Ayer
por la tarde la Casa Real comunicó que, finalmente, el Rey Felipe VI estará
mañana en la manifestación de Barcelona. Era una decisión obvia, lógica,
esperada, y cualquier otra cosa hubiera supuesto, además de una sorpresa, un
agravio a las víctimas, que son lo importante. Seguro que esta decisión regia
no le gustará nada a los responsables, menudo oxímoron, de la CUP, lo que hace
que aún sea mejor valorada por todos los demás. En la cabecera de la
manifestación estarán representados agentes de seguridad y la sociedad civil de
Barcelona, por lo que políticos y autoridades ocuparán segundas filas. No es
una mala idea.
A esta manifestación, primera en
la historia de España a la que acudirá un Rey, están invitados, y probablemente
acudan, todos los presidentes de las CCAA, que habitualmente exponen las
excusas más peregrinas para escaquearse de las obligaciones que les impone no
ya su cargo, sino el país en el que viven y al que deben, entre otras cosas, su
sueldo y prebendas. ¿Será un acto de unidad? Sí, sobre el papel. Se buscará la
foto de Rajoy con Puigdemont, y se obtendrá, y la de ellos dos con el Rey, y se
dará, y la de los presidentes de las CCAA y otras muchas autoridades, y si la
idea es dar imagen de unidad es más que probable que esa imagen exista, pero la
pregunta de fondo es si después de esa imagen va a quedar algo de la unidad, o
es sólo un fingimiento. Y a esa duda la mente me pide responder con un sí
referido a que la unidad se mantendrá, pero el corazón terco me recuerda que
nada de nada. Para conciliar ambos sentimientos, tendré que hacerme trampas a
mi mismo, para que vean la solidez y consistencia de mis opiniones. Voy a
dividir el término unidad en dos partes. Una referida a la seguridad, a la
actuación de los cuerpos de seguridad y a la persecución del crimen. Ya hemos
visto que esa unidad no ha existido antes del atentado, que informaciones
valiosas que llegaron hasta los Mossos no se circularon, y cuesta imaginar lo
que podría haberse evitado, o no, de hacerlo. La intervención del juez Fernando
Andreu, de la bendita Audiencia Nacional, actuando como coordinador de toda la
investigación, y obligando a todos los cuerpos a compartir sus informaciones
introduce un matiz de tranquilidad, y da por sentado de que en este campo se
trabajará de manera unida, aunque sea forzada por una autoridad superior. El
espectáculo que se ha destapado de rencillas entre cuerpos es gravísimo, y
exige tomar medidas drásticas para que no se vuelva a repetir. Esta falta de
unidad en la seguridad, brecha que ahora se quiere cerrar, surge de una falta
de unidad en lo político. La Generalitat sigue embarcada en su deriva
soberanista hacia ninguna parte y resulta muy tentador ejercer las competencias
de seguridad con un grado de exclusividad y secretismo propio de un estado independiente,
demostrando nuevamente lo nefasto que es el nacionalismo y, de paso, lo inútil que
es la independencia nacional ante problemas como el terrorismo yihadista, donde
un solo país, o varios, nada pueden hacer en exclusiva. Cuanta más cooperación
mejor. Y aquí se ha jugado a la contra. Quizás la anteriormente referida unidad
obligada desde la Audiencia Nacional haga reflexionar a mandos políticos de los
cuerpos regionales y nacionales para volver a evitar una situación como la
vivida, pero no estoy nada convencido de que ello vaya a ser así. Muy
probablemente, a partir del lunes Cataluña vuelva al foco de la actualidad
informativa por el famoso y eterno “procés” y la imagen de pretendida unidad
que se pueda escenificar mañana quede en un bonito y vacío acto de teatro para una
tarde de agosto.
¿Les importa esto a los asesinos?
Más bien no, a ellos les da todo igual. Seguirán tratando de atacar estemos
unidos o no, trabajemos mejor o peor, les combatamos de manera eficiente o
descoordinada. Sólo buscan golpear y hacernos daño. Si fruto de nuestros
errores ellos logran sus objetivos, los únicos perjudicados seremos nosotros,
nadie más. Es algo tan fácil y obvio de ver que me asombra la ceguera política
que así no lo aprecia. Y de esa ceguera surgen las rencillas, recelos y fallas
que, quién sabe, han podido facilitar el atentado de Barcelona. Por definición,
todo atentado es evitable, dado que el que consigue realizarse es aquel que ha
sido capaz de burlar todos los sistemas de seguridad. Por favor, trabajemos
todos juntos sin descanso y con lealtad. El reto ya es suficientemente grave y
complejo como para que lo hagamos aún más. Hay vidas, muchas vidas, en juego.
Subo a Elorrio el fin de semana y
me cojo el lunes festivo. Si todo va bien, nos leemos el martes 29. Descansen y
ojo con las tormentas previstas,
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