martes, enero 15, 2019

La votación del Brexit


¿Recuerdan ustedes cuando los países anglosajones eran serios y predecibles? Pragmáticos, dominados por sus intereses y con un sentido de lo práctico que lo dominaba todo, EEUU y Reino Unido se convirtieron en naciones poderosas, influyentes y no dadas a cambios de rumbo y actitudes veletas, centradas en el mantenimiento de su poder e influencia por encima de todo, lo que redundó en el bienestar de sus ciudadanos. En cierto modo vivimos en el mundo que el despertar anglosajón protagonizó y dominó desde el inicio de la revolución industrial hasta el triunfo de las guerras mundiales del siglo XX. En ese mundo se habla en inglés, las cuentas lo dominan todo y la norma es respetable.

Frente a esa imagen, la decadente realidad de un Reino Unido que, desde el aciago día de la victoria del Brexit en su referéndum camina como pollo sin cabeza, dándose golpes por las esquinas y protagonizando, día sí y día también, escenas tan ridículas como lamentables. Hoy, se supone, el parlamento de Westminster votará el acuerdo de Brexit al que llegó el gobierno del May y Bruselas. Lo único que tengo claro es que son tres, y sólo tres, los escenarios que pueden tener lugar en este importante día. El primero de ellos es que la votación se vuelva a suspender, como ya pasó una vez anterior, lo que lo convierte en una posibilidad exótica pero no descartable. Los otros dos escenarios, derivados de que esa votación se de, son que el acuerdo se apruebe o se rechace. A estas alturas del texto alguno de los queridos lectores que aún siguen empezarán a pensar que les estoy tomando el pelo, y que esto parece un remedo de los episodios de “cerca y lejos” de Coco en Barrio Sésamo. Y la verdad no es muy lejana. Lo que quiero dejar claro ante sus ojos y mentes es que no tengo ni la más remota idea de los escenarios que se abren tras cada una de esas alternativas, porque el proceso del Brexit ha colapsado hasta convertirse en una infinita colección de absurdos que nada tiene que ver con la realidad. Casi todos los analistas dan por perdida la votación de hoy, con dudas sobre si la derrota será clara o aplastante, y todo lo que no sea derrota será una gran sorpresa. Si esa derrota se produce, Reino Unido se aboca a lo que se llama un Brexit duro, una salida sin acuerdo pactado, en el que ese texto acordado de más de quinientas páginas serviría para muy poco y la incertidumbre se haría dueña de todo lo que sucediera de ahí en adelante. Un acuerdo, mejor o peor, siempre es preferible a un no acuerdo (otra vez Coco) y la intensa relación comercial (por no hablar de la social o sentimental) entre los ciudadanos que viven a uno y otro lado del canal obliga a establecer unas reglas que impidan el colapso de los intercambios de bienes, personas, servicios y capitales, las cuatro libertades de movimiento que definen el espacio económico europeo. Infinidad de empresas, profesionales, inversores, negocios en general, cruzan los dedos ante la votación de hoy y temen como un nublado el más que probable fracaso del acuerdo. ¿Y mañana, si el acuerdo no vale? Teóricamente quedan poco más de dos meses para la salida efectiva del Reino Unido de la Unión, fechada par el 29 de marzo, y el gobierno de Londres tendrá que establecer planes de contingencia ante lo que puede ser un marasmo que afecte a todo lo que uno pueda imaginar, y luego a muchas más cosas. Las pérdidas a los dos lados del canal pueden ser enorme y el destrozo mutuo tan inútil como intenso. El Brexit es la mayor victoria del nuevo populismo del siglo XXI en Europa, y sólo ha generado miedo, disputas, división y pérdidas. Debiéramos tomar nota todos al respecto.

Ante todas estas graves consecuencias, el devenir político de Londres parece algo secundario, y sí, lo es. Conservadores y laboristas están rotos en su interior y actúan sin ninguna visión de futuro. May tratará de sobrevivir tras una votación perdida que, para ella, supondría una total humillación y Corbin volverá a mostrar como la falta de liderazgo y visión puede hundir al laborismo británico en la melancolía. Y Escocia e Irlanda del Norte algo harán en caso de esa ausencia de tratado, de una más que posible frontera dura si la votación se pierde, y el Reino Unido quizás deje de apellidarse así en un futuro. Sinceramente, una colección de desastres que son tan tristes como, lo peor, eran evitables. Ni los Sex Pistols hubieran podido imaginar semejante “Anarchy in the UK”

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