miércoles, agosto 02, 2017

El cierre de Garoña

1 de agosto, ayer, inicio de la presunta modorra veraniega, y quizás amparado en esa sensación de que toda decisión tomada en estas fechas ni suscita interés ni debate, el gobierno decidió el cierre definitivo de la central nuclear de Garoña, la más antigua y pequeña de las que se mantienen operativas en España. Garoña en la práctica llevaba parada más de cuatro años, a la espera de que Nuclenor, la empresa que la gestiona (Iberdrola y Endesa a medias) y el gobierno se pusieran de acuerdo sobre los costes e inversiones necesarios para reabrirla tras la ampliación de medidas de seguridad derivadas, entre otras cosas, del accidente de Fukushima.

Hace pocos meses Iberdrola, una de las dos dueñas, dio ya la central por perdida y cerrada, alegando que los costes derivados de esas reformas hacían que no pudiera ser rentable. Endesa, la otra dueña, no se pronunció, pero dejó entrever que no compartía la idea. La presión política y mediática ha hecho el resto y el gobierno ha tomado la decisión menos costosa en términos de imagen pública, contradiciendo su discurso oficial, que fue contrario al cierre mientras gobernaba el PSOE, que veía con buenos ojos la clausura de la central. Los cuatrocientos trabajadores de la central ya saben, desde ayer, que son carne de desempleo y el valle de Tobalina, al norte de Burgos, en el que se encuentra la instalación, perderá su única industria y, pese a las declaraciones oficiales, se enfrenta al abandono y olvido por parte de unas administraciones que, una vez tachada Garoña, no oirán reivindicación alguna proveniente de aquellas bonitas, remotas y poco pobladas tierras. Este es el preámbulo del proceso de estudio de la ampliación de la vida útil del resto del parque de centrales, que si no recuerdo mal son cuatro: Almaraz en Extremadura, Cofrentes en Valencia, Vandellos II en Tarragona y Trillo en Guadalajara. Cada una de ellas, creo recordar, posee dos grupos generadores del entorno de 1.000 megavatios de potencia, y en condiciones normales ofertan entorno al 20% del consumo eléctrico nacional. A esta hora, datos de las 07:50 que pueden consultar en la web de Red Eléctrica, la nuclear supone el 23,71% del origen de la electricidad que se está consumiendo. Ese porcentaje caerá a lo largo del día, cuando la subida de demanda haga que nuevas fuentes entren en el sistema, y se disparará por la noche, donde fácilmente una cuarta parte de la producción es nuclear. Son centrales que no paran nunca, salvo en el proceso de recarga de combustible, y no emiten CO2 a la atmósfera, por lo que su contribución al calentamiento global es nula. De momento, y ante la pasividad de todas las administraciones, no se ha construido el almacén temporal centralizado de residuos, por lo que cada una de ellas los acumula en sus piscinas, que en algunos casos se encuentran cerca de su nivel de saturación. El proceso de desmontaje de Garoña será lento, durará muchos años y dará trabajo y, quizás, problemas. La gestión de los residuos de la central será uno de los principales problemas de ese trabajo que, actualmente ya se realiza tanto en Vandellos I, cerrada por deficiencias técnicas, como en Zorita, la menor de las centrales, la más vieja y la que se cerró antes. A día de hoy, con las tecnologías que tenemos, y la incapacidad de almacenaje de la electricidad, es imposible renunciar a las nucleares en España salvo que se quiere asumir, conjuntamente, un incremento de los precios y un disparo en el nivel de emisiones de CO2. Cierto es que el peso de las renovables crece cada día en el mix energético, lo que es una excelente noticia, pero por definición su rendimiento es muy variable, fascinante en días de viento, en los que la eólica puede suministrar más de la mitad del consumo nacional, y nulo en jornadas como las de hoy, de pesado anticiclón de verano que no mueve una hoja. La solar, por su parte, está a un nivel de desarrollo inferior y, aunque mejora cada día, aún le queda mucho para ser tan productiva como su “hermana” de los molinos.


Por ello, decidir el cierre o mantenimiento de las nucleares en España, a día de hoy, no es una cuestión técnica sino política. Es posible que en unos años las nuevas tecnologías permitan prescindir de ellas, pero hoy en día eso no es posible. Y sobre los riesgos y contaminación asociados a las mismas, lo cierto es que ojalá la fundición y otras fábricas que llevan décadas echando pestes junto a mi piso de Elorrio, y ahí siguen, fueran controladas, monitorizadas y silenciosas centrales nucleares. Se a ciencia cierta que esas emisiones son nocivas, pero a nadie le importan, porque no hay eco mediático por una protesta ante una fundición, y sí si en la imagen de los manifestantes se recorta la silueta de un edifico de contención de un reactor.

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