jueves, enero 24, 2019

El régimen de Maduro se tambalea


¿Va a caer el régimen de Maduro en Venezuela? ¿Se aproxima el final de esa dictadura? Puede ser, pero varias han sido las veces que hemos dado por derrocada esa estrafalaria figura presidencial y su dominio sobre aquel país, y no ha sucedido. Hoy como en el pasado, contemplamos grandes manifestaciones en Caracas y otras ciudades que demandan libertad y el final del despótico régimen bolivariano, y nuevamente esas protestas son reprimidas con fuerza, lo que unido a la violencia intrínseca que vive el país, se genera un saldo de muerte que a esta hora supera ya la decena, según las crónicas que llegan desde aquella nación. Anteriores movimientos de protesta se saldaron en pasadas y olvidadas víctimas e inmovilismo en el poder.

Hay una diferencia significativa entre este movimiento y los anteriores, y es que se ha producido una toma de poder presidencial por parte del presidente de la Asamblea Nacional, el parlamento, que sigue en manos opositoras. Juan Guaidó, que así llama el presidente de ese parlamento, juró ante la multitud que llenaba las calles de caracas y se autoproclamó presidente interino, encarnando una figura que reconoce la constitución del país para servir de puente hacia unas nuevas elecciones. Guaidó ha sido el primero que, en los años de marasmo de Maduro, se ha atrevido a dar ese paso, dado que la fuerte oposición al régimen ha estado siempre bastante dividida, con numerosas cabezas visibles que no han actuado y otras, proclives a ello, han tenido que huir del país o sido detenidas. El movimiento de Guaidó es atrevido, parece que constitucional, y supone un enfrentamiento directo al poder de Maduro. Y además cuenta con una baza que no se dio en procesos opositores anteriores, que es el reconocimiento internacional. Si Maduro se tambalea no es porque Guaidó se haya autoproclamado presidente, sino porque ese movimiento ha sido reconocido por otros países, empezando por EEUU y Canadá, y siguiendo por la mayoría de los grandes países latinoamericanos, con la excepción de México. Es decir, a Guaidó le ha empezado a llegar poder de verdad, del duro, fruto del reconocimiento internacional, y sólo con eso, que es difícil de lograr, se puede construir una legitimidad que sea capaz de derribar al régimen. Por primera vez Maduro sabe que tiene a alguien en frente que puede echarle del poder porque posee algo del mismo, y eso sin dura provoca ahora mismo pesadillas en el palacio de Miraflores, sede de la presidencia venezolana. Maduro, histriónico como él sólo, proclamó ayer la ruptura de las relaciones diplomáticas con EEUU, dando un plazo de tres días a los embajadores y cuerpo diplomático del aquel país para que abandonen suelo venezolano, pero sus acciones empiezan a verse limitadas ante la creciente emergencia de ese nuevo poder, encarnado en Guaidó, que realmente le hace sombra. ¿Sobrevivirá el régimen a esta embestida? Está por ver, pero no lo subestimemos, error que ya cometieron opositores anteriores. En el fondo Maduro es un títere gestor (perdón por el mal uso de esa palabra) de una dictadura militar que gobierna el país desde el golpe de Chávez, comandante que fue listo como para vestir su dictadura de ropajes ideológicos de izquierda que le dieran legitimidad, en un país arrasado por la corrupción, la cleptocracia del poder y una desigualdad sangrante. Serán los militares los que decidan si el viento cambia y Maduro es prescindible o no, y de esa disputa que se produzca en los cuarteles y bases militares saldrá el resultado de la lucha que se vive en Caracas. Si el ejército duda y relaja su posición, el régimen caerá, pero si se mantienen fuerte y actúa reprimiendo las protestas con dureza puede que la situación se enquiste, o degenere en un enfrentamiento civil abierto. Todas las opciones están abiertas.

Hoy Venezuela es sinónimo de fracaso, en todas las dimensiones que uno quiera estudiar. Con una economía arrasada, hambre en las calles, desabastecimiento de medicamentos y emigración masiva, de los pudientes a Europa o EEUU y de los pobres a la vecina Colombia, el país es una caricatura de lo que fue y, sobre todo, de lo que podría ser. Su historia es la de la constante convulsión política y militar, ambas cruzadas sin remedio, la ausencia de libertades y la nefasta gestión de los asombrosos recursos naturales del país, empezando por el petróleo, que es su principal fuente de riqueza y de desgracias. Ojalá los venezolanos encuentren una solución a su drama, el régimen caiga y se habrá una oportunidad al desarrollo y el crecimiento económico que tanto necesitan miles, millones de ciudadanos que apenas tienen horizonte.

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