Ha
sido la AIREF la última institución que ha denunciado que el actual proyecto de
presupuestos posee una estimación de gastos muy certera y una previsión de
ingresos muy inflada, y que el objetivo de déficit en ellos señalado, del 1,3%
es un mero número impreso en un papel, pero que no va a convertirse en realidad
de ninguna manera. Lo
mismo dijo el Banco de España hace unos pocos días y la
propia Comisión Europea empieza a dar por seguro lo que todos sabemos, que esas
cuentas no cuadran, que ingresos y gastos van a desviarse mucho más de lo
que en ellas se prevé y que la maldita cifra del déficit no va a dejar de
crecer mucho más de lo que se pactó entre Madrid y Bruselas, para mayor dolor
de nuestros bolsillos.
Se
ampara el equipo de Sánchez en que se ha sujetado al déficit de los anteriores
presupuestos de Rajoy, tras el veto definitivo del senado al nuevo techo de
gasto, para presentarse como guardián de la ortodoxia y, si acaso, justificar
un frenazo en el crecimiento de este año por esa menor capacidad de
endeudamiento del estado, derivada de un déficit más contenido. Como argucia no
es mala, pero es tan falsa como cualquier otra. El proyecto presupuestario se basa
en el supuesto, irreal, de que la economía siga creciendo a tasas muy altas y
que las nuevas figuras impositivas creadas no resten nada al crecimiento
esperado, con lo que la recaudación sería de récord. Lo que no depende tanto
del ciclo, que son las promesas de gasto, sí que son seguras, empezando por la
subida de las pensiones al indiciarlas al IPC, lo que va a generar un (aún más)
abultado déficit a la Seguridad Social. ¿Cómo disimularlo? Haciendo lo que han
hecho gobiernos anteriores, desvinculando el déficit de la Seguridad Social del
déficit del estado, poniéndolos en dos cuentas separadas, como si uno fuese una
persona y el otro un ectoplasma propio de mundos paralelos. Al final todo es
caja del estado, todo se saca del mismo lado y todo se tiene que pagar de la
misma manera, pero estas trampas contables permiten ir tirando y, sobre todo,
que no parezca que las cifras son tan preocupantes como son. En el fondo Sánchez
ha hecho unos presupuestos bastante continuistas de los que elaboraba Rajoy,
que desde los de 2014 no han hecho otra cosa que vivir del ciclo económico. Con
un capítulo de inversiones muy menguado, partidas como las pensiones, sueldos públicos,
transferencias a las CCAA y pago de intereses de la deuda se comen la inmensa
mayoría del gasto disponible, con unos ingresos que se derivan de figuras muy
necesitadas de reformas y modernización, pero que nunca son revisadas. Al calor
de la recuperación económica el IRPF, IVA y, en menor medida, sociedades,
empezaron a rentar mucho al equipo de Montoro. Tal como están diseñados
sobrereaccionan al ciclo, cayendo o subiendo su recaudación mucho más de lo que
lo hace la economía en su momento, y con tasas de PIB crecientes no había
incentivo alguno a tocarlos por parte del equipo del PP. El PSOE ha hecho más o
menos lo mismo, creando nuevas figuras y, sobre todo, disparando las partidas
de gasto. Lo fía todo al ciclo justo cuando parece que empieza a soplar viento
de cara y las expansiones del PIB superiores al 3% se han dejado bastante atrás.
Nunca el gobierno del PP cumplió con el objetivo de déficit y desde luego no lo
va a hace ahora el PSOE. Si el ritmo de aumento de la deuda es menor que el del
PIB, el ratio deuda PIB irá cayendo, y eso es lo que ha permitido que a lo
largo del último par o tres años no hayamos franqueado la barrera del 100% en
ese cociente, pero es bastante probable que en 2019 ambos ritmos de crecimiento
se igualen mucho, por lo que el ratio volverá a crecer y ese rubicón moral del
100% pueda volver a estar al alcance. Recordemos que seguimos viendo en una
rara coyuntura de tipos de interés muy bajos, lo que hace soportable la sangría
de la carga de la deuda. Algún día subirán, y eso nos va a hacer mucho mucho
daño.
Más
allá de las muchas trampas que esconden estos presupuestos, como
la de contar trece meses de ingresos fiscales y doce de gastos, el proyecto
sigue empantanado en las negociaciones que Sánchez mantiene con los
independentistas, y con la incógnita de si el rechazo a estas cuentas provocará
elecciones generales o no. Sánchez va a resistir hasta el último día que pueda,
no lo duden, por lo que creo que dará igual. En todo caso, si no se aprueban
como proyecto, algunos decretos “de gasto” ya han sido convalidados y están en
vigor, por lo que la senda de déficit se estropeará pase lo que pase, con la
duda de si el desvío será grande o enorme respecto a ese 1,3% que nadie se lo
cree. En fin, como siempre, usted y yo pagaremos el desvío. Tampoco tenga duda
alguna sobre ello.
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