Lo
de “cierre del gobierno” es una expresión que se nos antoja extraña, y que no
deja de tener su carga utópica. ¿Cesa el dominio del poder y se ha llegado al
mundo libertario tan soñado por muchos? La verdad es que no, que no tiene mucho
que ver con eso. El poder nunca desaparece, cambia de manos y muta, pero no se
esfuma. En EEUU, al contrario que aquí, debe haber un acuerdo presupuestario
expreso para dar salida a las partidas de gastos regulares. Sin él, la
administración sólo puede gastar en lo que las leyes consideran que es extrema
urgencia y suspende todos los demás servicios hasta que haya el refrendo
legislativo al nuevo presupuesto.
No
son raros los cierres de la administración, que es como se conoce a esta figura
en la que, sin el acuerdo antes mencionado, la mayor parte de la administración
diaria deja de servir porque no está sujeta al carácter de urgencia, su personal
se va a casa a esperar al acuerdo y, claro, deja de cobrar. Demócratas y
republicanos han utilizado esta argucia para debilitar la posición presidencial,
cuando era ocupada por el otro partido, y mostrar así la inoperancia de la
administración paralizada. Es una herramienta peligrosa, porque supone obtener beneficios
políticos inciertos mediante costes sociales muy directos e instantáneos, y no pocas
veces el cierre administrativo se ha vuelto en contra de quien lo ha provocado.
En esta ocasión la causa del cierre viene de la negativa demócrata a tramitar
la partida presupuestaria que Trump quiere incluir para financiar su muro en la
frontera mejicana. Esos cinco mil millones de dólares, que es lo que el magnate
quiere gastarse en su proyecto estrella (sí, ese es el nivel) mantienen todo
bloqueado, porque para los demócratas es un desastre aprobar semejante medida y
para Trump es un fracaso renunciar a ella. La pérdida por parte de los
republicanos de la cámara de representantes tras las elecciones de noviembre
obliga a consensuar a ambas formaciones, pero llegar a acuerdos con un sujeto como
Trump de por medio es algo que se antoja, como mínimo, difícil. Ante la situación
de órdago planteada Trump ha decidido seguir adelante cueste lo que cueste al
americano medio, y se superan ya claramente las dos semanas de cierre, tiempo
en el que cerca de ochocientas mil personas que trabajan para el gobierno ni
trabajan ni cobran. Se les empiezan a acumular facturas de la vida diaria y su
flujo de ingresos es cero desde poco antes de final de año. Aquellos que tengan
ahorros o vías alternativas de ingresos podrán ir tirando, pero serán muchos
los que carezcan de ambos y su situación, pueden imaginárselo, se está
complicando mucho. Simplemente háganse a la idea de no cobrar este mes por
decisión de su gobierno y realicen algunas cuentas sobre los efectos que esto
tendría en su situación económica (hipotecas, luz, comida, transporte, etc). La
duración del actual cierre ya es una de las mayores de la historia y, si las
cosas siguen así, puede convertirse en la más prolongada a mediados de la
semana que viene, según he visto en algunos medios. Trump dice que está
dispuesto a que el cierre dure meses o años, pero que él quiere su muro y está dispuesto
a todo para aguantar. Nuevamente, esta vez en el plano puramente interno, se ve
hasta qué punto la presidencia de Trump es lesiva para los intereses de los
EEUU, dominados por un sujeto que los ha convertido en un país imprevisible, inestable
y fuente de disgustos globales. Ahora son los ciudadanos de a pie del país los
que sufren las infantilidades del crío que tienen como presidente, y otra vez,
se echa de menos la presencia de “adultos en la sala” acertada expresión que en
la vigencia de la presidencia Trump se escucha muy a menudo, por el alto grado
de irresponsabilidad que existe en su persona y entorno.
Esta
pasada noche Trump se ha dirigido a la nación en un mensaje televisivo emitido
por todas las cadenas, en el que ha defendido su postura, pero no ha declarado
aún una emergencia nacional que le permitiría, en teoría, disponer discrecionalmente
de fondos para llevar a cabo sus políticas sin el permiso expreso del Congreso,
y no lo ha hecho porque hay muchas dudas legales sobre si esa medida del muro y
el problema migratorio que Trump denuncia tienen la consistencia suficiente
para que medidas reservadas a momentos de guerra o grave situación (pensemos en
un 11S o algo así)) se puedan aplicar en este caso. Lo que realmente es una
emergencia, y ya dura dos años, es la propia presidencia de Trump, cuyos daños
crecen a medida que se suceden sus días en el poder. Qué contentos deben estar
Putin y todos los enemigos de EEUU.
No hay comentarios:
Publicar un comentario