jueves, enero 03, 2019

Niebla


Cuando empieza un nuevo año no dejamos de cometer dos errores, el de ponernos propósitos que en semanas comprobaremos que son nuevos intentos fracasados y el hacer vaticinios, que acaban en demasiadas ocasiones tan frustrados como los propósitos antes mencionados. A esto de la futurología se apunta todo el mundo, no sólo los charlatanes que viven todo el año de ello. Bancos de inversión, gobiernos y entidades de todo tipo, color y seriedad se ponen a ello, con el rictus más respetable posible, augurando evoluciones de los mercados financieros y de cuestiones de política nacional e internacional con el ademán de ser oráculos del señor. En tantas ocasiones la realidad pone en su sitio estos vaticinios que resultan tan chistosas sus presentaciones como las de los chamanes del tarot y demás estafadores.

Gracias al pesado anticiclón hemos tenido en casi toda España unas tediosas navidades en lo meteorológico, caracterizadas por la estabilidad, ambiente agradable al mediodía, frío de noche y nieblas, muchas nieblas, de persistencia irregular. Más de una mañana ha amanecido Elorrio cubierto de niebla que no ha levantado hasta pasadas las once de la mañana. Y es esa niebla la que quiero comentar, no como efecto del tiempo atmosférico, sino como metáfora del futuro. Después de hacer los recados diarios salía a pasear, y en esas mañanas de niebla los caminos conocidos se hacían nuevos, recónditos y misteriosos. Pese a saber cómo son, a donde llevan y qué es lo que se ve en su recorrido, pasear por un territorio de niebla es hacerlo por un lugar desconocido, nuevo, en el que apenas sabes lo que te espera delante. Los árboles se convierten en perchas de las que cuelgan esos jirones de nube que cierran el paso, que dejan avanzar entre ellas, pero que ocultan tus pasos y lo que les precede. Y no les cuento lo que supone pasear entre nieblas por sendas no conocidas, o de recuerdo escaso, que fueron holladas hace tanto tiempo que la memoria no alcanza a fijar un recorrido o imagen visual de recuerdo. En esos casos la niebla es fuente de misterio y peligro, porque le puede a uno equivocar, eliminar referencia, hacer que confunda senderos y pierda el paso. En esos casos también la niebla es una ladrona, porque hurta el paisaje, ciega al paseante del horizonte o de la vista que pudiera disfrutar a su paso, homogeneiza todos los campos haciéndolos planos, eliminando su perspectiva, e igualándolos al absurdo aburrimiento de apenas unos metros de certidumbre. Un paseo por un camino nuevo entre la niebla es lo más parecido que encuentro a empezar el año, ese comenzar a andar por una senda de la que no se sabe nada y de la que apenas se ve lo que nos espera es emocionante, pero da un cierto respeto, porque él no saber es condición necesaria para temer, dudar, para sentirse perdido. Busca uno referencias, señales, marcas que le permitan no perderse, pero si no las encuentra empieza a preocuparse, sólo queda la alternativa de seguir hacia adelante y que la suerte o un claro nos ayuden. En medio de esta niebla, real o metafórica, encontrarse a alguien que conoce el camino resulta de gran ayuda, y por ello los lugareños o los que dicen conocer lo que va a pasar son seguidos con devoción por los que caminan perdidos entre la bruma. ¿Conocen realmente el terreno que pisan? ¿Saben de lo que hablan? ¿Buscan nuestro bien o desean engañarnos? A priori no hay manera de saberlo, pero sólo el resultado de sus consejos y augurios sirve para resolver la duda y cribarlos. Si acertaron, eran bueno, sino no. Un criterio de lo más sencillo y empirista para saber por qué manos dejarse guiar, que sin duda es más útil en medio de una comarca de páramos desconocidos que ante el inicio del nuevo año, terreno en el que todos somos forasteros, y del que apenas nadie es capaz de prever nada en condiciones dado que, para todos, es novedoso. La actualidad nos demuestra además, y últimamente con saña, que no hay terreno donde no pueda saltar la sorpresa, por lo que la niebla del futuro se nos despejará a mediad que avancemos por él, no más rápido que nuestros pasos.

Me temo que el anticiclón ha cogido el gustillo por nuestro país y amenaza con seguir algunos días más entre nosotros, lo que nos garantizará este tiempo estable, abúlico y nubloso que desespera a cualquiera. Toca aguantarse y esperar. Las incertidumbres del futuro seguirán ahí, salga el sol o no, y nos tocará a cada uno ir despejándolas, poco a poco, segundo a segundo. Y si quieren divertirse, guarden pronósticos y augurios de los emitidos hace apenas una semana para este nuevo 2019. Veremos a ver cuáles pasan la prueba del tiempo. Sospecho que, como las nieblas, acabarán en medio de la nada, sin ser vistos sus errores, disimulados sin remedio.

No hay comentarios: