viernes, enero 04, 2019

El no tren de Extremadura


Una de las cosas que uno nota muy distinta cuando viaja por Europa respecto a España es la densidad y calidad de la red ferroviaria. Naciones más ricas y que tienen muchos menos accidentes geográficos han construido unas redes densas, que no sólo dan servicio a la capital del país sino a otras muchas ciudades o regiones. Los trenes pueden ser mejores o peores, más o menos puntuales, pero funcionan, y los puedes usar para ir de un lado a otro, en mi caso por turismo o los nacionales por la causa que deseen. Cumplen un papel, y no eliminan a la carretera del liderazgo en lo que hace a transporte de personas y mercancías, pero son una alternativa real.

En España las cosas son muy distintas. Hemos sido un país más pobre que el resto, y nuestra endiablada orografía hace que construir unas vías a casi cualquier parte suponga enfrentarse a montañas enormes, como sólo los que viven en torno a los Alpes o Pirineos conocen. Así, la red española se puede dividir en tres trozos. Uno, el de los cercanías, que dan servicio a las grandes ciudades, que operan bien, aunque últimamente parecen algo colapsados, y que son imprescindibles para que Madrid, Barcelona, Bilbao o Sevilla funcionen. Otro fragmento es el de la red AVE, trazada casi desde cero, con ancho europeo (somos raros hasta en el ancho de nuestras vías, incompatible con todo) que conecta Madrid con tres de las grandes ciudades (Barcelona, Valencia y Sevilla) y que mantiene obras de extensión hacia Galicia vía Valladolid y otros puntos. Funciona bien y su uso es intenso, aunque hay una eterna discusión sobre si resulta rentable el desarrollo de esta nueva red, carísima en su construcción y mantenimiento. Y luego está el resto, líneas de toda la vida que funcionan dejadas de la mano de Dios y, en su nombre, el gobierno. Suponen muchos kilómetros y su diseño es del siglo XIX o principios del XX, y en algunos casos no han recibido mejora alguna desde el mismo día en el que fueron inauguradas, lo que las convierte en algo milagrosos dado que, pese a ser casi vestigios arqueológicos, se mantienen en pie y se pueden ver, aunque en demasiadas ocasiones no transitar. El vergonzoso episodio de la nueva, enésima avería, de un tren en Extremadura, que cubría el trayecto Badajoz Madrid ha puesto de nuevo sobre la mesa el abandono que sufren esas infraestructuras, especialmente en el caso de las sitas en Extremadura, pero que se puede hacer extensivo al resto del país. Cientos de viajeros tirados varias horas en medio de la nada, a oscuras y sin calefacción en medio de las frías noches de este enero suponen un suceso, simplemente, inadmisible, pero no debiera extrañarnos. Es el resultado de décadas, muchas, de total abandono de esas regiones, lo que se nota en sus infraestructuras y en muchos otros aspectos. La despoblación que sufre esa España interior, la vacía que definió Sergio del Molino, implica, entre otras cosas, que los votos de esas zonas cada vez pesan menos, sus opiniones públicas se reducen, su movilización se apaga y las necesidades, acuciantes, parecen languidecer. Gobiernos de uno y otro signo han pasado por Moncloa durante décadas y ninguno ha invertido un solo euro en mejorar las vías en Extremadura, que son más propias de un museo ferroviario, ni en adecentar un material rodante que adquiere carta de naturaleza en los descensos, pero que en el llano o repechos no puede dar ya más de sí. Lo único que se ha hecho en la red extremeña en estos años ha sido desmantelar algunos tramos y convertirlos en vía verde, eliminando carriles, traviesas y balasto. Les ha salido barata la retirada de la catenaria y todos sus servicios, dado que ni un solo kilómetro de ferrocarril extremeño está electrificado, y así, dejándolo pudrir, es obvio que un servicio no puede funcionar. En estas condiciones lo milagroso es que haya un día o dos en los que no se produzcan incidencias en una vía que, sin paliativos, puede considerarse como tercermundista.

La gestión del incidente, de todos los habidos durante estos años, ha sido nefasta por parte de los gestores de RENFE y el Ministerio de Fomento. Ausencia de explicaciones a los viajeros, abandono, ocultación, y una dejadez extrema, quizás acorde con la dureza de la tierra, que supone la auténtica valoración que para la empresa y el gobierno tienen los habitantes de aquellas tierras, que obviamente se pueden sentir discriminados frente a otros, y con argumentos, no como los (falsos) victimistas de siempre. Si RENFE y Fomento no saben, pueden o quieren hacer nada para cambiar las cosas (hay en marcha obras para llevar el AVE a Badajoz pero quedan muchos años de trabajo) lo mejor es que directamente suspendan el servicio y dejen de estafar a la gente, ofreciendo y cobrando por algo que no son capaces de realizar.

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