Un
mes sin cobrar es lo que llevan los cerca de ochocientos mil funcionarios y
empleados públicos de los EEUU afectados por el cierre del gobierno, parcial,
que ya es el más largo de la historia. Muchos de ellos, además, están desempeñan
trabajos que han sido considerados como servicios de especial importancia y no
pueden dejar de acudir a ellos, por lo que día tras día trabajan sin cobrar, lo
que sin duda aumenta su desesperación. Se supone que cuando el cierre se acabe,
que no está nada claro cuándo sucederá eso, cobrarán lo que se les debe, pero
por el momento no están viendo un solo dólar desde el inicio de este extraño
fenómeno, en un país en el que, al parecer (no lo sabía) estos empleados cobran
cada quincena, no mensualmente como es lo normal entre nosotros.
Haga
el experimento y póngase en su lugar. Suponga que posee un empleo fijo, o muy sólido
en el caso de los que no son funcionarios, y de un día para otro su nómina deja
de serle ingresada. Eso no va a hacer que los gastos que tenía previstos, o los
imprevistos, se sigan sucediendo, pero el flujo de ingresos se frena.
Evidentemente habrá situaciones de todo tipo, y los que posean un colchón
financiero serán capaces de aguantar más, o los que vivan solos podrán organizárselo
mejor para hacer frente. Pero póngase en el pellejo de un típico padre o madre
con hijos, que es la fuente de ingresos de la familia, y que se ve privada de
ellos. ¿Cómo afrontarlo? ¿Cómo organizarse ante algo que no debiera suceder y que
casi nadie ha contemplado como posibilidad? La forma de vida norteamericana lo
hace todo aún más difícil, porque si pensamos que aquí somos consumistas y no
ahorramos nada (y es cierto) allí ese comportamiento es aún más desatado. Créditos,
hipotecas y demás préstamos surgen como esporas en una sociedad en la que el
consumo es el principal motor económico, y el desempleo el camino más directo a
la pobreza y el riesgo vital, porque las coberturas médicas se asocian al
seguro médico que el empleador sufraga mientras tiene en nómina al empleado. El
despido es la pérdida, habitualmente, de esa cobertura que aquí, denominada
Seguridad Social, es sufragada por impuestos que afectan a todo tipo de
personas, trabajen o no. Curiosee en su entorno personal y póngase a estimar
hasta qué punto usted y los suyos serían capaces de aguantar un mes sin
ingresos, manteniendo no ya el ritmo de vida que llevan, sino sólo los gastos obligatorios
de los servicios que tengan contratados (luz, agua, gas, comunidad, internet,
colegios, alimentación, etc) Habrá casos en los que el derrumbe de la economía
familiar puede ser tardío, pero me temo que en no pocos será estrepitoso y
veloz. Y ahora, rizando el rizo, suponga que el gobierno le obliga a ir a
trabajar sin cobrar, con los costes diarios de ir y volver y demás, sin ingreso
alguno. Muchos de esos empleados viven en casa, sin hacer nada, esperando a que
vuelva la normalidad, hibernando económicamente, pero los que deben permanecer
en su puesto de trabajo soportan un doble castigo, económico y moral, que debe
hacerse realmente insufrible. La sensación que deben tener de sentirse
estafados será tan lógica como intensa, y ese malestar va creciendo entre un
colectivo de empleados que resulta ser rehén de las disputas políticas entre
demócratas y republicanos, exacerbadas por el infantil comportamiento de un
Trump al que le da igual si alguien cobra o no siempre que él sea el que más
gane. Una de las causas por las que estos cierres de gobierno han sido breves
en el pasado es, precisamente, el coste que supone para los empleados, y la
presión que ello genera en los políticos para llegar a un acuerdo. Con Trump
eso no funciona.
Han
empezado a surgir algunas iniciativas para recaudar dinero y ayudar a aquellos
empleados que empiezan a no poder soportar esta restricción financiera. Piensen
que estamos en lo más crudo del invierno y que el gasto en calefacción es
necesario para sobrevivir, y más allí, donde las nevadas y el frío son de verdad,
dejando nuestros temporales al nivel de gráciles caricias. Y a medida que pasen
los días y el desacuerdo siga mayor será el número de los que, sencillamente,
se queden sin ahorros para ir tirando. Y todo esto pasa en la nación más
poderosa y rica del mundo, un lugar en el que el contraste entre la riqueza y
pobreza es tan inmenso como incomprensible. Este episodio muestra alguna de las
disfunciones que posee EEUU, que Trump está agravando, y que pueden en un
futuro poner en riesgo la estabilidad económica y social de la nación. Visto
desde la distancia, asombra y asusta.
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