viernes, agosto 11, 2017

La crisis no ha terminado, la recesión sí

Este agosto se cumplen diez años del inicio de las convulsiones financieras que, un año después, desatarían la gran crisis global a partir de derrumbe de Lehmann Brothers. Fue en el verano de 2007 cuando términos como subprime empezaron a colarse en las páginas de los medios, los nervios que suscitaban algunos fondos de inversión salieron a la luz y los apalancamientos, deudas y burbujas empezaron a manifestar su madurez, en forma de puses que manchaban todo a su alrededor. El gobierno español negaba la realidad y muchos seguían sin ser capaces de verla. El tiempo nos enseñaría lo duro e inútil que es navegar contra la corriente.

Diez años después de aquellas convulsiones, la UE da por oficialmente superada la crisis. ¿Es esto así? Pues depende. Titular obliga a ser escueto y he optado por el no, pero en función de que indicador se utilice la respuesta debe ser matizada. Lo fundamental es que esa crisis ha transformado por completo la estructura productiva de España, hasta hacerla casi irreconocible. Se ha liquidado casi por completo un sector, el de la construcción, que empleaba a muchísima gente y pagaba muy buenos sueldos. Hoy en día las empresas españolas exportan mucho más que entonces, se han vuelto competitivas tanto por la bajada de sueldos como por los esfuerzos para conquistar mercados y abrirse al exterior ante el hundimiento del mercado nacional. El turismo, que entonces era enorme, ahora es gigantesco, generando una equivalentemente elevada demanda de puestos de trabajo de remuneración media, y en casi todos los casos inferior a la a de la construcción. La economía colaborativa ha aparecido a la vez que el boom del emprendimiento, creándose empresas y nichos de negocio que no existían y que generan una mayor competencia a sectores clásicos, protegidos de la misma, y que disfrutaban de privilegios derivados de un pasado ya olvidado. Podemos dar miles de vueltas, yendo de sector en sector, y veremos que, diez años después, casi nada es como entonces, para mejor o para peor, depende como se vea. En los datos macro es cierto que este verano volveremos al nivel de PIB que alcanzamos en el máximo de 2008, por lo que el agujero de crecimiento queda cubierto, pero no es menos cierto que lo hacemos con cerca de 1,9 millones de empleados menos que entonces, lo que nos indica que nos hemos vuelto más productivos, sí, pero que gran parte de la población no ha recibido aún fruto alguno de los sacrificios, o lo hace a través de una nómina menguada. Esa es una de las causas de que la percepción social sea que no hemos salido de la crisis, porque para millones de españoles así es. Las cuentas públicas, diez años después, son un paisaje arrasado por la batalla. Desaparecidos para siempre los ingresos extraordinarios, artificiales, generados por la burbuja, el déficit público vive en un 100% del PIB y la deuda de la seguridad social no deja de crecer en un contexto de envejecimiento acelerado de la población (más pensionistas menos cotizantes) y de nóminas más bajas que aportan menos ingresos por cotizaciones sociales. El sistema fiscal, necesitado de una reforma integral para modernizarlo, optimizarlo y adecuarlo a la estructura productiva del país, sobrevive a base de parches que lo mantienen vivo pero cada vez más en precario. La inflación, tan deseada por muchos para aliviar deudas, sigue bajo mínimos, gracias al derrumbe del precio del petróleo, las eficiencias en mercados antes señaladas por la llegada de servicios tecnológicos de bajo coste y la contenida demanda interna. Esta baja inflación ha permitido ganancias reales para algunos sectores como funcionarios y parados, y mitigado el daño generado por el desempleo en las cuentas familiares. Los tipos de interés están derrumbados gracias al BCE, que no deja de saltarse normas cada día para actuar en rescate de la economía, y eso ha salvado, entre otros, a millones de hipotecados de las cargas de sus préstamos.


¿Cómo le ha ido a usted en estos últimos diez años? Habrá historias de todo tipo, aunque a buen seguro domine la amargura en muchas de ellas. Lo trascendental es, como les señalaba, que la crisis ha cambiado el panorama por completo. La economía de 2017 no es la de 2007, es más robusta en algunos aspectos y sigue siendo frágil en otros. Gran parte de la recuperación es mérito nuestro, pero otra parte nada desdeñable se la debemos al BCE, a la UE y a la demanda internacional, que nos compra e inunda de visitantes. Por eso, anunciar oficialmente el fin de algo tan complejo como esta crisis me parece, al menos, un error de concepto. Quizás sea necesario hacer algo así desde el punto de vista político, pero creo que debemos ser mucho más prudentes, y más teniendo un futuro con incertidumbres como el que nos aguarda.

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