lunes, agosto 14, 2017

Terrorismo nazi en EEUU

Banderas con la esvástica nazi ondeando con orgullo, unidas a mástiles sostenidos por varios brazos. Grupos de personas que desfilan portando antorchas y entonando cánticos supremacistas. Fuerzas paramilitares, formadas por civiles, pertrechadas de armamento, objetos defensivos y aspecto siniestro, calles tomadas por un autoproclamado ejército que exhibe su orgullo y muestra una fiereza despiadada y sin límite contra todo aquel que no piensa como él. ¿Vemos imágenes en blanco y negro? ¿de una Alemania de los años 30? No, son escenas que nos llegan a todo color, a través de canales digitales, del año 2017, y provenientes de EEUU.

Junto con miles de miembros de los ejército de otras muchas nacionalidades, cerca de medio millón de soldados norteamericanos fallecieron en la Europa de los años cuarenta en su lucha contra el ejército nazi, para liberar nuestro continente y, de paso, el resto del mundo, de aquella odiosa amenaza. Hay cementerios repartidos por toda Europa occidental que recogen los restos de muchos de aquellos combatientes, y honran su memoria, el tributo de la vida que dieron para que usted y yo hoy estemos aquí, en un continente libre, bajo una sociedad libre. Casi ochenta años después de aquello, la memoria y recuerdo de esos soldados de EEUU es uno de los muchos símbolos que fueron mancillados este pasado sábado por una manifestación supremacista, que recorrió las calles de una pequeña ciudad del estado de Virginia, llamada Chalottesville, y que ha despertado fantasmas que estaban dormidos desde hace mucho. Dormidos, sí, pero no enterrados. La retirada de la estatua del general confederado Robert Lee que se encuentra en esa ciudad fue la excusa esgrimida para que decenas de organizaciones racistas, xenófoba, extremistas y de un pelaje muy similar se congregaran en esa localidad del sureste de EEUU para organizar un aquelarre siniestro con toda la estética propia del nazismo, que de manera cutre parodiaba hace décadas uno de sus grupos imitadores, el Ku Klux Klan, también unido a la “fiesta” del pasado sábado. A ese encuentro del odio acudieron también opositores, gente que provenía de otras partes del país, muchos de ellos defensores de los derechos civiles, y también algunos alborotadores, que encuentran en la bronca una forma de vida. Era cuestión de tiempo que los enfrentamientos tuviesen lugar, y se produjeron, todo ello frente a unos cuerpos policiales completamente sobrepasados, que o no previeron lo que iba a suceder, o dejaron hacer o tenían miedo de meterse. Malo en todo caso. Un supremacista, imitando una de las tácticas que emplean los indeseables de DAESH para extender su terror, se lanzó en coche contra la multitud opositora y causó un muerto, una joven abogada de treinta años, y decenas de heridos de distinta consideración, en lo que fue un atentado terrorista de libro. El autor del ataque fue detenido, y resulto ser un joven de veinte años, de Ohio, enamorado del nazismo y supremacistas convencido, y sobre él pesa ya una acusación de asesinato y varias de tentativa. La jornada del sábado acabó así con el peor de los sabores posibles, con la conmoción ante lo sucedido y con las tripas revueltas de gran parte de los EEUU y del resto del mundo ante unas escenas que parecían sacadas del rodaje de una película de los años cuarenta, pero que no eran sino la más cruda realidad de un sector, muy minoritario, pero real, de la sociedad norteamericana. Y uno de los que más ha mimado a ese sector, el actual Presidente Trump, termino por darle al día el carácter de siniestro, emitiendo una especie de comunicado de condena por twitter en el que lamentaba la violencia de todo signo acaecida ese día en Charlottesville, unas palabras que parecían dictadas por la Batasuna de toda la vida y que eran las empleadas cuando su socio ETA cometía un asesinato. Unas palabras que generaron indignación en EEUU y que obligaron a puntualizar a la Casa Blanca horas después, cuando ya Melania, su mujer, o Ivanka, su hija, habían condenado lo sucedido describiéndolo como lo que era, un ataque terrorista de odio supremacista.

Por tanto, lo peor de lo sucedido este fin de semana en esa localidad de Virginia, en la que muchos de sus habitantes deben sentirse tan avergonzados como asustados, no es la actuación exaltada de unos desquiciados, sino la comprensión que desde hace tiempo tienen en parte de las filas republicanas, que los ve como una fuerza de vanguardia. Los pesos pesados del partido Republicano condenaron con rapidez, firmeza y sin titubeos la salvajada que había sucedido, pero Trump ha conseguido otorgar a estos movimientos un aura de presencia que es tan real como aterradora. Llegó a la presidencia envuelto en un mensaje de nacionalismo extremo, de autoafirmación, de desprecio a los demás, y en ese ambiente cogen fuerza estos grupos. Trump va camino de ser lo peor que le ha pasado a EEUU en décadas, y no deja de empeorar día a día. Qué absoluto desastre.

Mañana es festivo nacional, y casi en cada pueblo hay verbena. No habrá artículo. Disfruten y nos leemos el miércoles 16.

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