“No tinc por” no tenemos miedo,
es el lema espontáneo que surgió durante el minuto de silencio celebrado en la
Plaza de Cataluña el pasado jueves, un día después del sádico atentado de Las
Ramblas. Ante las autoridades de la nación y la región, el grito apareció de la
nada tras el silencio y aplauso posterior, y fue una especie de protesta de la
gente allí convocada contra los terroristas, contra su intento de amedrentar a
la población, de someterla. Es un loable gesto de la masa, que pudo responder
de manera meliflua, acobardada, pero prefirió permanecer de pie ante el mal.
Ese grito es una muestra de coraje.
Pero, ¿es verdad que no tenemos
miedo? Obviamente no lo es. Todo terrorismos busca, sobre todo, provocar miedo,
y el islamista es el más efectivo a la hora de generar este sentimiento, dado
su carácter absoluto, indiscriminado y descontrolado. En la mente de cada uno
de nosotros ya se ha instalado un poco el “islamista de guardia” que, ante
cualquier concentración de masas, sea por lo que sea, o en el transporte público
o en otros lugares piensa “¿y si ahora alguien atentara aquí?” y entonces el
gesto se torna intranquilo, y una nube oscura pasa por la mente en la que surge
ese ese pensamiento. Eso ya es una victoria enorme de los terroristas, porque
se han convertido en presencia en nuestras vidas, aunque no actúen. Como
sombras tenebrosas propias de un cuento de terror y fantasía, se les supone maquinando
planes en la oscuridad, y esperamos saber cuál es el siguiente de sus actos, en
la esperanza de que no nos afecte pero con el miedo de que, efectivamente, lo
haga. Sí, miedo hay, y es normal, es natural y es comprensible. Y hasta cierto
punto, bueno. La ausencia de miedo es algo peligroso, desconfíen de aquel que
está sometido por completo a sus pánicos como del que no tiene miedo a nada.
Nos toca aprender a vivir con ese miedo, a hacerlo propio, a controlarlo, a
saber que está ahí, a no negarlo, porque sería absurdo, pero a luchar para que
no condicione nuestra vida, entre otras cosas porque nada de lo que hagamos
podrá reducir o aumentar los riesgos. Esto no es como el cáncer, que da miedo,
pero que al menos es conocido que una vida sana reduce (que no elimina) las
probabilidades de padecerlo. Es importante que nuestras sociedades aumenten al
máximo las medidas de protección, activas y pasivas, que colaboremos con las
fuerzas de seguridad para controlar lo que veamos sospechoso, pero que no nos
dejemos amedrentar por esta realidad que, lo siento, ha venido para quedarse
mucho tiempo entre nosotros. En España, lamentablemente, tenemos la experiencia
cercana de lo que es vivir con el terrorismo, cierto que de causas y operativas
muy distintas, pero igualmente peligroso. Durante años Madrid tenía su “comando”
de ETA, y la ciudad se sabía amenazada. Quizás en aquellos casos había
colectivos de personas más amenazadas que otras, lo cual era cierto sólo hasta
un punto, pero atentados indiscriminados como los realizados, por ejemplo, en
la Plaza de la República Dominicana, causaban víctimas de todo tipo, enormes
daños materiales y la sensación de que el miedo estaba ahí. Madrid, y el
conjunto de España, aprendieron a vivir con una realidad que, cada cierto,
tiempo, se sobresaltaba con un atentado de ETA, y eso en cierto modo nos ha
hecho algo de callo en el alma para poder soportar mejor lo que tenemos ahora
en frente. Pese a ello nada te puede preparar para el sadismo sin sentido de
los yihadistas, y la mera hipótesis de lo que hubieran sido capaces de hacer en
el caso de que no hubiera estallado su laboratorio de Alcanar hace que el
sentimiento de miedo sea superado por el de pánico absoluto. Es normal, y toca
aprender a vivir con ello.
Muchas veces digo que héroe es
aquel que tiene miedo un par de minutos más tarde que todos los demás. A nadie
se nos puede exigir ser héroes, no nacemos para ello. En situaciones como las
de los atentados se crean, provenientes de personalidades que quizás tuvieran
un perfil más activo, o de otras que jamás sería imaginable que se comportaran
de esa forma. Es una respuesta instintiva que sale de nosotros y que no
controlamos. Pero ese héroe, no lo dude, está muerto de miedo en ese momento.
Si usted, hoy, siente que ese lema “No tinc por” no le sirve, porque tiene
miedo, no se sienta solo, o sola. Yo también lo tengo, todos lo tenemos, y
entre todos tenemos que aprender a vivir con el miedo, a domesticarlos, a
controlarlo, a no negarlo, pero sí a ser capaces de que nuestras vidas lo
superen.
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