, también, los conflictos. A medida que retornen los residentes a Madrid y Barcelona, volverán a ser las capitales el escenario de protestas y broncas entre los taxistas, las fuerzas de seguridad y la ciudadanía en general. En lo que llevamos de año este conflicto intermitente cada vez va a más, y como ya he expresado en más de una ocasión, son los taxistas los mayores perdedores de una actitud que demuestra hasta qué punto están dispuestos a llegar para mantener una situación de privilegio que ha durado décadas. Puedo entender que muchos de ellos se sientan estafados. Les dijeron que entrar en esa profesión era un chollo, un trabajo duro, sí, pero con ingresos seguros. Te arruinas para hacerte con una licencia, que son tan caras porque existe un acuerdo entre los gobiernos responsables y los taxistas para limitar el número de los mismos. Y una vez conseguida la licencia, a trabajar ya a ganar dinero seguro. Afortunadamente el gremio del taxi no logró que las autoridades suprimieran el transporte público, porque es una de sus principales competencias, pero seguro que a alguno de sus integrantes se le llegó a ocurrir la idea. Durante muchos años el sector se mantuvo inalterado, y las administraciones, gestoras de un monopolio, recaudando, y el consumidor, sufridor de ambas partes, pagando un exceso por un servicio que podía ser bueno o malo, no había manera de saberlo. La tecnología ha logrado digitalizar el servicio de transporte, y junto con la desregulación proveniente de Bruselas (bendita UE) dos competencias han aparecido en ese mundo, los coches y motos eléctricos de alquiler, que para el caso de Madrid funcionan dentro de la M30, y los VTC, licencias de alquiler de vehículos con conductor. Ambos se gestionan a través de apps en el smartphone y ofrecen un servicio más barato que el de la tarifa regulada de taxi y que puede ser valorado por el consumidor en el caso de los VTC, por lo que hay presión para que la calidad del servicio aumente. Esto se ha traducido, evidentemente, en menor negocio para el taxista y, con ello, devaluación del precio de la licencia, la cara garantía adquirida que permitía mantenerse en el negocio. Muchos se endeudaron para pagar los cientos de miles de euros que valía una licencia, que ahora cotiza bastante por debajo de ese valor, y para muchos taxistas el negocio empieza a no dar dinero. Por tanto, es comprensible su enfado y protesta, pero creo que se enfrentan a una realidad nueva que, créanme, les da un pequeño margen de vida para poder cambiar de negocio antes de que la revolución llegue.


Y es que cuando el coche autónomo aparezca en nuestras calles, tanto los taxistas como los empleados en VTC y todos los empleos relacionados con la conducción se verán amenazados de muerte. Mi consejo para el taxista es sencillo. El tiempo no se frena, más bien acelera. Aprovecha el tiempo que queda antes de que el coche autónomo llega para reciclarte, estudiar algo, montar otro negocio, y buscar una salida. Sino, el coche sin conductor te va a arrollar antes de que seas consciente. Y desde luego actitudes mafiosas como las vistas ayer en Málaga, que espero sean atajadas por la policía lo más rápido posible, sólo van a contribuir al hundimiento de un sector que ya tiene una imagen tocada. Reciclarse o morir. No queda otra

lunes, agosto 14, 2017

Terrorismo nazi en EEUU

Banderas con la esvástica nazi ondeando con orgullo, unidas a mástiles sostenidos por varios brazos. Grupos de personas que desfilan portando antorchas y entonando cánticos supremacistas. Fuerzas paramilitares, formadas por civiles, pertrechadas de armamento, objetos defensivos y aspecto siniestro, calles tomadas por un autoproclamado ejército que exhibe su orgullo y muestra una fiereza despiadada y sin límite contra todo aquel que no piensa como él. ¿Vemos imágenes en blanco y negro? ¿de una Alemania de los años 30? No, son escenas que nos llegan a todo color, a través de canales digitales, del año 2017, y provenientes de EEUU.

Junto con miles de miembros de los ejército de otras muchas nacionalidades, cerca de medio millón de soldados norteamericanos fallecieron en la Europa de los años cuarenta en su lucha contra el ejército nazi, para liberar nuestro continente y, de paso, el resto del mundo, de aquella odiosa amenaza. Hay cementerios repartidos por toda Europa occidental que recogen los restos de muchos de aquellos combatientes, y honran su memoria, el tributo de la vida que dieron para que usted y yo hoy estemos aquí, en un continente libre, bajo una sociedad libre. Casi ochenta años después de aquello, la memoria y recuerdo de esos soldados de EEUU es uno de los muchos símbolos que fueron mancillados este pasado sábado por una manifestación supremacista, que recorrió las calles de una pequeña ciudad del estado de Virginia, llamada Chalottesville, y que ha despertado fantasmas que estaban dormidos desde hace mucho. Dormidos, sí, pero no enterrados. La retirada de la estatua del general confederado Robert Lee que se encuentra en esa ciudad fue la excusa esgrimida para que decenas de organizaciones racistas, xenófoba, extremistas y de un pelaje muy similar se congregaran en esa localidad del sureste de EEUU para organizar un aquelarre siniestro con toda la estética propia del nazismo, que de manera cutre parodiaba hace décadas uno de sus grupos imitadores, el Ku Klux Klan, también unido a la “fiesta” del pasado sábado. A ese encuentro del odio acudieron también opositores, gente que provenía de otras partes del país, muchos de ellos defensores de los derechos civiles, y también algunos alborotadores, que encuentran en la bronca una forma de vida. Era cuestión de tiempo que los enfrentamientos tuviesen lugar, y se produjeron, todo ello frente a unos cuerpos policiales completamente sobrepasados, que o no previeron lo que iba a suceder, o dejaron hacer o tenían miedo de meterse. Malo en todo caso. Un supremacista, imitando una de las tácticas que emplean los indeseables de DAESH para extender su terror, se lanzó en coche contra la multitud opositora y causó un muerto, una joven abogada de treinta años, y decenas de heridos de distinta consideración, en lo que fue un atentado terrorista de libro. El autor del ataque fue detenido, y resulto ser un joven de veinte años, de Ohio, enamorado del nazismo y supremacistas convencido, y sobre él pesa ya una acusación de asesinato y varias de tentativa. La jornada del sábado acabó así con el peor de los sabores posibles, con la conmoción ante lo sucedido y con las tripas revueltas de gran parte de los EEUU y del resto del mundo ante unas escenas que parecían sacadas del rodaje de una película de los años cuarenta, pero que no eran sino la más cruda realidad de un sector, muy minoritario, pero real, de la sociedad norteamericana. Y uno de los que más ha mimado a ese sector, el actual Presidente Trump, termino por darle al día el carácter de siniestro, emitiendo una especie de comunicado de condena por twitter en el que lamentaba la violencia de todo signo acaecida ese día en Charlottesville, unas palabras que parecían dictadas por la Batasuna de toda la vida y que eran las empleadas cuando su socio ETA cometía un asesinato. Unas palabras que generaron indignación en EEUU y que obligaron a puntualizar a la Casa Blanca horas después, cuando ya Melania, su mujer, o Ivanka, su hija, habían condenado lo sucedido describiéndolo como lo que era, un ataque terrorista de odio supremacista.

Por tanto, lo peor de lo sucedido este fin de semana en esa localidad de Virginia, en la que muchos de sus habitantes deben sentirse tan avergonzados como asustados, no es la actuación exaltada de unos desquiciados, sino la comprensión que desde hace tiempo tienen en parte de las filas republicanas, que los ve como una fuerza de vanguardia. Los pesos pesados del partido Republicano condenaron con rapidez, firmeza y sin titubeos la salvajada que había sucedido, pero Trump ha conseguido otorgar a estos movimientos un aura de presencia que es tan real como aterradora. Llegó a la presidencia envuelto en un mensaje de nacionalismo extremo, de autoafirmación, de desprecio a los demás, y en ese ambiente cogen fuerza estos grupos. Trump va camino de ser lo peor que le ha pasado a EEUU en décadas, y no deja de empeorar día a día. Qué absoluto desastre.

Mañana es festivo nacional, y casi en cada pueblo hay verbena. No habrá artículo. Disfruten y nos leemos el miércoles 16.

viernes, agosto 11, 2017

La crisis no ha terminado, la recesión sí

Este agosto se cumplen diez años del inicio de las convulsiones financieras que, un año después, desatarían la gran crisis global a partir de derrumbe de Lehmann Brothers. Fue en el verano de 2007 cuando términos como subprime empezaron a colarse en las páginas de los medios, los nervios que suscitaban algunos fondos de inversión salieron a la luz y los apalancamientos, deudas y burbujas empezaron a manifestar su madurez, en forma de puses que manchaban todo a su alrededor. El gobierno español negaba la realidad y muchos seguían sin ser capaces de verla. El tiempo nos enseñaría lo duro e inútil que es navegar contra la corriente.

Diez años después de aquellas convulsiones, la UE da por oficialmente superada la crisis. ¿Es esto así? Pues depende. Titular obliga a ser escueto y he optado por el no, pero en función de que indicador se utilice la respuesta debe ser matizada. Lo fundamental es que esa crisis ha transformado por completo la estructura productiva de España, hasta hacerla casi irreconocible. Se ha liquidado casi por completo un sector, el de la construcción, que empleaba a muchísima gente y pagaba muy buenos sueldos. Hoy en día las empresas españolas exportan mucho más que entonces, se han vuelto competitivas tanto por la bajada de sueldos como por los esfuerzos para conquistar mercados y abrirse al exterior ante el hundimiento del mercado nacional. El turismo, que entonces era enorme, ahora es gigantesco, generando una equivalentemente elevada demanda de puestos de trabajo de remuneración media, y en casi todos los casos inferior a la a de la construcción. La economía colaborativa ha aparecido a la vez que el boom del emprendimiento, creándose empresas y nichos de negocio que no existían y que generan una mayor competencia a sectores clásicos, protegidos de la misma, y que disfrutaban de privilegios derivados de un pasado ya olvidado. Podemos dar miles de vueltas, yendo de sector en sector, y veremos que, diez años después, casi nada es como entonces, para mejor o para peor, depende como se vea. En los datos macro es cierto que este verano volveremos al nivel de PIB que alcanzamos en el máximo de 2008, por lo que el agujero de crecimiento queda cubierto, pero no es menos cierto que lo hacemos con cerca de 1,9 millones de empleados menos que entonces, lo que nos indica que nos hemos vuelto más productivos, sí, pero que gran parte de la población no ha recibido aún fruto alguno de los sacrificios, o lo hace a través de una nómina menguada. Esa es una de las causas de que la percepción social sea que no hemos salido de la crisis, porque para millones de españoles así es. Las cuentas públicas, diez años después, son un paisaje arrasado por la batalla. Desaparecidos para siempre los ingresos extraordinarios, artificiales, generados por la burbuja, el déficit público vive en un 100% del PIB y la deuda de la seguridad social no deja de crecer en un contexto de envejecimiento acelerado de la población (más pensionistas menos cotizantes) y de nóminas más bajas que aportan menos ingresos por cotizaciones sociales. El sistema fiscal, necesitado de una reforma integral para modernizarlo, optimizarlo y adecuarlo a la estructura productiva del país, sobrevive a base de parches que lo mantienen vivo pero cada vez más en precario. La inflación, tan deseada por muchos para aliviar deudas, sigue bajo mínimos, gracias al derrumbe del precio del petróleo, las eficiencias en mercados antes señaladas por la llegada de servicios tecnológicos de bajo coste y la contenida demanda interna. Esta baja inflación ha permitido ganancias reales para algunos sectores como funcionarios y parados, y mitigado el daño generado por el desempleo en las cuentas familiares. Los tipos de interés están derrumbados gracias al BCE, que no deja de saltarse normas cada día para actuar en rescate de la economía, y eso ha salvado, entre otros, a millones de hipotecados de las cargas de sus préstamos.


¿Cómo le ha ido a usted en estos últimos diez años? Habrá historias de todo tipo, aunque a buen seguro domine la amargura en muchas de ellas. Lo trascendental es, como les señalaba, que la crisis ha cambiado el panorama por completo. La economía de 2017 no es la de 2007, es más robusta en algunos aspectos y sigue siendo frágil en otros. Gran parte de la recuperación es mérito nuestro, pero otra parte nada desdeñable se la debemos al BCE, a la UE y a la demanda internacional, que nos compra e inunda de visitantes. Por eso, anunciar oficialmente el fin de algo tan complejo como esta crisis me parece, al menos, un error de concepto. Quizás sea necesario hacer algo así desde el punto de vista político, pero creo que debemos ser mucho más prudentes, y más teniendo un futuro con incertidumbres como el que nos aguarda.

jueves, agosto 10, 2017

Vientos de invierno en agosto

Si algún día sale a la luz, el sexto libro de Juego de Tronos llevaría ese título, “Vientos de invierno” según ha comentado el escritor George RR Martin, quizás el hombre del que más seguidores esperan que acabe su obra. Como Martin escribe lento, y hace otras cosas entre medias, los inviernos se suceden en la Tierra, se acercan a Poniente, y de vez en cuando entran ráfagas de viento que anuncian que los calores se acaban. O por lo menos que ya están maduros y con su final cercano. Esto es lo que ha sucedido esta semana en Madrid, donde el sábado y domingo vivíamos a cuarenta grados con noches de infierno y el vendaval de esta noche a congelado a más de uno.

Quitando la franja cantábrica, donde son días sueltos los que podemos denominar verano, entre una secuencia casi ininterrumpida de nubes y lloviznas, en el resto del país la estación se está comportando de manera algo irregular, con picos de calor disparatado, en los que volver a los cuarenta supone un gran alivio, junto con episodios de tormentas intensas, principalmente localizados en el este del país y zonas cercanas al Mediterráneo. Aragón, sobre todo en su parte sur, este de Castilla la Mancha y Cataluña están viviendo meses de carrusel, en los que baten sus máximas y, en pocos días, registran pedrisco y tormentas de lo más virulento, en una secuencia de tórrida tranquilidad y salvaje inestabilidad que se encadena sin fin. En el resto del país la situación es bastante más tranquila, con subidas y bajadas de los termómetros, pero con cielos de lo más aburrido y carentes si quiera de cúmulos de desarrollo. Castilla León, Madrid, Extremadura y Andalucía, sobre todo la parte oeste, viven un verano de lo más aburrido, una vez que pasó la DANA del 6 7 de julio. Desde entonces, días clónicos, monótonos en sus azules celestes y ausencia de nubes, en los que lo más relevante es comprobar cómo se nota que van acortando de manera progresiva e imparable tanto en el amanecer como al anochecer. Días carentes de gracia en los que el tiempo apenas supone tema de conversación en los ascensores, salvo cuando el calor aprieta o se comentan las tormentas que están teniendo en el este y levante. El descenso de las temperaturas registrado ayer y hoy, anunciado, ha sido tan brusco como cierto. Ya ayer alcanzamos sólo 30 grados en Madrid, y ese sólo no va con comillas, porque para agosto en esta ciudad 30 de máxima es un valor bastante bajo, y hoy nos quedaremos en el entorno de los 27, tras una noche de otoño cerrado en la que el vendaval que se desató ayer por la tarde, de intenso componente norte, ha logrado enfriar a todo lo que se encontrara a su paso. Cuando se levantó el viento mucha gente abrió las ventanas para refrescar la casa, pero no tardaron demasiado en entornarlas para protegerse de un recio vendaval que agitaba los árboles con fuerza, furia por momentos, y que rebajaba las temperaturas mucho más de lo que muchos esperaban. Tras semanas sin hacerlo, esta noche he dormido con la persiana bajada y ventana cerrada, cosa que quizás no hacía desde la DANA del 6 7 de julio. Sospecho que ayer por la tarde y hoy mismo serán momentos de baja demanda en las piscinas, de vasos y duchas medio desiertas y ambiente lánguido, inapropiado para un 10 de agosto, pero que no cunda el pánico, ni entre usuarios ni empleados del sector. A partir de mañana las temperaturas vuelven a subir, y regresaremos a los habituales treinta y tantos que caracterizan el mes, pero con el recuerdo, muy típico de agosto, de que lo más duro y luminoso del verano, en teoría, ya ha pasado, y que poco a poco caminamos con paso firme hacia un otoño que nos devolverá las farolas tempraneras y la manga larga como prensa habitual de vestimenta. Hoy esas mangas largas reconquistan terreno, mañana retrocederán, pero se saben a la espera, agazapadas en el armario.


Lo que no hace es llover. Las tormentas a las que antes me refería refrescan algo donde caen, provocan algún destrozo y pueden ser útiles para el terreno en el que se depositan, y a veces ni eso, pero apenas contribuyen a llenar embalses ni a regenerar cauces de ríos. La sequía persiste, las reservas hídricas no dejan de bajar, estamos al 46% de media nacional a datos del 8 de agosto, y más nos vale que el otoño que viene sea generoso en precipitaciones, porque de lo contrario el desastre puede ser monumental. Ya este año la falta de lluvia se puede medir en cosechas perdidas y pobreza en las zonas afectadas. Confiemos en que acabe lloviendo, ahorremos toda el agua que podamos y que esos vientos de Martin, que han enseñado la patita, vengan cargados de generosos frentes atlánticos.

miércoles, agosto 09, 2017

Fuego y furia en Corea del Norte

Sigue la escalada verbal en torno a Corea del Norte, protagonizada, desde el bando lunático, por los dirigentes norcoeranos y su burdo aparato de propaganda, que incluye a esa presentadora de televisión, no se si siempre es la misma, con pinta de estar tan enfadada como cualquier sufridor de las colas del Aeropuerto del Prat. Por el otro bando, el del racional occidente, tenemos a Donald Trump, lo que transforma todo, y da a esta tragedia un tono aún más cómico que no le pega nada. En un tuit de ayer Trump amenazó a Corea del Norte en un fuego y furia nunca vistos si seguía adelante en sus bravatas. Todo muy tranquilizador.

En el perverso juego que se está desarrollando entre Corea del Norte y, cada vez más, el resto del mundo, la tensión no deja de crecer y las posibilidades de que se desate una guerra crecen. Sea cual sea el tipo de conflicto, no podemos descartar el uso de armamento nuclear, y en todo caso nunca olvidemos que una guerra iniciada puede tener un transcurso no previsto. El programa nuclear y balístico de Corea del Norte es lo que permite al régimen seguir en el poder, mantener las riendas del país y ser tomado como amenaza, y por tanto como algo importante, por el resto del mundo. Así mismo, ese armamento tan letal no puede ser usado nunca, porque saben los dictadores de Pyongyang que un disparo nuclear sería su última acción, la excusa obligatoria para que el resto de potencias liquidasen el régimen. Por tanto, el programa nuclear se desarrolla en la secreta esperanza de que no sea necesario ser usado jamás. Esto es la teoría, y en una situación tensa se puede llegar a mantener, como sucedió durante la guerra fría, pero el riesgo de “accidentes” siempre existe, y hay momentos puntuales en los que la tensión crece mucho y el riesgo de enfrentamiento con ella. De los sesenta a los ochenta fueron varios los episodios, algunos famosos, otros oscuros, en los que EEUU y la URSS estuvieron a punto de lanzarse sus bombas nucleares, lo que hubiera supuesto el fin de nuestro mundo. No sucedió, tanto por la frialdad de los que tenían las últimas decisiones como por protocolos que funcionaron y, también, porque hubo suerte. En el caso de Corea del Norte los riesgos que corre el régimen del país asiático son más elevados que los del resto del mundo, lo cual desequilibra la balanza y le obliga a adoptar una posición más forzada. ¿Es posible llegar a un punto de equilibrio estratégico que impida la guerra nuclear? Seúl, a 50 kilómetros de la frontera norcoreana, y en general toda Corea del Sur y Japón serían los más interesados en que jamás se desatase guerra alguna. Leía hace un par de semanas en una web, no recuerdo cual, una posible solución de armisticio, que era un ejercicio de “real politik” de primera división pero que puede ser efectiva. Aviso que el resultado no es bueno, porque en el punto al que hemos llegado sólo podemos escoger malas alternativas o peores. El articulista defendía la idea de que el régimen de Pyongyang no va a renunciar al arma nuclear por ser esta, como antes comentaba, su seguro de existencia. Por ello, para que desmantele ese armamento, debe tener un seguro de existencia equivalente. La solución pasaba por el reconocimiento del régimen por parte de las potencias mundiales (EEUU, China y Rusia) y la garantía de defensa de estos tres países de la integridad de Corea del Norte y su gobierno. Es decir, que los potenciales enemigos de Corea del Norte juren que nunca la van a atacar a cambio de deshacerse del armamento nuclear. Esto supondría, de facto, que la atroz dictadura norcoreana, que no deja de causar sufrimiento y muerte en su país, sería legitimada como gobierno a ojos del mundo y podría seguir masacrando a su población sin que nada ni nadie se lo impidiera. Sacrificaríamos a los norcoreanos para lograr la estabilidad en la zona. Como verán, no es una buena solución, pero ¿acaso las hay?


Como señala el editorial de The Economist, un enfrentamiento nuclear no es descartable. Sería horrendo, sí, pero posible. Y puede llegarse a él por una secuencia de errores y bravatas, vía televisión o twitter, que hagan que la situación se escape de control. Evitar esa guerra sería el objetivo primordial, y no se si eso está grabado a fuego en la cabeza de quienes tienen que gestionar esa situación. Lo único cierto es que cada peldaño que se sube en la escalera de la tensión facilita que sucedan “cosas” que la conviertan en irresoluble y lleguemos a un punto de no retorno. A partir de ahí los análisis diseñados cuentan las bajas por cientos de miles, los destrozos por inimaginables y la alteración del orden global, absoluta. Hay que desactivar esta crisis como sea.

martes, agosto 08, 2017

La mala gestión en la huelga de El Prat

Hoy se reúnen nuevamente Eulen, la empresa concesionaria del servicio de vigilancia y seguridad, con los empleados, y AENA como mediadora, para tratar de alcanzar un acuerdo que ponga fin a la huelga parcial, que empezó como encubierta y amenaza con ser indefinida, que ha convertido al aeropuerto barcelonés en una fábrica de colas, esperas, hartazgo e indignación. La noticia sobre este conflicto empezó a circular hace ya un par de semanas, pero hasta que las dimensiones del problema creado no han llegado a los medios internacionales y se ha golpeado la imagen del país AENA no ha movido un dedo. Claro ejemplo de improvisación y de falta de respuesta ante un problema que no hacía más que crecer.

Lo que los trabajadores de El Prat han descubierto, con el boom del turismo y la posición que ocupan los aeropuertos en esta industria, es que disfrutan de una enorme posición de poder, y eso les permite presionar de manera mucho más efectiva. Les sucede como a los conductores del metro de las ciudades, que son el personal más mimado de entre todos los que trabajan en el suburbano, y no porque su trabajo sea el más importante o peligroso o arriesgado, no, sino porque un paro de ellos genera que el servicio, simplemente, deje de existir. Esa situación de poder provoca muchas veces abusos, que son criticados con razón cuando es la banca la que se ha comportado de esa manera prepotente pero que son silenciados cuando otros colectivos actúan de igual manera. Desconozco cuales son las condiciones laborales de los empleados de El Prat, de esta y del resto de contratas, y si son comparables a las de otros aeropuertos españoles, pero es evidente que tras este conflicto los trabajadores de Eulen van a convertirse en la élite del aeropuerto, y todo ello gracias a la repercusión mediática de un conflicto planteado en la primera industria nacional en el momento de máximo auge de visitantes en el país. Hace unos años vimos, con el caso de los controladores, cómo la posición de fuerza más absoluta puede trocarse en debilidad en caso de abusar en exceso de ella. Era habitual que hubiera huelgas de controladores en las operaciones salida y llegada de las vacaciones, buscando mejoras salariales y de condiciones en una profesión difícil, sí, pero que ya por aquel entonces tenía fama bien ganada de estar muy remunerada. El pulso periódico de los controladores logró poner en su contra a todo el país, harto de ser un rehén en sus manos, y cuando decretaron una huelga salvaje en el puente de la Constitución, generando el caos más absoluto, el gobierno optó por militarizar las torres de control y quitar el “juguete” a quienes habían sido demasiado infantiles para divertirse con él. Tras aquel escándalo, los controladores aceptaron muchas medidas laborales que rechazaban hasta el momento sin discusión alguna, y desde entonces no se ha vuelto a producir una sola huelga en el sector, a sabiendas de que de declararla a lo mejor deben pedir asilo político en la torre de control para evitar la acción del gobierno y la ira de los pasajeros, que ya saben dónde están. ¿Corren los trabajadores de Eulen el mismo riesgo? No, porque su posición no es tan estratégica, pero su táctica negociadora es muy similar al del gremio del radar, y eso les hace ser bastante antipáticos a la población que, sin duda, es la sufridora del conflicto, no tanto la propia Eulen o AENA, que reciben el golpe en una segunda derivada bastante más suave. Visto el ejemplo de esos trabajadores, otros amenazan con desarrollar huelgas similares, y el aeropuerto barcelonés, de momento sólo ese, amenaza con ser noticia informativa por motivos económicos y sociales durante todo el verano, o al menos hasta que acabe el mes de agosto, punta vacacional y preludio de un otoño muy caliente y, también, catalán.


Lo que no tiene sentido alguno en este asunto es el uso partidista que algunos iluminados realizan de la huelga. Creía haber visto de todo, pero cada día compruebo mi más absoluta ingenuidad. Varios independentistas se dedicaban ayer a repartir panfletos en El Prat anunciado que en la república catalana estas huelgas y conflictos no existirían, en un acto de populismo, demagogia y falsedad que es una doble tortura inflingida a los ya muy castigados pasajeros que residen en las interminables colas, y una muestra de que los repartidores no viven siquiera en las nubes de su ensoñación, sino mucho más allá, en el Valhala paradisíaco de la felicidad absoluta. Qué peligro tienen estos manipuladores, qué miedo provocan sus dementes acciones.

lunes, agosto 07, 2017

Dunkerque, de Christopher Nolan

En 1940, tras su arrolladora victoria en Centroeuropa, las tropas nazis acorralan a la fuerza expedicionaria británica, que había acudido a la guerra al continente y se ve completamente sobrepasada. En la playa de Dunkerque los británicos, cientos de miles, esperan barcos que les puedan devolver a su isla para así salvarlos. La operación dinamo, organizada por Churchill, logra rescatar a más de 300.000 de estos hombres, usando para ello barcos del ejército y miles de embarcaciones civiles. El por qué, pudiendo, el ejército alemán no arrasó a este contingente de tropas es uno de los muchos misterios de la II Guerra Mundial.

Nolan da por supuesto que el espectador conoce la historia y, tras un mínimo, seco prólogo, que marca el tono de toda la película, le sitúa en el arenal francés, en medio de la desesperación de unas tropas que pensaban que iban a la guerra y lo que hacen es tratar de huir de su exterminio. Marca de la casa, Nolan entrecruza tres historias de ámbito temporal muy distinto. Por un lado, la vida durante una semana de un soldado en esa playa, tratando de alcanzar un transporte que le saque del continente, por otro el viaje de un día de un barco de recreo que, patroneado por un padre valiente, su hijo y un amigo, parten desde Inglaterra y cruzan el canal para rescatar a los pocos que puedan y, en tercer lugar, la lucha en el aire, durante una hora, de una cuadrilla de Spifires, los aviones ingleses, frente a los Stuka alemanes, en los cielos que anteceden a las playas francesas. La distinta velocidad de los hechos que narran cada una de estas historias parecería un obstáculo insalvable a la hora de juntarlas, pero una de las magias del creador es suspender el tiempo, engañarnos con su velocidad de paso, y aquí el efecto de simultaneidad que se logra es tan falso por imposible como asombroso por verosímil. Llega un punto en el que las tres historias se entrecruzan, casi al final, y todo adquiere pleno sentido, pero a lo largo de todo el metraje uno no tiene la sensación de avanzar a distinta velocidad. Todo transcurre normalmente. Es “Dunkerque” una película bélica algo inusual, como muchos han señalado, porque no se ve al enemigo, no hay esvásticas ni tropas nazis, sólo se le intuye y, cuando aparece, se le oye poderosamente. También es una película sin mucha sangre. Con muertos por doquier, pero sin desgarros, sin vísceras. Sin embargo la sensación de crueldad que transmite en todo momento es tan cruda como si viéramos despanzurrados a cuerpos de militares cada cierto tiempo. Es, si quieren, incuso más agobiante, porque el personaje del miedo está presente en todo momento. Miedo angustioso en los tripulantes del barco que caminan rumbo a lo desconocido, esperando lo peor. Miedo tenso entre los pilotos que buscan enemigos alemanes, y que deben contar casi a mano el combustible que les queda para poder retornar a casa y no quedarse para siempre en el Atlántico o, peor aún, territorio europeo. Y miedo absoluto, pánico sin fin, el que se vive en la playa, en la desesperación de casi atisbar, al fondo, los acantilados de Dover y saber que esa mínima distancia se puede volver infinita. Miedo que no deja de crecer entre los que permanecen en la arena, que se coagula en forma de desesperación creciente, en suicidios, en asaltos a barcos abandonados que se convierten en futuras tumbas, en la sensación escondida, cuando alguno de los afortunados sube a un transporte, de que nada es seguro hasta llegar a Inglaterra, y la certeza de que, cuando el barco tiembla y cruje, es porque el miedo, en forma de bomba aérea o torpedo, ha impactado contra él. El miedo, acentuado por una gran bansa sonora de Hans Zimmer, no abandona al espectador en todo momento, y se convierte en el leitmotiv de una cinta que, de una manera magistral, relata la absoluta crueldad y locura que es la guerra.


El rescate de gran parte de la tropa asediada, la huida, consentida por los alemanes, es vista como una victoria por unos británicos que ya daban por perdidas a sus tropas. Tras ese episodio proclamaría Churchill su discurso de “no nos rendiremos jamás” y en la película suena una versión de Nimrod, una de las variaciones Enigma de Elgar, para loar la bravura de la tropa y el pueblo inglés y, de paso, para recordar el enorme, inmenso, sufrimiento que va a sufrir el país a partir de ese momento. Sólo, con una Europa derrotada en manos de la tiranía nazi. Es también Dunkerque una película patriótica, sí, pero que exalta las virtudes de la libertad frente al enemigo totalitario, no las de unas naciones frente a otras porque, como acaba diciendo el comandante encarnado por Kenneth Branagh, “me quedo para esperar a sacar a los franceses”.

viernes, agosto 04, 2017

La obsesión por las fotos y las redes

Demasiado trabajo para ser agosto, algo no muy habitual, pero cuando toca, se sufre. Ayer por la tarde unos amigos y compañeros de otra oficina del complejo en el que trabajo se fueron a un paraje natural en la sierra a bañarse, y me dijeron que podía acompañarles. No pude por toda la tarea que tengo pendiente y me lo perdí. Ya por la noche, en un grupo común de whatsapp que tenemos junto con más personas, les comenté que mandaran algunas fotos de la tarde que habían pasado para dar envidia, y me contestaron que no habían hecho fotos. La respuesta me sorprendió mucho, más en estos tiempos y, no lo negaré, me agradó.

Pasea uno una tarde por cualquier sitio, y más en estos días de verano, y son legión los que hacen y se hacen fotos, con monumentos de fondo, personas, árboles o lo que sea, y acto seguido teclean compulsivamente su pantalla para compartir la imagen, el momento como se dice ahora, en sus redes sociales. Es ya común esa imagen en la que se asiste a un acto, póngase mitin, concierto o el que usted desee, y las luces de las pantallas de los móviles lo inundan todo, y a través de ellas es como los asistentes “ven” lo que sucede, mientras lo graban, emiten o guardan, con vistas seguramente a compartirlo en los próximos instantes. ¿Cuántos están viendo el acontecimiento con sus ojos? ¿Cuántos le están prestando atención en persona? Todos están físicamente allí, pero emocionalmente actúan a través de su móvil, no de sus sentidos. La usurpación del espacio y el tiempo que supone el móvil en nuestras vidas va a más, aunque cada vez sea menos el margen de crecimiento que le queda dado que ya toda nuestra existencia se realiza pegados a él, y el número de adicciones y obsesiones que genera su comportamiento compulsivo no deja de crecer de una manera alarmante. La satisfacción que nos produce el “me gusta” a una foto que hemos colgada es tan intensa como volátil, y eso nos lleva a buscarla nuevamente con un ansia equiparable a la de esas patatas fritas que no puedes dejar de comer. La primera vez que vi a alguien, más chicas que chicos, posando en el Retiro haciéndose decenas de fotos a sí mismo, me quedé asombrado, me pareció lo más absurdo y aburrido del mundo, pero luego he visto a muchos más ejerciendo eso que se denomina “postureo” para autorretratarse y vivir de la imagen propia, saturar las redes de fotos en las que el aspecto lo es todo y el resto, personas y entorno, mero decorado para una especie de culto a uno mismo que alcanza la idolatría absoluta. Y cada corazoncito que se acumula por cada imagen subida es un chute de adrenalina tan gozoso que genera felicidad, vacua y fugaz, pero efímera y casi vacía. No crean que soy un cascarrabias, no es ese mi objetivo. La idea de retratar los momentos de la vida la tenemos todos y es muy buena, sirve para asentar el recuerdo, para poder echar la vista atrás desde un tiempo futuro y recordar lo que nos pasó esa tarde, o aquel momento, traer de nuevo a la mente conversaciones de aquellas personas que aparecen con nosotros en esa imagen, que es sólo un fondo plano con colores y formas, pero que nuestra mente logra asociar a temperaturas, voces, tonos, sentimientos, generando un recuerdo pleno que va mucho más allá del valor, importante, de una simple foto.

¿Cuándo fue la última vez que usted hizo algo parecido a lo que hicieron mis amigos ayer? Realizar una actividad, una excursión, un evento, la que sea, y no tomar fotos en ella. Hace un tiempo que se puso de moda en Nueva York, o se decía, el dejar todos los móviles encima de la mesa cuando se juntaban varias personas para comer o cenar, para que ninguno de ellos cayera en la tentación de utilizarlo para ponerse a teclear en presencia de los demás. Creo que lograr eso en una comida con sobremesa es todo un reto, pero que bien podría ser el objeto a alcanzar en, por ejemplo, este verano en el que nos encontramos. Pruebe, en la próxima comida, con familiares y/o amigos. Dejen sus móviles lejos, custodiados, y atrévase a vivir el “momento” (y luego a ver cuántos van a las redes y nos lo cuentan, jejeje)

jueves, agosto 03, 2017

El turismo y sus límites

Año tras año España bate su récord de turistas, convirtiendo a este sector en el tractor de la economía nacional. Representa algo más del 11% del PIB, es una de las principales fuentes de entradas de capitales, crea empleo de manera exagerada y, en ciertas comunidades, como las isleñas y otras mediterráneas, supone casi un monocultivo que las permite alcanzar niveles de renta per cápita muy elevados, siendo el caso de Baleares el más destacado. Puede que este año superemos a EEUU como destino turístico y nos coloquemos como el segundo más visitado del mundo, sólo por detrás de Francia, con cifras en el entorno de los ochenta millones de visitantes, poco menos del doble de nuestra población.

Este disparo de las cifras empieza a causar algunos problemas en zonas clásicas que, cada año, se ven más atestadas. El espacio físico es el que es y no se puede estirar como un chicle. Barcelona y Baleares están en el ojo del huracán en la polémica desatada sobre si ya son demasiados los visitantes y los problemas que generan empiezan a ser superiores a los beneficios. Es un debate complicado, y en ningún momento debemos perder la referencia de la importancia económica del sector del que estamos hablando, porque guste o no, en gran parte vivimos de ello. Antaño se calificaba al turismo como la industria perfecta, porque generaba ingresos y empleo sin mucha necesidad de inversión y sin chimeneas, todo eran ventajas. Esa visión es muy infantil y, claro, errónea. Millones de visitantes a una ciudad a lo largo del año generan todo tipo de efectos, muchos positivos, pero no sólo. La presión a los servicios del lugar visitado, el efecto en los precios locales y en la demanda de alojamiento es incuestionable, y ya había estos problemas antes de la llegada de aplicaciones como airbnb, que han convertido a barrios enteros en zonas de alquiler para turistas. Además de la masificación, está el turista soñado. Los empresarios del sector y las autoridades locales tienen, como principal objetivo, atraer al turista caro, el que se deja mucho dinero, y expulsar al barato, principalmente el adolescente que busca juerga y botellón, y genera problemas de todo tipo. En Baleares tenemos la combinación perfecta de todos los problemas posibles. Espacio limitado y rodeado de agua, invasión turística, llenazo de zonas de ocio con borrachos ingleses y de todos los países imaginables y saturación de zonas de élite como son Ibiza o Formentera. La situación para los residentes es complicada y, la verdad, imposible para los que buscan trabajo allí o son destinados a esas islas, porque el disparo de demanda y precio les imposibilita conseguir una simple cama donde dormir, dado que todas están subastadas al mejor, y muy caro, postor. ¿Cómo controlar esto? Es difícil, pero la primera vía y más sencilla es la del precio. Si el gobierno regional debe proporcionar, digamos, alojamiento a los médicos que trabajan en el hospital de Ibiza que no tienen donde dormir, puede ofertar residencias o pisos pagados con una tasa impuesta al turista, o a las empresas del sector. Al igual que a las industrias con “chimenea” se les penaliza por la contaminación que generan, tiene sentido que las autoridades locales, regionales o nacionales planteen impuestos al sector que ayuden a controlar los problemas que surgen de la masificación, impuestos que obviamente no se implantarían en zonas donde esos problemas no existen, porque tratan de conseguir ingresos para resolver un problema. Si el problema no se da, la voracidad recaudatoria no está justificada.


Este debate viene de lejos, principalmente en zonas ya al borde del colapso, como es Venecia, convertida en parque temático, y no se han encontrado soluciones sencillas ni rápidas. Lo que obviamente es un disparate son las acciones violentas que algunos macarras, emulando la kale borroka, empiezan a desarrollar en Barcelona y Palma, hechos no sólo condenables sino, también, estúpidos. Y lo que no podemos olvidar nunca es que uno mismo también es turista cuando viaja a otros lugares, se convierte en “chimenea” que, normalmente, busca la experiencia de la visita sin reparar mucho en los residentes locales. Pensemos en ello en nuestra próxima estancia y, si estamos en un lugar muy lleno de gente, tengámoslo presente a la hora de implantar medidas de control. Necesarias, sí, pero lógicas y para todos.

miércoles, agosto 02, 2017

El cierre de Garoña

1 de agosto, ayer, inicio de la presunta modorra veraniega, y quizás amparado en esa sensación de que toda decisión tomada en estas fechas ni suscita interés ni debate, el gobierno decidió el cierre definitivo de la central nuclear de Garoña, la más antigua y pequeña de las que se mantienen operativas en España. Garoña en la práctica llevaba parada más de cuatro años, a la espera de que Nuclenor, la empresa que la gestiona (Iberdrola y Endesa a medias) y el gobierno se pusieran de acuerdo sobre los costes e inversiones necesarios para reabrirla tras la ampliación de medidas de seguridad derivadas, entre otras cosas, del accidente de Fukushima.

Hace pocos meses Iberdrola, una de las dos dueñas, dio ya la central por perdida y cerrada, alegando que los costes derivados de esas reformas hacían que no pudiera ser rentable. Endesa, la otra dueña, no se pronunció, pero dejó entrever que no compartía la idea. La presión política y mediática ha hecho el resto y el gobierno ha tomado la decisión menos costosa en términos de imagen pública, contradiciendo su discurso oficial, que fue contrario al cierre mientras gobernaba el PSOE, que veía con buenos ojos la clausura de la central. Los cuatrocientos trabajadores de la central ya saben, desde ayer, que son carne de desempleo y el valle de Tobalina, al norte de Burgos, en el que se encuentra la instalación, perderá su única industria y, pese a las declaraciones oficiales, se enfrenta al abandono y olvido por parte de unas administraciones que, una vez tachada Garoña, no oirán reivindicación alguna proveniente de aquellas bonitas, remotas y poco pobladas tierras. Este es el preámbulo del proceso de estudio de la ampliación de la vida útil del resto del parque de centrales, que si no recuerdo mal son cuatro: Almaraz en Extremadura, Cofrentes en Valencia, Vandellos II en Tarragona y Trillo en Guadalajara. Cada una de ellas, creo recordar, posee dos grupos generadores del entorno de 1.000 megavatios de potencia, y en condiciones normales ofertan entorno al 20% del consumo eléctrico nacional. A esta hora, datos de las 07:50 que pueden consultar en la web de Red Eléctrica, la nuclear supone el 23,71% del origen de la electricidad que se está consumiendo. Ese porcentaje caerá a lo largo del día, cuando la subida de demanda haga que nuevas fuentes entren en el sistema, y se disparará por la noche, donde fácilmente una cuarta parte de la producción es nuclear. Son centrales que no paran nunca, salvo en el proceso de recarga de combustible, y no emiten CO2 a la atmósfera, por lo que su contribución al calentamiento global es nula. De momento, y ante la pasividad de todas las administraciones, no se ha construido el almacén temporal centralizado de residuos, por lo que cada una de ellas los acumula en sus piscinas, que en algunos casos se encuentran cerca de su nivel de saturación. El proceso de desmontaje de Garoña será lento, durará muchos años y dará trabajo y, quizás, problemas. La gestión de los residuos de la central será uno de los principales problemas de ese trabajo que, actualmente ya se realiza tanto en Vandellos I, cerrada por deficiencias técnicas, como en Zorita, la menor de las centrales, la más vieja y la que se cerró antes. A día de hoy, con las tecnologías que tenemos, y la incapacidad de almacenaje de la electricidad, es imposible renunciar a las nucleares en España salvo que se quiere asumir, conjuntamente, un incremento de los precios y un disparo en el nivel de emisiones de CO2. Cierto es que el peso de las renovables crece cada día en el mix energético, lo que es una excelente noticia, pero por definición su rendimiento es muy variable, fascinante en días de viento, en los que la eólica puede suministrar más de la mitad del consumo nacional, y nulo en jornadas como las de hoy, de pesado anticiclón de verano que no mueve una hoja. La solar, por su parte, está a un nivel de desarrollo inferior y, aunque mejora cada día, aún le queda mucho para ser tan productiva como su “hermana” de los molinos.


Por ello, decidir el cierre o mantenimiento de las nucleares en España, a día de hoy, no es una cuestión técnica sino política. Es posible que en unos años las nuevas tecnologías permitan prescindir de ellas, pero hoy en día eso no es posible. Y sobre los riesgos y contaminación asociados a las mismas, lo cierto es que ojalá la fundición y otras fábricas que llevan décadas echando pestes junto a mi piso de Elorrio, y ahí siguen, fueran controladas, monitorizadas y silenciosas centrales nucleares. Se a ciencia cierta que esas emisiones son nocivas, pero a nadie le importan, porque no hay eco mediático por una protesta ante una fundición, y sí si en la imagen de los manifestantes se recorta la silueta de un edifico de contención de un reactor.