viernes, enero 11, 2019

China pone pie en la Luna

Este es un año lunar. El 20 de julio se cumplirá el cincuenta aniversario de la llegada del hombre a la luna, del momento en el que Neil Armstrong hizo realidad uno de los más ansiados sueños de la humanidad. Las misiones lunares tripuladas se prolongaron hasta 1972 y el Apollo XVII fue la última. Desde entonces apenas hemos vuelto con misiones técnicas, y desde luego jamás en vuelos con astronautas. Cada cierto tiempo surgen planes para retornar el contacto con nuestro satélite, pero no llegan a más que preciosas presentaciones de PowerPoint que no superan ninguna barrera real. La historia de la conquista de la Luna es la de una melancólica hazaña.

Para empezar el año, ha sido China la que ha dado la campanada con el éxito de su misión Chang’e 4, logrando aterrizar en la cara oculta del satélite y haciendo corretear por su superficie un pequeño rover, el Yutu 2. Debido a la fuerza de marea gravitatoria de la Tierra, la Luna tiene sincronizada su velocidad de rotación sobre ella misma con la de traslación alrededor nuestro, por lo que siempre muestra la misma cara a nuestra superficie. Vemos fases, pero sobre el mismo aspecto del satélite. Todas las misiones lunares que han sido, tripuladas o no, han tenido como destino zonas de ese lado lunar visible. Llegar al lado oscuro es difícil y exige una tecnología más compleja, entre otras cosas la existencia de un satélite de comunicaciones que orbite la Luna y sea capaz de mandar la señal a la sonda situada en el lado contrario, dado que el propio satélite impide que las ondas de comunicación remitidas desde la Tierra alcancen esta zona de sombra. China colocó ese repetidor orbital en torno a la Luna hace ya algunos meses y gracia a ello podemos ver el resultado de su misión, que se puede calificar sin duda alguna de éxito y de hito en la carrera espacial de ese país y en la del conjunto de la humanidad, dado que China ha logrado algo que nadie, hasta ahora, había conseguido. Este éxito también es una llamada de atención al mundo respecto al desarrollo de la tecnología china y de sus crecientes ambiciones. Solo copiando no se logra un objetivo de semejante calibre. China llama a la puerta de la conquista espacial con plena autoridad y se sitúa claramente por encima de los europeos y rivaliza con una Rusia cuyos planes empiezan a ser más que vacilantes. Dentro del programa de exploración espacial chino se incluye una misión tripulada a la Luna, que hace algunos años parecía una mera empresa publicitaria pero que hoy empieza a coger una forma más que realista. O mucho cambian las cosas o es más que probable que el próximo hombre que vuelva a pisar la luna no sea un anglosajón, sino un chino, y eso sería una señal de lo mucho que están cambiando las cosas en la Tierra. Ante este órdago chino, la NASA mantiene sus planes en lo que respecta al nuevo y potente lanzador SLS con vistas a usarlo para crear una estación orbital en torno a la Luna y con capacidades de sobra para llevar hasta la superficie una misión tripulada, pero es SpaceX, el consorcio de Musk, el que más adelantados tiene sus planes de volver a la Luna, al menos en vuelos orbitales en torno a ella, con pasajeros turistas que paguen un dineral para embarcarse en sus cápsulas, subir hasta ahí arriba, dar una órbita en torno a la Luna a baja altura y volver a la Tierra, en una réplica de la misión del Apollo VIII, por ejemplo. ¿Cuenta ya Musk con la tecnología necesaria para hacerlo? El consenso general es que aún no, pero que avanza con ímpetu para lograrlo. El estreno este mismo año de su cápsula tripulada Dragon, cuyo primer vuelo sin pasajeros hacia la estación espacial está previsto en un par de semanas y el tripulado en meses es una muestra de cómo, paso a paso, y con mucha publicidad, Musk avanza con vistas a la Luna. ¿Será privada la primera misión que vuelva a pisar el satélite? Tampoco es descartable.

El lado oculto de la Luna por el que transita Yutu 2, llevando consigo unos gusanos de seda y otros bichitos, es bastante diferente al visible, y puede que mucho más interesante de cara a una futura explotación comercial, en forma de minas extractoras de recursos. Construir una base lunar permanente es uno de esos retos que siempre están ahí, que parecen ser factibles en un par de décadas pero, tras el paso de los años, no llegan a concretarse en nada. Sin embargo esos negocios mineros o las posibilidades de usar la Luna como estación intermedia de cara a vuelos más allá (sí, sí, Marte) es obvia, y está llena de ventajas. Sólo hace falta voluntad, mucho presupuesto y audacia. ¿Tenemos algo de las tres cosas? En los sesenta la guerra fría las proporcionó en abundancia. Está por ver si hoy en día eso se puede volver a dar. China, desde luego, mete presión.

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