miércoles, enero 09, 2019

Sigue el cierre del gobierno en EEUU


Lo de “cierre del gobierno” es una expresión que se nos antoja extraña, y que no deja de tener su carga utópica. ¿Cesa el dominio del poder y se ha llegado al mundo libertario tan soñado por muchos? La verdad es que no, que no tiene mucho que ver con eso. El poder nunca desaparece, cambia de manos y muta, pero no se esfuma. En EEUU, al contrario que aquí, debe haber un acuerdo presupuestario expreso para dar salida a las partidas de gastos regulares. Sin él, la administración sólo puede gastar en lo que las leyes consideran que es extrema urgencia y suspende todos los demás servicios hasta que haya el refrendo legislativo al nuevo presupuesto.

No son raros los cierres de la administración, que es como se conoce a esta figura en la que, sin el acuerdo antes mencionado, la mayor parte de la administración diaria deja de servir porque no está sujeta al carácter de urgencia, su personal se va a casa a esperar al acuerdo y, claro, deja de cobrar. Demócratas y republicanos han utilizado esta argucia para debilitar la posición presidencial, cuando era ocupada por el otro partido, y mostrar así la inoperancia de la administración paralizada. Es una herramienta peligrosa, porque supone obtener beneficios políticos inciertos mediante costes sociales muy directos e instantáneos, y no pocas veces el cierre administrativo se ha vuelto en contra de quien lo ha provocado. En esta ocasión la causa del cierre viene de la negativa demócrata a tramitar la partida presupuestaria que Trump quiere incluir para financiar su muro en la frontera mejicana. Esos cinco mil millones de dólares, que es lo que el magnate quiere gastarse en su proyecto estrella (sí, ese es el nivel) mantienen todo bloqueado, porque para los demócratas es un desastre aprobar semejante medida y para Trump es un fracaso renunciar a ella. La pérdida por parte de los republicanos de la cámara de representantes tras las elecciones de noviembre obliga a consensuar a ambas formaciones, pero llegar a acuerdos con un sujeto como Trump de por medio es algo que se antoja, como mínimo, difícil. Ante la situación de órdago planteada Trump ha decidido seguir adelante cueste lo que cueste al americano medio, y se superan ya claramente las dos semanas de cierre, tiempo en el que cerca de ochocientas mil personas que trabajan para el gobierno ni trabajan ni cobran. Se les empiezan a acumular facturas de la vida diaria y su flujo de ingresos es cero desde poco antes de final de año. Aquellos que tengan ahorros o vías alternativas de ingresos podrán ir tirando, pero serán muchos los que carezcan de ambos y su situación, pueden imaginárselo, se está complicando mucho. Simplemente háganse a la idea de no cobrar este mes por decisión de su gobierno y realicen algunas cuentas sobre los efectos que esto tendría en su situación económica (hipotecas, luz, comida, transporte, etc). La duración del actual cierre ya es una de las mayores de la historia y, si las cosas siguen así, puede convertirse en la más prolongada a mediados de la semana que viene, según he visto en algunos medios. Trump dice que está dispuesto a que el cierre dure meses o años, pero que él quiere su muro y está dispuesto a todo para aguantar. Nuevamente, esta vez en el plano puramente interno, se ve hasta qué punto la presidencia de Trump es lesiva para los intereses de los EEUU, dominados por un sujeto que los ha convertido en un país imprevisible, inestable y fuente de disgustos globales. Ahora son los ciudadanos de a pie del país los que sufren las infantilidades del crío que tienen como presidente, y otra vez, se echa de menos la presencia de “adultos en la sala” acertada expresión que en la vigencia de la presidencia Trump se escucha muy a menudo, por el alto grado de irresponsabilidad que existe en su persona y entorno.

Esta pasada noche Trump se ha dirigido a la nación en un mensaje televisivo emitido por todas las cadenas, en el que ha defendido su postura, pero no ha declarado aún una emergencia nacional que le permitiría, en teoría, disponer discrecionalmente de fondos para llevar a cabo sus políticas sin el permiso expreso del Congreso, y no lo ha hecho porque hay muchas dudas legales sobre si esa medida del muro y el problema migratorio que Trump denuncia tienen la consistencia suficiente para que medidas reservadas a momentos de guerra o grave situación (pensemos en un 11S o algo así)) se puedan aplicar en este caso. Lo que realmente es una emergencia, y ya dura dos años, es la propia presidencia de Trump, cuyos daños crecen a medida que se suceden sus días en el poder. Qué contentos deben estar Putin y todos los enemigos de EEUU.

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