Demuestra Julian Barnes, en su
espléndida novela “El sentido de un final” hasta qué punto no es fiable nuestra
memoria, cómo hechos que guardamos en ella como reales hasta el extremo pueden
ser falsos, meras imaginaciones. Lo mismo sucede con los testigos, que tantas
veces creen presenciar u oír cosas que realmente no sucedieron. Durante varias
horas de la horrorosa tarde de ayer un terrorista estaba atrincherado en un bar
de Barcelona, y las fuerzas de seguridad negociaban su entrega. Por la noche
supimos que ese episodio era falso, inexistente. Nunca tuvo lugar, pese a que,
por mucho tiempo, todo el mundo lo dio por cierto, y no pocos lo atestiguaron.
Pese
a ello, creo que uno de los testigos que presenció ayer el horror en Barcelona
fue tan preciso como realista a la hora de definir lo que vio y vivió. Decía,
en una comunicación sin imágenes, que la escena era como la de una cosechadora
en un campo de maíces, en el que las personas, atropelladas por la furgoneta,
salían disparadas como mazorcas, rotas, y se estrellaban después contra el
suelo. Esa es la imagen del horror, encarnado ayer sobre la Plaza de Cataluña y
el inicio de Las Ramblas en forma de furgoneta blanca que, cruel ironía, acabó
detenida sobre un mosaico elaborado por Joan Miró. Una muestra de limpio y
brillante arte mediterráneo mancillada por aquellos que sólo buscan oscuridad y
muerte sea cual sea el mar cercano. El atentado terrorista de Barcelona, cuyo
balance aún es provisional, deja por ahora trece muertos y casi un centenar de
heridos, muchos de ellos de extrema gravedad. Las nacionalidades de las
víctimas se pueden contar por decenas, y la futura repatriación de los
cadáveres convertirá a este atentado en otro fenómeno de terror global que
extenderá el dolor por medio mundo. A lo largo de la noche la actividad de los
terroristas y de las fuerzas de seguridad ha seguido, y
los Mossos han logrado abatir a cinco terroristas que pretendían causar otra
matanza en el paseo de Cambrils, localidad costera de Tarragona, y
hervidero de turistas no sólo durante estas fechas. Algo han logrado los
malnacidos, causando seis heridos, uno de ellos de extrema gravedad. Este
ataque nocturno, junto
con la sospecha por parte de los Mossos de que la explosión de gas que tuvo
lugar la noche del miércoles en Alcanar, Tarragona, hace pensar que no
estamos ante un lobo solitario, ni mucho menos, sino ante toda una célula
organizada que ha tramado estos atentados, quizás más. Algunas hipótesis de
ayer por la noche, con las que hay que ser cautos, hablaban de que la explosión
de gas de Alcanar tuvo lugar por manipulación de bombonas de butano. Quizás los
terroristas planeasen un atentado con este material como explosivo y, tras el
error cometido y el riesgo a ser descubiertos, aceleraran sus planes y
decidieron atacar de una manera más chapucera pero, igualmente, letal. No se
sabe con certeza. Ahora mismo tenemos tres escenarios del crimen, el tercero de
ellos, el de Cambrils, apenas abierto hace tres horas, por lo que el trabajo
que espera a los cuerpos de seguridad por delante es tan duro y difícil como
uno sea capaz de imaginarse. Por ello, habrá que dar tiempo y tener paciencia
para atar las piezas de este maldito puzle. No debemos olvidar que el conductor
de la furgoneta sigue huido, sin que hasta este momento se tenga constancia
alguna ni de su identidad ni, desde luego, paradero. Los dos detenidos lo están
por el alquiler de las furgonetas utilizadas, una de ellas para la masacre, pero
al parecer ni la persona conocida como arrestada ni la que falleció por
disparos de los Mossos tras saltarse un control ayer por la tarde tienen relación
con lo sucedido.
Una, cien, mil veces, he reiterado
desde aquí y en todos los sitios en los que este tema ha surgido en
conversaciones y debates, que la seguridad absoluta no existe. Que nuestras
fuerzas de seguridad son de las mejores del mundo para combatir a estos
desalmados, pero que aunque desarticulen una, diez o cien tramas, basta que una
se les escape para que la desgracia llegue hasta lo más hondo de nuestros
corazones. Y ayer, en Barcelona, los terroristas yihadistas lograron su
objetivo. Mierda. Mi sentido pésame a los familiares de las víctimas, apoyo a
los heridos, a los cuerpos de seguridad y a los sanitarios que se desviven para
que todos se recuperen. Y Barcelona, como otras tantas ciudades en el pasado,
hoy bañada en las lágrimas de todos nosotros.
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