Este
es un año lunar. El 20 de julio se cumplirá el cincuenta aniversario de la
llegada del hombre a la luna, del momento en el que Neil Armstrong hizo
realidad uno de los más ansiados sueños de la humanidad. Las misiones lunares
tripuladas se prolongaron hasta 1972 y el Apollo XVII fue la última. Desde entonces
apenas hemos vuelto con misiones técnicas, y desde luego jamás en vuelos con
astronautas. Cada cierto tiempo surgen planes para retornar el contacto con
nuestro satélite, pero no llegan a más que preciosas presentaciones de
PowerPoint que no superan ninguna barrera real. La historia de la conquista de
la Luna es la de una melancólica hazaña.
Para
empezar el año, ha sido China la que ha dado la campanada con el éxito de su
misión Chang’e 4, logrando aterrizar en la cara oculta del satélite y haciendo
corretear por su superficie un pequeño rover, el Yutu 2. Debido a la fuerza de
marea gravitatoria de la Tierra, la Luna tiene sincronizada su velocidad de
rotación sobre ella misma con la de traslación alrededor nuestro, por lo que
siempre muestra la misma cara a nuestra superficie. Vemos fases, pero sobre el
mismo aspecto del satélite. Todas las misiones lunares que han sido, tripuladas
o no, han tenido como destino zonas de ese lado lunar visible. Llegar al lado
oscuro es difícil y exige una tecnología más compleja, entre otras cosas la
existencia de un satélite de comunicaciones que orbite la Luna y sea capaz de
mandar la señal a la sonda situada en el lado contrario, dado que el propio satélite
impide que las ondas de comunicación remitidas desde la Tierra alcancen esta
zona de sombra. China colocó ese repetidor orbital en torno a la Luna hace ya
algunos meses y gracia a ello podemos ver el resultado de su misión, que se
puede calificar sin duda alguna de éxito y de hito en la carrera espacial de
ese país y en la del conjunto de la humanidad, dado que China ha logrado algo que
nadie, hasta ahora, había conseguido. Este éxito también es una llamada de
atención al mundo respecto al desarrollo de la tecnología china y de sus
crecientes ambiciones. Solo copiando no se logra un objetivo de semejante
calibre. China llama a la puerta de la conquista espacial con plena autoridad y
se sitúa claramente por encima de los europeos y rivaliza con una Rusia cuyos
planes empiezan a ser más que vacilantes. Dentro del programa de exploración
espacial chino se incluye una misión tripulada a la Luna, que hace algunos años
parecía una mera empresa publicitaria pero que hoy empieza a coger una forma más
que realista. O mucho cambian las cosas o es más que probable que el próximo
hombre que vuelva a pisar la luna no sea un anglosajón, sino un chino, y eso
sería una señal de lo mucho que están cambiando las cosas en la Tierra. Ante
este órdago chino, la NASA mantiene sus planes en lo que respecta al nuevo y
potente lanzador SLS con vistas a usarlo para crear una estación orbital en
torno a la Luna y con capacidades de sobra para llevar hasta la superficie una
misión tripulada, pero es SpaceX, el consorcio de Musk, el que más adelantados
tiene sus planes de volver a la Luna, al menos en vuelos orbitales en torno a
ella, con pasajeros turistas que paguen un dineral para embarcarse en sus cápsulas,
subir hasta ahí arriba, dar una órbita en torno a la Luna a baja altura y
volver a la Tierra, en una réplica de la misión del Apollo VIII, por ejemplo.
¿Cuenta ya Musk con la tecnología necesaria para hacerlo? El consenso general
es que aún no, pero que avanza con ímpetu para lograrlo. El estreno este mismo
año de su cápsula tripulada Dragon, cuyo primer vuelo sin pasajeros hacia la
estación espacial está previsto en un par de semanas y el tripulado en meses es
una muestra de cómo, paso a paso, y con mucha publicidad, Musk avanza con
vistas a la Luna. ¿Será privada la primera misión que vuelva a pisar el satélite?
Tampoco es descartable.
El lado oculto de la
Luna por el que transita Yutu 2, llevando consigo unos gusanos de seda y otros
bichitos, es bastante diferente al visible, y puede que mucho más interesante
de cara a una futura explotación comercial, en forma de minas extractoras de
recursos. Construir una base lunar permanente es uno de esos retos que siempre
están ahí, que parecen ser factibles en un par de décadas pero, tras el paso de
los años, no llegan a concretarse en nada. Sin embargo esos negocios mineros o
las posibilidades de usar la Luna como estación intermedia de cara a vuelos más
allá (sí, sí, Marte) es obvia, y está llena de ventajas. Sólo hace falta
voluntad, mucho presupuesto y audacia. ¿Tenemos algo de las tres cosas? En los
sesenta la guerra fría las proporcionó en abundancia. Está por ver si hoy en día
eso se puede volver a dar. China, desde luego, mete presión.
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