jueves, agosto 24, 2017

Graves grietas tras el atentado de Barcelona

Hoy se cumple una semana del sádico atentado en Barcelona y su colofón en Cambrils. A medida que se va amortiguando el eco de las noticias relativas a los, afortunadamente, cada vez menos heridos, y el silencio cae sobre los familiares de las víctimas, que se enfrentan al duelo, el foco de la actualidad se centra en cómo se organizó el comando y qué falló para que pudiera llevar a cabo su plan. Aquí el término “fallo” es correcto, porque las fuerzas de seguridad luchan constantemente para evitar atentados. Si uno de ellos se produce es porque algo se les ha escapado, la trama terrorista ha logrado, por méritos propios o errores policiales, llegar a su fin, y eso es un fallo de seguridad. Y esos fallos cuestan vidas. Y dan miedo.

De esos fallos se aprende, y día a día, hora a hora, se ve que nos toca aprender mucho sobre cómo hemos actuado en este caso. Ayer por la mañana, en medio de una confusión creciente, las portadas web de dos medios se contradecían de manera flagrante. Afirmaba El País que Bélgica sí informó a España de la estancia del imán de Ripoll en Vilvoorde y las sospechas que allí produjo su comportamiento. Por su parte, ABC abría a toda plana, web, diciendo que Bélgica no avisó a España de la presencia del yihadista en su territorio. Uno veía las dos ventanas en la pantalla y sacaba como conclusión de que nada sabemos, salvo muchas mentiras. Finalmente la realidad parece ser aún más sombría, dado que ambas versiones pueden ser posibles. Resulta que fue la policía local de Vilvoorde la que contactó con un alto mando de los Mossos para advertirle de la estancia del imán, por lo que el contacto, en efecto, se produjo, pero no visto lo sucedido parece que no fue a más. No trascendió. ¿Qué hicieron los Mossos con esa información? ¿La trabajaron? ¿la difundieron? ¿se la comentaron a otros cuerpos de seguridad, como la Policía o la Guardia Civil? Son preguntas muy importantes, fundamentales, porque si, como parece, la información no llegó a circular entre todos los canales posibles, quizás ahí se encuentre el fallo principal que ha impedido evitar ese atentado. Es muy aventurado hacer una suposición de este tipo, pero debemos ser conscientes de que toda trama terrorista es un continuo juego de ocultación y descubrimiento entre los malos y los buenos. Ambos luchan para que sus objetivos se cumplan, y cuentan a su favor los errores ajenos. Hemos criticado, con dureza y razón, la difícil colaboración que existe entre las policías y servicios de inteligencia europeos, que parecen estas todo el día poniéndose zancadillas unos a otros, para llevarse no se sabe muy bien qué mérito, mientras que los terroristas, que conocen este extremo, juegan al despiste con las naciones de la UE y se saben amparados bajo esos celos profesionales. ¿Estamos trasladando este enorme error dentro de nuestras fronteras? La competencia de los Mossos en Cataluña, Ertzaina en País Vasco y Guardia Civil y Policía Nacional en el conjunto de España, ¿es una versión a escala de la descoordinación europea? Si esto fuera así el miedo al que me refería ayer tiene una nueva fuente de la que alimentarse, y la indignación aún más, porque sería imperdonable que algo de este estilo se estuviera dando. Ya en ocasiones pasadas, en la lucha contra ETA, hubo que enfrentarse a este tipo de divisiones, con resultados finalmente positivos, pero con operaciones frustradas y fracasos que se debieron a los celos, recelos y envidias corporativas. Esto no puede volver a suceder. Es imposible. Y no hay excusa alguna que lo permita. Las autoridades del Ministerio del Interior y de las consejerías regionales, en este caso Cataluña, deben dar explicaciones claras y convincentes de cómo ha sido su colaboración no después de los atentados, sino antes, qué informaciones han compartido, qué investigaciones seguían, y si ha habido fallos, que parece, depurarlos hasta sus últimas consecuencias.


No soy ingenuo. No hay que ser muy listo para suponer que el enfrentamiento derivado del “proces” y el afán independentista del gobierno de la Generalitat pueden encontrarse muy bien detrás de todo esto. La información es poder, eso lo sabe todo el mundo, y guardarse “secretitos” le hace a uno parecer más importante y respetable. Recuerdo cómo criticamos, con razón, a Bélgica, por sus inoperantes procedimientos cuando tuvieron lugar los atentados del aeropuerto de Bruselas. Me duele decirlo, pero aquí empieza a dar la sensación de que hay varias “Bélgicas” y que cada una de ellas juega a la contra. Y los terroristas, que ven la tele, leen y tuitean, encantados, preparando sus próximas acciones, que no conocen fronteras ni prejuicios. Sólo buscan matar y aterrorizar.

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